13-E en Taiwán: las primeras elecciones de 2024 pueden definir el nuevo mundo

13-E en Taiwán: las primeras elecciones de 2024 pueden definir el nuevo mundo

La pelea China- EEUU por la región hace de los comicios en la isla algo mucho más grande que un duelo doméstico. Pekín lo ve como una disyuntiva entre la guerra y la paz. El favorito defiende la soberanía de facto y una identidad separada de China.

Hou Yu-ih, Lai Ching-te y Ko Wen-je, en imágenes de la campaña electoral.Getty Images

Más de 70 elecciones, con 4.000 millones de votantes decidiendo, van a definir el mundo en este 2024. Aunque las primeras que vienen a la mente son las de Estados Unidos, con la reedición en noviembre del duelo Biden-Trump si nada cambia, las más inmediatas también están llamadas potencialmente a cambiar el planeta, sus fuerzas, contrafuerzas, alianzas y hasta guerras. Son las taiwanesas y se celebran ya, este sábado 13 de enero.  

Taiwán es una "pequeña y vibrante democracia" -como la llamó la entonces  presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, en su polémico viaje de 2022-, que está a las puertas de un vecino autoritario, mucho más grande y poderoso. Ahora aborda una cita con las urnas que renovará su presidencia y su parlamento y cuyos resultados tendrán eco mucho más allá de sus fronteras. La razón: en los últimos años se ha convertido en una pieza de disputa entre China y EEUU, clave para su poderío geopolítico y comercial en la zona, intocable para ambas potencias, y de la inclinación de su nuevo mandatario y sus decisiones dependen no pocas tensiones en todo el Indo-Pacífico.

El resultado será especialmente seguido por los líderes de China , que durante mucho tiempo han reclamado a Taiwán como parte de su territorio, a pesar de no haberlo controlado nunca directamente. Es lo más especial de este territorio: su estatus. En 1949, Pekín concluyó una larga guerra civil con la victoria de los comunistas, liderados por Mao Zedong, sobre los republicanos nacionalistas, comandados por Chiang Kai-shek; estos últimos, derrotados, huyeron e instalaron su propio gabinete en la isla de Taiwán, la llamada rebelde. 

En el contexto de la Guerra Fría, muchas naciones que se oponían al comunismo reconocieron entonces la legitimidad de ese Gobierno insular. El país oficialmente mantuvo el nombre que llevaba China antes de la victoria de los comunistas: República de China. Sin embargo, a medida que el poder económico de la República Popular China empezó a crecer, muchos estados cambiaron de postura y establaron lazos diplomáticos con el gobierno de Mao. EEUU estaba entre ellos; inició sus relaciones formales con Pekín o la China continental en 1979, aunque desde los años 50 había tenido como a liado a Taipei. 

El Congreso estadounidense mantiene aún el suministro de armas a Taiwán para su autodefensa y sería su mayor aliado militar en caso de un conflicto bélico con China, según consta en el Acta de Relaciones con Taiwán y ha recordado el actual presidente, Joe Biden. La explicación es su posición geoestratégica envidiable, en el Mar de la China Meridional, que con los años se ha convertido en más clave aún, no sólo para presionar a Pekín, sino como enclave comercial y de tránsito de mercancías. 

Es parte de la llamada "primera cadena de islas", en las que se incluye una serie de archipiélagos que se consideran amigos de la Casa Blanca y que son determinantes para mantener los poderes y contrapoderes en toda la región. Ahí por donde circula el 80% del comercio marítimo del mundo y más de un tercio del comercio mundial total (del petróleo al carbón, pasando por el aceite de palma o las manufacturas y componentes tecnológicos), con el paso comercial más transitado del planeta en Malaca. A eso hay que sumar el poderío propio de Taiwán en el mercado de los microchips, indispensable para el presente y el futuro de las tecnologías que mueven el mundo. 

Washington había sido más cauteloso años atrás, para no incomodar a los chinos, pero recientemente ha disparado sus ventas de armamento: empezó Donald Trump, en 2017, aprobando intercambios militares y nuevos contratos, y ha seguido su estela el actual presidente Biden, quien sólo en 2021 vendió 5.000 millones de dólares en armas a Taiwán, incluyendo aviones de combate F-16 y misiles Patriots. Hay peticiones de material en curso por valor de 14.000 millones entre los dos gobiernos y en 2023 Biden le dio a la isla 80 millones en ayuda militar directa. 

¿Poco? Puede parecerlo, pero lo serio es que fue la primera vez en más de 40 años que EEUU usó su propio dinero para enviar armas a un lugar que oficialmente no reconoce. Sintomático. EEUU es, sin duda, el principal patrocinador internacional y proveedor de armas de la isla y los grupos de senadores, congresistas y empresarios tienen una vereda hecha en la zona de tanto visitarla. 

Formalmente, no obstante, la Casa Blanca y casi toda la comunidad internacional adoptan hoy la política de "una sola China", que excluye las relaciones diplomáticas simultáneas con Pekín y Taipei. Sólo 14 países, la mayoría del Caribe y América Latina, reconocen la independencia de la isla. Lo que ocurre es que, después de que el Kuomintang gobernase Taiwán con mano dura durante décadas, con el cambio de siglo llegó la democracia a la zona y se han ido robusteciendo los contactos con otros países con los que, pese a todo, no hay relaciones diplomáticas directas, como ocurre con EEUU. 

Eso se ha consolidado con los sucesivos ejecutivos, llegando al de la actual mandataria, Tsai Ing-wen, que no puede presentarse a la reelección porque ya acumula dos mandatos consecutivos en el poder. En esas estamos ahora, en un debate entre más independentismo, más apertura, más cercanía a Occidente o más retorno al continente, más acercamiento a China, menos rebeldía. Lo que dicen los sondeos es que la gran mayoría de la gente en Taiwán no quiere ser gobernada por China, cuyo líder hombre fuerte, Xi Jinping, amenaza con ser más agresivo hacia sus vecinos o potencias aliadas -léase EEUU- si las tornas cambian. 

China se opone abiertamente al actual partido gobernante de Taiwán y la continuidad de sus ideas, que ahora mismo son las que están ganando en las encuestas, y ha planteado las elecciones como una disyuntiva entre "guerra y paz, prosperidad y decadencia". Xi lanzó una nueva advertencia a la isla en un discurso de Nochevieja, declarando: "La reunificación de la patria es una inevitabilidad histórica". No era un mensaje nuevo, como tampoco la amenaza de emprender una guerra por la ínsula -donde residen casi 24 millones de personas- si hace falta. 

El hasta ahora ministro de Defensa de Taiwán, Chiu Kuo-cheng, ha sido insistente a la hora de recordar que un posible "error de fuego" por la presión militar en el Estrecho podría provocar un conflicto desastroso. Chiu calcula que lo que hoy puede acabar mal de forma fortuita puede ser una guerra declarada y firme en pocos años, en 2025 concretamente, que es cuando calcula que Pekín puede tener listos sus preparativos para una invasión a gran escala de la isla.

La forma en que China responda a las decisiones tomadas por los votantes de Taiwán este fin de semana será una primera pista para ver si Pekín y Washington pueden manejar las tensiones que arrastran, como trasladaron públicamente sus líderes tras verse en San Francisco el pasado noviembre, o avanzar hacia una mayor confrontación, quién sabe si incluso un conflicto. Ahora mismo, entiende la Inteligencia de EEUU, China no está lista para presentar batalla a lo grande, pero sí en unos años. Pocos. 

La idea común ha sido hasta ahora que una invasión de Taiwán sería demasiado costosa para Pekín, significaría una cifra espeluznante de muertes en el campo de batalla, interrumpiría una economía china entrelazada con las cadenas de suministro globales y ensuciaría -más- su imagen internacional. Pero la temperatura ha ido subiendo y eso asusta. Las elecciones son un cambio extra en el tablero en movimiento. 

Los candidatos

Tres hombres competirán por suceder a la presidenta Tsai Ing-wen. El favorito en la carrera, que se presenta reñida y sin grandes diferencias, es Lai Ching-te, el actual vicepresidente del gobernante Partido Democrático Progresista (PPD), que defiende la soberanía de facto de Taiwán y su identidad separada de China. Sondeos como el de ETtoday le otorgan por ahora un 38,9% de intención de voto.

Lai, un médico reconvertido en político, se describe a sí mismo como "un trabajador práctico por la independencia de Taiwán", una afirmación que enfadó a Pekín y preocupó a Washington. Con el tiempo, ha moderado su postura -o al menos su lenguaje- en la campaña electoral. Se compromete ahora, como lo ha hecho Tsai, a mantener el "status quo" actual, ofreciendo una mano tendida para hablar con China "bajo principios de igualdad y dignidad". Los comunistas ha rechazado sus ofertas, tildando al aspirante de "hacedor de la guerra" y "destructor de la paz a través del Estrecho" de Taiwán.

El vicepresidente de Taiwán y candidato del gobernante Partido Democrático Progresista para las elecciones, Lai Ching-te, durante un mitin en Taipei.RITCHIE B. TONGO / EFE

La compañera de fórmula de Lai, Hsiao Bi-khim, ayuda a enervar a China, porque es una figura muy conocida en EEUU, donde recientemente sirvió como enviada de Taiwán. China la ha sancionado dos veces por ser una "secesionista obstinada".

El mayor rival para este dúo es Hou Yu-ih, un exoficial de policía, bastante popular por su desempeño como alcalde de la ciudad de Nuevo Taipei. Es miembro del Kuomintang (KMT), el principal partido de oposición de la isla, que tradicionalmente favorece vínculos más estrechos con China. Hou culpa al PPD de provocar a China y aboga por "relaciones pacíficas" con su vecino, manteniendo abierto el diálogo e impulsando los vínculos económicos y sociales, que siguen siendo fuertes y profundos. También promete fortalecer la defensa de Taiwán, pero sin resultar amenazante. Podría ser segundo, con un 35,8% de los votos. 

El candidato a presidente de Taiwán del opositor Kuomintang (KMT), Hou Yu-ih, en un acto de campaña en Taipei.Javier Castro Bugarín / EFE

El tercer contendiente de esta elección, Ko Wen-je, proviene del Partido Popular de Taiwán (TPP), de muy reciente fundación, en 2019. Es el carismático exalcalde de Taipei, que se presenta a sí mismo como un outsider político. Su enfoque en cuestiones cotidianas ha sido especialmente bien recibido por los votantes más jóvenes, muchos de los que se han sentido frustrados con el tradicional duopolio político de Taiwán, así como con los salarios estancados y las viviendas inasequibles.

En cuanto a las relaciones con China, Ko ha promocionado un "camino intermedio", acusando al PPD de ser demasiado hostil y criticando al KMT por ser demasiado deferente. Detalle: toda su campaña electoral está escrita, también, en inglés. En este caso, se le pronostica la tercera plaza, con un 22,5% de los sufragios aproximadamente. 

Ko Wen-je, candidato del Taiwan People's Party (TPP), en un acto en Kaohsiung.RITCHIE B. TONGO / EPA / EFE

Ningún partido político en Taiwán ha sido elegido jamás para un tercer mandato en el poder, suele haber alternancia. Si Lai gana otra legislatura en el PPD, sería un hecho sin precedentes en los 27 años de historia democrática de la isla y un potente símbolo del fracaso del enfoque belicoso de China hacia Taiwán. 

La postura de Pekín

China ha utilizado durante mucho tiempo una mezcla de palo y zanahoria en su intento de persuadir a Taiwán para que se someta a su plan de "reunificación". Así ha sido durante décadas pero al igual que han crecido los movimientos proindependencia o, al menos, proautonomía en la isla, y se ha robustecido el interés de EEUU en la zona, Xi ha apretado: ha convertido este debate en intratable, un punto donde no cabe la flexibilidad. 

Desde la primera elección de Tsai, ocho años atrás, China ha cortado la mayoría de las comunicaciones con Taipei, ha acaparado su cada vez menor número de aliados diplomáticos, ha hecho retroceder los intercambios de todo tipo (de comerciales a académicos) a través del Estrecho y ha aumentado significativamente la presión militar. Muchísimo. Son ya frecuentes los despliegues y las incursiones, que generan sudores fríos en Occidente. En paralelo, Taiwán anuncia sus propios submarinos y destructores de EEUU cruzan el Estrecho... Todo muy relajado. 

Estas medidas contundentes han llevado las relaciones bilaterales China-Taiwán a su nivel más bajo en décadas. Menos del 3% de los habitantes de Taiwán se identifican ahora principalmente como chinos, y menos del 10% apoya una unificación inmediata o eventual, afirma la CNN. Los funcionarios de China, un estado de partido único, han instado al pueblo de Taiwán a tomar la "decisión correcta", lo que se considera ampliamente como un eufemismo para no votar por el PPD.

Los funcionarios de Taiwán han acusado a China de intentar interferir en sus elecciones, incluidas campañas de desinformación en las redes sociales y coerción económica. Antes de las elecciones, ha seguido el envío de aviones de combate, drones y buques de guerra cerca de los cielos y aguas de la ínsula. Pekín también ha lanzado globos, en lo que el Ministerio de Defensa de Taiwán ha llamado parte de una "guerra psicológica para afectar la moral de nuestro pueblo". Ya el año pasado tuvo un lío diplomático de primera por hacer lo propio con EEUU, justo cuando sus relaciones empezaban a ir algo mejor

Pocos expertos esperan realmente una invasión inminente del Ejército Popular de Liberación, pero aún así Pekín tiene variadas formas de demostrar su descontento. Y ya se sabe que si China se resfría, el dolor de cabeza lo tiene el planeta entero. Lo mismo vale para la economía que para la geopolítica. Hasta dónde podrían llegar estas acciones -y cómo reaccionarán EEUU y sus aliados de darse el caso– es la pregunta. Sus pasos serán seguidos de cerca por un mundo que ya está nervioso como en pocos momentos en la historia reciente. 

La compleja (y explosiva) relación con EEUU

El papel de EEUU, por muy lejos que parezca que le pilla Taiwán en el atlas, es formidable, especialmente en los últimos 10 años. Washington cortó los lazos formales con Taiwán en 1979 después de cambiar el reconocimiento diplomático de Taipei a Pekín y, desde entonces, ha mantenido estrechos vínculos no oficiales con Taiwán. Por ejemplo, está obligado por ley a proporcionar a la isla medios para defenderse. 

Durante mucho tiempo se ha mantenido deliberadamente vago respecto de si saldrá en defensa de Taiwán en caso de un ataque chino, pero en la legislatura de Biden los avisos sobre una posible entrada en liza se multiplican. La "ambigüedad estratégica" que ha sido siempre marca de la casa ahora está en entredicho por boca del propio presidente y en este tiempo se han visto amenazas, rectificaciones y nuevos avisos

China, por supuesto, ha respondido airada cada vez que se ha insinuado una protección armada de la que considera su isla y avisa de que Taiwán es "la primera línea roja que no debe cruzarse en las relaciones entre China y Estados Unidos". En el caso concreto de las elecciones de este sábado, Washington sostiene que no favorece a ningún candidato presidencial. Biden advirtió explícitamente a Xi que no interfiera en ellas, durante su encuentro del otoño pasado en suelo estadounidense. 

Un territorio, EEUU, donde lo que pase este 13-E también pasará factura, porque los cambios o los acercamientos a un lado o el otro afectarán a la diplomacia, al comercio, a la competencia, a la defensa de Washington. Para bien o para mal. Como si Biden no tuviera ya suficientes frentes abiertos a los que atender. 

Es el mundo globalizado e interdependiente, amigo.