El coronavirus ha desvelado las flaquezas de nuestro modelo de Bienestar Social; por justicia intergeneracional urge un nuevo sistema público de cuidados.
Se llama Josefa. Tiene noventa y cuatro años y es mi abuela. La madre de mi padre. O lo que queda de ella. Hace un par de años le diagnosticaron Alzhéimer, y la enfermedad la está borrando del mapa rápidamente. Mi abuela es, o quizás sería mejor decir era, una mujer de campo.