No voy a ser madre: 'El club de la buena estrella'
A pesar de encontramos en el siglo XXI, la presión por ser madre y cumplir las expectativas sociales y personales es tremenda. Creemos que poseemos cierta libertad y flexibilidad de pensamiento, pero la realidad es muy distinta. Se sigue viendo con cierto recelo, y hasta desconfianza, a aquellas mujeres que abiertamente expresan que en ningún momento se plantearon ser mamás.
Foto: ISTOCK
Así hablaba una mujer con la que transité por el camino de Santiago hace unos años. La recuerdo osada, generosa y tremendamente alegre, vital.
A pesar de encontramos en el siglo XXI, la presión por ser madre y cumplir las expectativas sociales y personales es tremenda. Creemos que poseemos cierta libertad y flexibilidad de pensamiento, pero la realidad es muy distinta. Se sigue viendo con cierto recelo, y hasta desconfianza, a aquellas mujeres que abiertamente expresan que en ningún momento se plantearon ser mamás.
Hay grupos de mujeres que deciden realizarse una esterilización voluntaria antes de los treinta años. Lo llevan en secreto, como quien comete un delito. Quizás para no tener que justificar lo injustificable, la libertad de elegir y errar. La mayoría confiesan sentirse molestas por el peregrinaje que tuvieron que realizar para encontrar un doctor dispuesto a practicársela, cuando escuchan eso de "¿Te lo has pensado bien? Mira que puedes arrepentirte, eres muy joven". Ellas responden que ese mismo planteamiento ("¿Has pensado bien lo de ser madre? Es para toda la vida...") no se les hace a las mujeres que deciden ser madres, o aquellas que se someten a tratamientos de infertilidad.
Las estadísticas hablan de un porcentaje de arrepentimiento del 50%. Claro que si preguntáramos a todas las personas de las decisiones erróneas sin marcha atrás que se han cometido en la vida, seguro que las cifras se podrían igualar o superar.
Creo que no tener hijos es una opción tan aceptable como tenerlos. Lo esencial es realizar aquello que nos hace sentir bien sin dañar a otros. Todos sabemos que hay historias de madres espantosas, tristes, desgraciadas. Historias tan alejadas de sentir cariño por sus hijos como la tierra del planeta Marte. Estoy convencida de que muchas de esas mujeres no deseaban tener hijos. Estoy convencida de que no tuvieron otra opción.
Hace unos años, en 2013, se creó el movimiento NoMo (No mothers -no madres-), liderado por la británica Jody Day, creadora de la web Gateway-woman. Un movimiento y asociación que defiende los derechos de las mujeres que no han querido o no han podido ser madres. Tema que sigue siendo tabú. Cuentan con asesores, atención psicológica, formación y un largo etcétera de apoyo y ayudas para estas mujeres que se apartan de la normalidad.
Lo más triste de todo es escuchar, en voz baja, los comentarios de gentes que piensan que estas mujeres son frías y poco afectuosas.
Entre mis mejores amigos hay una pareja que desde el principio tuvo claro que no iban a ser padres. Son de los seres más adorables y encantadores que conozco. Ella es enfermera y sus pacientes la adoran.
Por otro lado, tenemos otro grupo de mujeres que no pueden tener hijos. Era el caso de Virginia Monagle, educadora y escritora. Cuando fue consciente de que jamás tendría hijos, fundó junto con su esposo varias escuelas para ayudar a los niños más desfavorecidos. Hablaba del espíritu maternal, es decir, una vida dedicada a los demás y feliz contigo misma.
Solía dar un consejo muy lindo a aquellas amigas que se encontraban en su misma situación: "El mundo está hambriento de espíritu maternal, y el espíritu maternal eres tú".
Coincido totalmente con esta frase. El espíritu, la actitud, es lo importante, y eso es algo que todos poseemos, de una forma u otra. Con hijos o sin ellos cuidamos de los que tenemos al lado.
Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora