Irene murió en la cama

Irene murió en la cama

No es lo mismo perder el cargo tras un cese o una dimisión que ver cómo se lo lleva el tiempo al cabo de cuatro años.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en una imagen de archivo.David Zorrakino/Europa Press via Getty Images

Franco murió en la cama e Irene Montero no renovó su cargo al término de su legislatura. A esos efectos, sólo a estos efectos —cuidado, que os conozco— estoy comparando al exdictador y a la exministra. En política, no renovar al término natural de un mandato es como morir de viejo. No es lo mismo perder el cargo tras un cese o una dimisión que ver cómo se lo lleva el tiempo al cabo de cuatro años. Les va a pasar estos días a muchos compañeros de gabinete. Llop, vivirás para siempre en nuestros corazones. Marlaska, tus amigos no te olvidan. Es ley de vida, ley de vida politica, en este caso. No vamos a ver a Iceta exigiendo indignado su renovación como condición necesaria y suficiente para el progreso de la Humanidad. Lo asumen con resignación cristiana o con aceptación budista. Irene no.

"Irene, todos somos contingentes, pero tú eres necesaria", viene a decir Belarra, una vez convertido Podemos en Amanece que no es Poco. Un vago recuerdo de mi infancia, quién sabe si cierto, es el de mi madre sintonizando Radio París ante el inminente derrocamiento de Franco. Para los demócratas españoles era importante que el dictador no muriera en la cama. No es que quisieran que muriera en la ducha. Es que querían que su muerte, de ser en cama, le ocurriera habiendo dejado ya de ser dictador. Se miraba con envidia a Portugal: al menos Salazar murió ya retirado de su dictadura, por más que él creyera seguir siendo dictador emérito. Pero Dios mantuvo dictador a Franco hasta el fin de los días. Al menos, de los suyos. En este paralelismo entre Francisco e Irene, Pedro Sánchez es Dios. En otros paralelismos, también.

No es raro que el paso del tiempo termine creando una leyenda endiosada alrededor de incompetentes y mezquinos. Pero no sé si ocurrirá esto en el caso de Montero, dada la previsible deriva que su presencia pública tomará hacia tertulias de medio pelo donde enredarse en rabietas de niñatos. Hubiéramos querido verla cesada del gobierno de España y nos tendremos que conformar con verla eliminada de Masterchef 2035. No es lo mismo. Lo que es seguro es que los irenistas van a tener —ya lo están teniendo— ese tufo bilioso y turbio que tienen los franquistas, esa mezcla de nicho —tanto zoológico como funerario— y verborrea generada por ChatGPT que hemos visto estos días en la acera de la calle Ferraz y en el twitch de Ione, con sus súplicas para que se conceda la gracia divina de una segunda vida a la mejor ministra de la Historia.

Fue, probablemente, la peor. Corroída por una soberbia ilimitada, sin más recursos que eslóganes comerciales y el equipo de su pandilla en la facultad, no hubo tema que no enmerdara, idea noble que no se pudriera en su práctica ni división que no acrecentara. Si Abascal es el principal proveedor de votos para Sánchez, Montero fue la principal proveedora de votos para Abascal. Y era importante para nosotros que la ministra dimitiera, aunque fuera en su último día, tras cualquiera de sus incontables destrozos —guerra civil en el feminismo, ley trans, violadores excarcelados...— o que al menos recibiera, aunque fuera en el último momento, un cese fulminante, seguro si el Presidente del Gobierno no hubiera sido en verdad Presidente de Tres Cuartos del Gobierno. No fue así. Irene murió en la cama y Carlos Arias Navarro se llama ahora Ione Belarra.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.