Ser feliz es posible

Ser feliz es posible

¿Pero cómo logra uno cambiar esos conflictos que le hacen sufrir? Intentar forzar a otros a que cambien contribuirá al malestar, propio y ajeno. Sin embargo, si uno se centra en resolver sus propios conflictos, no sólo se hará un bien a sí mismo, también a los demás.

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Pirineos. Foto: M.I./J.J.

En el artículo anterior veíamos cómo el origen de los conflictos sociales está en las relaciones que los individuos mantienen entre sí, es decir, en los conflictos personales.

Los conflictos personales condicionan la relación con los demás, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo..., y no es posible mantener relaciones verdaderamente satisfactorias sin resolver estos conflictos propios. Desde luego, el entorno influye, favoreciendo o perjudicando, en el bienestar físico y psicológico de la persona, si bien el cambio debe surgir en cada individuo. Cuantas más personas felices haya, más fácil será que otros también lo sean.

¿Pero cómo logra uno cambiar esos conflictos que le hacen sufrir? Intentar forzar a otros a que cambien contribuirá al malestar, propio y ajeno. Sin embargo, si uno se centra en resolver sus propios conflictos, no sólo se hará un bien a sí mismo, también a los demás.

Llegados a este punto ¿a qué conflictos nos referimos? A todo aquello que de un modo u otro nos hace sentir mal, como la competitividad con los demás, la comparación, la ira, los celos, egocentrismo, tristeza, ansiedad, depresión, hábitos perjudiciales, miedo...

Cómo cambiar

Para comenzar esta tarea, primero debe uno darse cuenta y reconocer que tiene conflictos sin resolver. En ese sentido,el malestar o sufrimiento es el indicador de que algo en nuestra conciencia está pendiente de ser comprendido y resuelto.

Una vez hecho esto hay que desechar las estrategias que no funcionan. Por ejemplo, resignarse al malestar, porque éste irá inevitablemente en aumento hasta que, tarde o temprano, resultará insoportable.

Tampoco funciona rebelarse, ni contra las situaciones en las que se produce el malestar ni buscando culpables. Si sólo se centra en las causas externas, su vida se convertirá en una lucha que le generará rencor e impotencia. Aclarar que no abogamos por no actuar ante situaciones injustas, sino por hacerlo con inteligencia, sin ira y sin miedo.

Otra opción muy habitual es intentar obviar el malestar, no pensar en ello, tratar de olvidarlo. Otra, convencerse de lo contrario, motivarse constantemente, maquillar la realidad o distorsionarla. En ambos casos se inicia una búsqueda de seguridad y satisfacción constante, una huida de sí mismo imposible, que requiere un esfuerzo permanente para mantener una ilusión que se puede quebrar en cualquier momento. Suele acabar en estrés y ansiedad crecientes.

Visto y entendido que todo esto no funciona, ¿es posible entonces cambiar y acabar con el sufrimiento?

Si de antemano uno afirma que no, que no es posible, con los argumentos que sean, entonces cierra la puerta a la solución. Muchas veces hemos oído, con dolor, consejos como "la vida es así" o "hay que aprender a vivir con ello", invitaciones a resignarse incluso por parte de profesionales, que se han resignado ellos mismos. Pero si uno está dispuesto a no rendirse, entonces puede encontrar la solución. Que la hay.

Todo sufrimiento tiene solución.

Acabar con el sufrimiento es un reto complejo que hay que afrontar comprendiendo el origen de ese sufrimiento.

Habitualmente acumulamos los problemas, es decir, buscamos una solución rápida que deja el problema sin ser comprendido, ni resuelto. Por ejemplo, una persona que se siente insegura e inmediatamente quiere que esto cambie. Si se propone no ser insegura, se lo niega a sí misma, trata de sentirse segura sin entender el origen de su inseguridad... a la larga no funcionará. Los buenos propósitos y la fuerza de voluntad, por sí solos, nunca funcionan a largo plazo en el terreno psicológico, a lo sumo enmascaran el problema. Además, suelen conllevar una lucha contra uno mismo que acaba siendo un nuevo problema sumado al anterior.

Cuando se han intentado varios cambios de este tipo, buscando una solución rápida o que dependa de la fuerza de voluntad, y al comprobar que no dan resultado, pues tarde o temprano la fuerza de voluntad flaquea o los sentimientos reprimidos brotan con más fuerza, entonces se suele llegar a la conclusión de que no se puede cambiar. Pero eso es un grave error.

El verdadero cambio, la transformación de uno mismo es posible, pero hay que afrontarla en profundidad

Esto supone que, una vez que uno es consciente de que sufre, que reconoce un problema, no debe tratar de cambiarlo inmediatamente. Para reparar un coche, un buen mecánico explora el motor hasta que encuentra qué es lo que está mal. Cuando ha comprendido a fondo el problema, lo arregla sin dificultad. Nosotros debemos hacer lo mismo, tenemos que aprender a redescubrirnos a nosotros mismos, explorando la parte cognitiva, el pensar, la parte afectiva, o emocional, y la conducta, el comportamiento. Explorando estas tres grandes áreas podemos comprender a fondo nuestro 'funcionamiento', comprenderemos las causas reales de lo que nos hace sufrir, sin culparnos ni culpar, y entonces la solución al sufrimiento se hace posible.

En el próximo artículo hablaremos de cómo aprender sobre uno mismo.