Este fue el militar al que se le atribuye el mérito de crear el primer ejército profesional español

Este fue el militar al que se le atribuye el mérito de crear el primer ejército profesional español

Pronto entenderás por qué a Gonzalo Fernández de Córdoba se le conocía como el Gran Capitán.

Representación libre el capitán de un ejército de soldadosGetty Images

Nacido el 1 de septiembre de 1453 en Montilla (Córdoba), Gonzalo Fernández de Córdoba fue conocido tanto en su época como en la nuestra como el ‘Gran Capitán’. Provenía de una familia noble dedicada durante generaciones a la ganadería y a la defensa de fronteras. Sus ancestros habían combatido al lado del rey Fernando III ‘El Santo’ en las conquistas de Córdoba y Sevilla, lo que vinculó a su familia con la política real desde entonces, incluso durante la guerra civil que enfrentó a Pedro I y Enrique II de Trastámara en el siglo XIV.

El padre de Gonzalo, Pedro Fernández, ostentaba los títulos de señor de Cañete de la Frontera, Priego y Montilla, además de desempeñar cargos como alcalde mayor y alguacil de Córdoba. Estos títulos pasaron a su hijo mayor y primogénito, Alfonso Fernández, dejando a Gonzalo sin ningún título y obligado a servir en la corte. Inicialmente, fue paje del Infante Alfonso, luego cortesano de los Reyes Católicos y más tarde uno de los capitanes en la Guerra de Granada, que tuvo lugar entre 1481 y 1492.

Las hazañas militares de El Gran Capitán

La Guerra de Granada marcó un punto crucial en la vida de Gonzalo Fernández de Córdoba, destacando por sus habilidades militares y diplomáticas. Su conocimiento del árabe le permitió establecer contactos con la nobleza nazarí, especialmente con Boabdil, el último rey nazarí, con quien se dice que tuvo una estrecha amistad.

Entre sus hazañas militares destacan las conquistas de Íllora, Montefrío (donde lideró el asalto y fue el primero en subir a la muralla frente al enemigo) y Loja, donde capturó al propio Boabdil, quien se rindió tras pedir clemencia para los vencidos. Boabdil, acompañado por Gonzalo Fernández de Córdoba, al que consideraba amigo, se entregó ante el rey Fernando.

En 1486, fue nombrado alcaide de Íllora con la misión de fomentar las discordias entre Boabdil, apoyado por los Abencerrajes, y el Zagal. Durante estos años, contrajo matrimonio por segunda vez con María Manrique de Lara y Espinosa, Dama de la Reina Isabel, con quien tuvo dos hijas. Esta boda se celebró el 14 de febrero de 1489 en Palma del Río, trasladándose la pareja a Íllora, donde María Manrique embelleció la fortaleza y estableció un centro cultural que atraía a visitantes de la región y de Granada.

La ausencia constante de Gonzalo debido a sus campañas militares en Granada dejó a María al frente de la casa, donde demostró su compromiso social y político, como se evidenció en su rápida respuesta al incendio de Santa Fe en 1491.

Tras la conquista de Granada en 1492, Gonzalo Fernández de Córdoba recibió varias recompensas por sus servicios destacados, incluida una encomienda de la Orden de Santiago, el Señorío de Órgiva y ciertas rentas sobre la producción de seda granadina.

Misión en Nápoles

Posteriormente, fue enviado a Sicilia por los Reyes Católicos para vigilar el estrecho de Mesina, mientras que en Nápoles la situación se volvía tensa con la conquista por parte del rey francés Carlos VIII, que pertenecía a la Corona de Aragón. Desde Nápoles, la hermana de Fernando el Católico solicitó la ayuda del Gran Capitán al enterarse de su presencia en Mesina.

El Gran Capitán se enfrentó al dilema de atravesar el estrecho de Mesina hacia Calabria, arriesgándose a provocar a los franceses, pero finalmente luchó y recuperó Nápoles. En 1499, también recuperó Ostia por pedido del Papa, siendo recompensado con la Rosa de Oro, la más alta distinción papal.

Más tarde, ante la amenaza otomana en el Mar Adriático, Gonzalo Fernández de Córdoba lideró una alianza internacional en la Isla de Cefalonia, otro logro destacado de su carrera militar.

Decidió quedarse en el Reino de Nápoles, vigilando constantemente los movimientos franceses. Sin embargo, la guerra se hizo inevitable y en la batalla de Ceriñola en 1503, Gonzalo obtuvo la victoria, poniendo fin a la presencia francesa en Nápoles.

Regresó a España, donde Juana I le otorgó la fortaleza de Loja y se convirtió en alcalde de la ciudad en 1508. Aunque disfrutó de su tiempo en Loja, enfermó y regresó a Granada en 1515, donde falleció el 2 de diciembre. Fue enterrado, según su voluntad cambiada en testamento, en la Iglesia del Monasterio de San Jerónimo de Granada, junto a su esposa María de Manrique, Duquesa de Sessa y Terranova.