Millet dándonos lecciones

Millet dándonos lecciones

Catherine Millet, en una foto de archivoGetty Images

Observo que, desde hace semanas, El País, aplicadamente, publica cada día un artículo donde una serie de señores "respetables y serios" se turnan a fin de recriminarnos y aleccionarnos. Nos llaman incultas, puritanas, analfabetas, inmorales o deformes, vengativas, injustas... Véanse las tribunas de Javier Marías o Félix de Azúa, por ejemplo. No quiero ni imaginarme las oleadas de indignación que deben inundar la RAE cuando se junten todos... Aquello debe desbordar de "santa, culta y sensata" irritación, ora a propósito del Metoo, ora a propósito de las "portavozas" (o de lo que vayan saliendo, que temas no les van a faltar).

El 14 de este mes, El País dejó descansar a los académicos y publicó un artículo de Catherine Millet (aparecido en la prensa francesa previamente).

Del escrito de Millet, destaco:

1. Lamentaba Millet no haber sido violada para así demostrar que no es grave, que una se repone divinamente, que las que se quejan son unas blandengues, vaya. Claro que violar a Catherine Millet resulta difícil, por no decir casi imposible, dado que, según la descripción que la propia Millet hizo de su vida sexual, su "placer" consiste en que cualquiera que pase por ahí -por el bois de Boulogne, por ejemplo- "le dé" por arriba o por abajo o por donde desee. A ver cómo un hombre se las arregla para violar a una mujer que tiene tan buena disposición... Vas a violarla y ella te frustra porque se ofrece gratis y encantada.

2. No os perdáis el concepto cristiano-medieval que hay detrás de estas palabras suyas: "En esos casos, el hombre solo tenía acceso a mi cuerpo, porque mi espíritu se mantenía apartado y no conservaba ninguna huella que pudiera atormentarlo". O sea, Millet cree que existe el cuerpo por un lado y el "alma" (que ella llama espíritu) por otro. Después de soltar esta idea, tan profundamente cristiana "del cuerpo y el espíritu", opina, sin embargo, que las adictas a la moral católica somos nosotras...

3. Y sí, sabemos que, ante las agresiones y los traumatismos, usamos la disociación como método para proteger nuestro psiquismo. Igual que, ante los golpes, usamos los brazos para proteger la cabeza. Pero, pregunto: que una persona agredida se proteja o se "repare" como pueda (física o psíquicamente) ¿atenúa la gravedad de la agresión? O sea, si te muelen a palos y después tomas analgésicos ¿se supone que en el juicio se considerará atenuante?

4. Conclusión: los violadores, los maltratadores, los abusadores que quieran ser "respetuosos", que pregunten antes: "Espíritu ¿estás ahí?". Si el espíritu responde: "No". Entonces ellos pueden proceder a violentar, sobar y maltratar sin duelo, con total buena conciencia.

5. Dice Millet: "creo que la mujer (o el hombre) que recibe la penetración dispone de esa facultad más que quien penetra". Se refiere a la facultad de, si se te penetra alguien que no deseas, imaginar que es otro quien lo hace. No elegir quién, sino imaginar a otro. Seguro que muchísimos hombres coinciden con esta opinión (por supuesto, no se lo aplican a sí mismos, solo lo usan para convencernos de que "lo nuestro es mejor" y de que tenemos el poder aunque no lo parezca, etc.). O sea, chicas: cuando seáis violadas, ya sabéis: basta con que imaginéis que estáis con otro. Si carecéis de imaginación es vuestro problema, no el de quien os viola...

Quienes sentimos asco de que un tipo al que no deseamos nos eche encima sus babas o su semen, soportamos mal los aleccionamientos de Millet

6. Estoy harta de que defiendan cualquier barbarie con el bonito argumento de que no hay que victimizar a las mujeres. Solo quienes hayan sido violadas o golpeadas saben hasta qué punto, cómo y por qué se han sentido agredidas y víctimas y hasta qué punto y de qué manera lo intentan superar y qué hacen para conseguirlo. Pero, de entrada, digo que para no sentirse víctima hay dos soluciones: A) no serlo. Esa es la ideal. B) Si lo has sido, que se castigue como es debido al agresor. Tales son los dos pilares de la no victimización y no los consejos de Catherine Millet.

7. Y yo lo tengo claro: Millet puede hacer con su cuerpo serrano (o parisino) lo que le dé la gana. Vamos, que si quiere irse cortando cachitos o ponerse cilicios (no olvidemos los siglos de propaganda positiva del dolor que tiene el catolicismo a sus espaldas) no objetaré nada. Si cobrara por ello, yo objetaría (no estoy por la comercialización del cuerpo). Pero si lo hace por gusto o por generosidad, pues estupendo.

Ahora bien, quienes sentimos asco de que un tipo al que no deseamos nos eche encima sus babas o su semen, soportamos mal los aleccionamientos de Millet.

Y estamos en nuestro perfecto derecho de pedir leyes que nos amparen.

Sería, pues, de agradecer que los palmeros del abuso sexual se contuvieran un pelín...

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