La paradoja del ‘todo está fatal’ pero ‘yo voy bien’ (económicamente)

La paradoja del ‘todo está fatal’ pero ‘yo voy bien’ (económicamente)

El último barómetro del CIS muestra que la percepción de la economía nacional difiere enormemente de la percepción de la situación de uno mismo. Analizamos los porqués.

Barcelona, 2020.David Zorrakino/Europa Press via Getty Images

Mal de muchos, consuelo de tontos; en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey; o el bien suena y el mal vuela. El refranero español es prolijo para expresar una parte de lo que reflejaba el barómetro del CIS que se publicó la semana pasada. El titular tras la encuesta era que el PSOE de Pedro Sánchez aventajaba de nuevo al PP de Alberto Núñez Feijóo en intención de voto. Pero en redes sociales hubo un par de cuestiones distintas que llamaron mucho la atención.

En un punto del sondeo, realizado entre 3.837 personas mayores de edad, se preguntó a los participantes cómo calificarían “la situación económica general de España actualmente”. Casi un 70% respondió “mala” (43%) o “muy mala” (26,6%), y en torno a un 20% dijo “buena”.  

La siguiente pregunta era sobre su “situación económica personal en la actualidad”, y entonces cambiaron por completo las tornas. El 59,1% de los encuestados dijo que “buena”, mientras que un 19,7% contestó “mala” y un 5,8% indicó que muy mala. 

Todo horrible, pero... yo no estoy tan mal

¿Cómo se explica esta discrepancia? Sin duda cabe la posibilidad, como apuntaron muchos tuiteros, de que la población esté ‘contaminada’ por los discursos mayoritarios que alertan de una debacle económica acelerada por la guerra en Ucrania (precios por las nubes, crisis energética, etcétera); también es posible que los españoles no hayan percibido aún en sus bolsillos el impacto de lo que, se sospecha, está todavía por venir; no obstante, al margen de estos factores, existen teorías sobre la autopercepción –desde un punto de vista sociológico, psicológico e incluso antropológico– que alumbran otros motivos relacionados. 

Se está consolidando la idea de que todo va mal, de modo que si preguntas por la globalidad, la gente reacciona con lo que está viendo en las noticias
Yolanda Fernández Jurado, economista

Yolanda Fernández Jurado, profesora de Economía de Comillas ICADE, considera en primer lugar que la población tiene muy interiorizada “la información negativa” que les llega. “Se está consolidando la idea de que todo va mal, de modo que si les preguntas por la globalidad, la gente reacciona con lo que está viendo en las noticias”, ilustra la economista. 

Alberto del Campo, profesor de Antropología en la Universidad Pablo de Olavide, le da la razón. En un ambiente colectivo de “alarma social”, “zozobra” y “casi psicosis” provocadas por la pandemia, la guerra, el cambio climático, la inflación y la crispación política, es comprensible que la gente piense que “el mundo está fatal” –indica Del Campo–, y a renglón seguido añadan: “Aunque yo no estoy tan mal”. Esto es, si en el contexto de la encuesta “en vez de por lo general, se pregunta a la gente si llegan a fin de mes y cómo están ellos, piensan ‘bueno, tengo trabajo, más o menos llego a fin de mes, así que no estoy mal’”, resume Fernández Jurado.

“Estás bien, ¿respecto a qué?”

Ese último pensamiento que refiere la profesora encierra, en sí mismo, otra cuestión delicada. ¿Qué quiere decir ‘estar bien’? Para responder a esta pregunta, la gente se compara con otras personas, lo cual explica a su vez que una buena parte de la población no se vea ‘tan mal’, si se mira en estándares más o menos cercanos.

Si el escenario es de fragilización social y tú no te identificas necesariamente con un panorama de pobreza y paro, claro que te consideras en buena posición
Ferran Giménez, sociólogo

“El criterio siempre es comparativo”, constata Ferran Giménez, sociólogo y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. “Estás bien, ¿respecto a qué?”, plantea. Si el escenario nacional “es de fragilización social y tú no te identificas necesariamente con un panorama de pobreza y paro, claro que te consideras en buena posición”, apunta el sociólogo. 

Las comparaciones son odiosas, y humanas

Curiosamente (o lógicamente), la población tiende a compararse “con el vecino”, y no con las élites, que viven fuera de sus barrios y con las que sí detectaría diferencias insoslayables. “La sociedad no es consciente a veces de las desigualdades de renta. No sueles compararte con multimillonarios, sino con tu entorno, y entonces te parece que estás bien”, señala Fernández Jurado.

Incluso hay un punto de orgullo y autoestima en todo esto. “Los seres humanos trabajamos nuestra autoestima de forma comparativa”, afirma Alberto del Campo. Así, “si al otro le va mal”, por ende “a mí me va mejor”, aunque no tenga nada que ver una premisa con la siguiente y al final suponga “una distorsión”, advierte el antropólogo, que en todo caso describe estos pensamientos como algo “muy humano”. 

Los seres humanos trabajamos nuestra autoestima de forma comparativa. Si al otro le va mal, entonces a mí me va mejor
Alberto del Campo, antropólogo

Del Campo lo asocia con otras costumbres “tan humanas” como “la murmuración y el cotilleo” para hablar mal de los demás, o con el gusto de ver telenovelas. Estos programas, sostiene el antropólogo, “ofrecen un elemento sumamente placentero para el ser humano” que consiste en “ver que los ricos también lloran, que ellos también tienen dramas y les va mal”. “Hay un cierto placer en considerar que a la gente le va mal, y eso nos habla de una necesidad de sentirnos nosotros mejor”, zanja Del Campo. 

Más allá de esta sensación, Alberto del Campo cuenta que “es habitual tener una autopercepción engañosa”, normalmente superior a lo que se corresponde con la realidad. El antropólogo pone el ejemplo de la edad –nunca nos vemos viejos, siempre pensamos que no estamos tan mal como Fulanito– y cree que, hasta cierto punto, esa autoestima puede tener que ver con la selección natural, “para no sumirnos en la parálisis, para sentirnos capaces de hacer cosas y encarar problemas”, dice.

  Turistas en Barcelona, en septiembre de 2022. Marc Asensio/NurPhoto via Getty Images

Qué es la clase media (si es que existe)

Según el barómetro del CIS, los “principales problemas” que existen actualmente en España –de acuerdo con la mayoría de los encuestados– son la crisis económica y el paro. Cuando se pregunta a los participantes por los quebraderos de cabeza que más les afectan de manera personal, los “problemas de índole económica” siguen siendo la primera respuesta; en cambio, en este caso la sanidad va en segundo lugar y adelanta al desempleo.

De los encuestados, el 55,9% trabaja, el 26% es jubilado o pensionista y casi el 10% está en paro. Pese a las disparidades de perfiles y salarios –más adelante entramos ahí–, es llamativo cómo casi la mitad (48,7%) se considera clase media-media, mientras que un 23% se identifica como clase media-baja o clase trabajadora, y apenas un 5% se ve clase media-alta (4,7%) o alta directamente (0,8%). 

Cuando se les pregunta por los ingresos familiares (en la siguiente imagen), el abanico es mucho mayor. El 7,8% dice percibir más de 5.000 euros al mes en casa, casi el 30% cobra entre 2.700 y 5.000, un 43% percibe en sus hogares entre 1.100 y 2.700 euros, y el 14% no llega a los 1.100 euros al mes.

Dejando a un lado el CIS, la encuesta de condiciones de vida del año 2020 realizada por el INE con datos de 2019 (previos a la pandemia) refleja que la renta media de las mujeres en España es de 17.900 euros netos al año (1.490 a mes), algo inferior a la de los hombres, que alcanza los 18.339 euros. ¿A qué llamamos entonces clase media?

Sea como sea, la riqueza y la pobreza van por barrios. Así, mientras que en Pozuelo de Alarcón (Madrid) la renta media anual por habitante es de 26.367 euros, en Alhaurín el Grande (Málaga) el salario medio por persona es tres veces menor, de 8.188 euros. Hay otro dato revelador: el 1% de la población que más gana en España acumula un 17% de la renta nacional.

  63297d112100001d00b5e2d6NACHO GALLELLO/ EL HUFFPOST

El importante cambio de expectativas desde 2008

Esta es quizás la trampa de la clase media, y cómo las percepciones esconden la desigualdad y la precariedad que imperan en España. Ferran Giménez explica que las expectativas de la sociedad han ido disminuyendo desde la crisis económica de 2008, dándose en la actualidad situaciones que hace diez años se verían “impensables”. “La expectativa de la gente ya no es tener un trabajo estable o una casa; ahora simplemente tener un trabajo que permita pagar un alquiler compartido ya se considera una buena situación”, afirma. 

El sociólogo prosigue: “En el 2008, ser mileurista era ser un pobre desgraciado. Ahora, cobrar 1.000 euros equivale a decir: ‘Bueno, no está tan mal’”. Giménez advierte que “el contexto político, económico y mediático ha contribuido a normalizar situaciones de mayor precariedad”, por tanto la sociedad ha ido reduciendo sus expectativas. “La percepción de la situación general es tan mala que ahora si tienes un contrato de 1.400 euros al mes en una tienda de ropa te consideras un privilegiado social”, insiste.

En el 2008, ser mileurista era ser un pobre desgraciado. Ahora, cobrar 1.000 euros equivale a decir: ‘Bueno, no está tan mal’

Yolanda Fernández Jurado, profesora de Economía, también cita la crisis de 2008 como punto de inflexión. Entonces “la clase media prácticamente desapareció”, asegura. “Antes había una clase media-media, pero esa franja se ha ido, especialmente hacia abajo, hacia una clase media-baja”, argumenta Fernández Jurado, contradiciendo lo que opina de sí misma casi la mitad de la población española (según el CIS).

Pobres serán otros

Para Fernández Jurado, si en la mente de la población esa clase media pura no ha desaparecido es porque hay quienes se niegan a considerarse “en el umbral de la pobreza” por muchas penurias que pasen. La pobreza “se asocia a tener que estar en una cola pidiendo alimentos, pero si aplazas comprarte un electrodoméstico lo consideras una planificación de gasto”, compara. “Es algo psicológico. A la gente le gusta considerarse que todavía es clase media”, señala la economista, pero ese estatus “se ha distorsionado bastante desde la crisis de 2008”, sostiene.

“Cuando uno ve que puede llegar a fin de mes aunque sea cambiando un poco sus hábitos, que de momento tiene trabajo, que puede dar educación a sus hijos, te dirá que está bien, aunque no haya podido irse de vacaciones, porque tiene la idea de que puede ir tirando”, razona Fernández Jurado. La economista reconoce como “lógicos, dentro de lo que cabe” los resultados ‘contradictorios’ del barómetro del CIS. “Si te están pintando un contexto catastrofista, dices: ‘En el reino de los ciegos, el tuerto es el rey’”, comenta.

Es algo psicológico. A la gente le gusta considerarse todavía clase media, pero esta prácticamente ha desaparecido

Pese a la lógica, Fernández Jurado ve un elemento crítico en toda esta cuestión de clases y percepciones. “La considerada clase media en España ha asumido que unas personas tendrán las cosas y otras sobrevivirán como podrán, y lamentablemente habrá gente que no pueda ni sobrevivir”, dice. Para la economista, el hecho de que la sociedad tenga eso asumido es de por sí “bastante delicado”.  

El sociólogo Ferran Giménez coincide en buena medida con Fernández Jurado: “Es esa idea de que, en este enorme naufragio social, de momento estoy a salvo. Y la cosa es: estás a salvo, pero con un flotador, no con un yate”.  

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es