El rastro impreciso del arte expoliado por los nazis

El rastro impreciso del arte expoliado por los nazis

Centenares de pinturas del periodo nazi estuvieron casi sesenta años ocultas en casa de Cornelius Gurlitt en Múnich.

La exposición 'Gurlitt, un balance' en el Kunstmuseum de Berna.MÓNICA SUBIETAS

Durante los años del dominio nazi, entre 1933 y 1945, se produjo un saqueo masivo de obras de arte en Alemania y sus países de influencia. Decenas de miles de piezas artísticas fueron expoliadas de museos; centenares de miles, de manos privadas. Otras muchas fueron quemadas. A pesar de los Principios de Washington, que en 1998 firmaron 44 países y que acordaron la restitución de las obras a sus dueños legítimos o a sus herederos, muchas de ellas continúan engrosando colecciones privadas y públicas. De otras, ni siquiera hay rastro.

Seguro que esta historia le resulta familiar: en 2010, las autoridades suizas detuvieron en Zúrich a un anciano cuando pretendía subir a un tren con 9000 euros en efectivo y sin documento alguno que pudiera identificarle. Se llamaba Cornelius Gurlitt. Parecía un simple caso de evasión de impuestos, solo que, al tratar de comprobar su identidad, se dieron cuenta de que aquel hombre había conseguido ser invisible durante sesenta años: no aparecía en ningún registro, no tenía seguro médico ni cuenta bancaria alguna. Se abrió una investigación.

Tres años más tarde salió a la luz que centenares de pinturas del periodo nazi (1933-1945) llevaban casi sesenta años ocultas en casa de Cornelius Gurlitt en Múnich. El anciano del tren resultó ser el hijo de Hildebrand Gurlitt, uno de los cuatro mayores comerciantes de arte del régimen nacionalsocialista. Los otros tres fueron Bernhard A. Böhmer, Karl Buchholz y Ferdinand Möller. “Comerciantes” porque Hitler se encargó de dar un marco legal al expolio de bienes como parte de su plan de arianización, por lo que en la época era perfectamente legal comerciar con arte saqueado o comprado a un precio irrisorio a personas que se veían obligadas a venderlo todo para huir y salvar la vida. Desde 1949, una ley militar estadounidense iguala a una confiscación lo que haya sido vendido bajo coacción. Las leyes norteamericanas son bastante más favorables a los herederos legítimos del arte saqueado que las europeas.

Saqueo a gran escala

Sin embargo, el expolio de arte no se dio solo en colecciones privadas o museísticas, pues también fue directamente a la fuente: los creadores. En 1937, el ministerio de propaganda alemán ordenó la confiscación de arte moderno (abstracto y expresionista sobre todo, pero también de artistas o propietarios judíos, comunistas, homosexuales, etc). Muchos artistas fueron víctimas de la campaña en contra de lo que se tildó de “arte degenerado”. Gustav Klimt es uno de los más conocidos y algunas de sus obras objeto de expolio han sido devueltas a sus legítimos dueños de una manera muy pública. Otros artistas no tuvieron tanta suerte, como el pintor alemán Max Beckmann: 685 de sus obras, muchas de ellas expuestas en museos hasta entonces, fueron requisadas. Algunas forman parte de esa colección oculta de Hildebrand Gurlitt, quien las adquirió entre 1939 y 1941 de entre los títulos contenidos en el inventario de “arte degenerado” confiscado por el régimen. Beckmann había perdido su trabajo como profesor en la Escuela de Artes Aplicadas de Fráncfort del Meno tras la llegada al poder de los nazis en enero de 1933. Sus obras se exhibían cada vez menos. Una de sus últimas exposiciones, en noviembre de 1936, tuvo lugar precisamente en la galería de Gurlitt padre en Hamburgo. La colección de casi 1.600 piezas artísticas heredada por Cornelius Gurlitt incluye 546 obras procedentes de museos que fueron confiscadas durante la campaña contra el “arte degenerado”. En el verano de 1941, la colección Gurlitt incluía más de 3.800 obras procedentes de las listas del ministerio de propaganda nazi.

El dinero conseguido a través de la venta de obras expoliadas se destinaba, entre otros fines, a financiar la propaganda y la guerra. Bajo decreto de Adolf Hitler, el Gobierno alemán confiscó más de 20.000 obras de arte expuestas en museos y se dice que más de 600.000 obras en total.

Gurlitt padre jamás fue juzgado por sus actos durante y después del régimen nacionalsocialista; murió en un accidente de coche en 1956. Su hijo Cornelius heredó su colección de arte y dedicó su vida a mantenerla oculta, o como el decía, “a salvo”.

La restitución: una obligación moral

En un giro de trama magistral, a su muerte Cornelius Gurlitt donó todas las obras al Kunstmuseum de Berna, que se comprometió a investigar su procedencia y, llegado el caso, restituirlas a sus dueños legítimos. Hasta el momento se han restituido nueve obras de las casi 1.600 que forman la colección. El museo organizó una exposición bajo el título Gurlitt, un balance (Gurlitt, ein Bilanz en alemán) para justificar la aceptación de esta herencia envenenada y explicar al público las dificultades a las que se enfrentan instituciones y herederos para seguir el rastro de cada obra y determinar si fue o no confiscada por las autoridades del régimen nacionalsocialista. El escollo principal es la burocracia y la falta de un archivo digitalizado y centralizado que contribuya a contabilizar y localizar las obras expoliadas durante el periodo nazi. Pero la facilidad para borrar el rastro de su pasado delictivo tampoco ayuda: desde la ausencia de registros de compra-venta hasta la generación de información falsa que confunda o incluso imposibilite seguir el trazo del delito, todo vale para ocultar un origen que obliga moralmente a devolver la obra a su dueño. Al fin y al cabo, los Principios de Washington sobre arte confiscado por los nazis los firmaron solamente 44 países y ni siquiera son vinculantes: son solo directrices destinadas a aportar soluciones justas y equitativas para las obras saqueadas o expoliadas por los nazis. No obligan a devolverlas, solo lo sugieren.

  'El bosque en silencio'.ROCA EDITORIAL

Mónica Subietas es autora de la novela de suspense 'El bosque en silencio' (Roca Editorial), que trata el tema del arte expoliado por el nazismo.

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Mónica Subietas (Barcelona, 1971) es periodista y escritora hispano-suiza y reside en Zúrich desde 2009. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universitat Ramon Llull, se especializó en Fotoperiodismo y Reportaje Social. Posee una larga trayectoria como periodista cultural y social freelance en medios españoles y suizos. Tras formarse en Diseño editorial en la School of Visual Arts de Nueva York, trabajó en diseño de publicaciones durante quince años, disciplina que abandonó para dedicarse a la literatura. En 2022 formó parte del grupo de 200 autores que representaron a la literatura española en la Feria del libro de Fráncfort. En Zúrich colabora además con el Instituto Suizo de Medios para Jóvenes y Niños (SIKJM) en un programa de fomento de la lectura en familia dirigido a preescolares inmigrantes.