Armas y urnas, las claves para 2024 de este mundo desordenado y convulso

Armas y urnas, las claves para 2024 de este mundo desordenado y convulso 

Los analistas del CIDOB destacan los diez grandes temas que pueden marcar el nuevo año y que irremediablemente dependen de las más de 70 citas con las urnas del nuevo año. De lo que elijan los ciudadanos dependen las trincheras y las paces. 

Ucrania, Gaza, EEUU, Taiwán, Europa y las migraciones, algunas claves del nuevo año.AP

El mundo nunca deja de girar y de cambiar. Todas las épocas tienen sus crisis, sus desastres, sus amenazas, sus alegrías y sus sorpresas. Aún sabiéndolo, la acumulación de acontecimientos recientes en el plano internacional deja sin aliento, con la sensación de que las revoluciones se han subido y cada vez son más los frentes con los que lidiar, más diversos, más complejos, más volátiles, más difíciles de comprender.

Por eso, en tiempos de inestabilidad y de intoxicaciones, es indispensable recurrir a los que saben, a las fuentes serias. Entre ellas está siempre el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), un tanque de pensamiento que cada año analiza los diez grandes temas que marcarán el año por venir. En esta ocasión, apunta a que todo estará marcado por dos elementos: las armas y las urnas. 

Las elecciones en el planeta, más de 70 y de un enorme calado, acabarán determinando el curso de las batallas sobre el terreno, y viceversa. Todo lo que decidan los ciudadanos tendrá mucho más que eco, consecuencias directas en la violencia, en la solidaridad, en las relaciones comerciales, en los valores y en los sistemas del mundo entero, como explica Pol Morillas, el director del CIDOB. Habrá elecciones en las que hay llamados 4.000 millones de votantes y eso "va a definir el mundo", empezando por los conflictos armados en curso, más de 50, según la ONU. 

"2024 empieza totalmente abierto, marcado por un mundo cada vez más diverso y (des)ordenado, definido por alianzas e intereses cambiantes en cuestiones como la competición geopolítica, las transiciones verde y digital o la seguridad internacional. Arranca un año en el que estaremos pendientes del resultado de las urnas, así como de los límites de la impunidad con que actúan, cada vez más desacomplejadamente, las armas", dice su informe, en el que se constata que la inestabilidad global no es una sensación sino una certeza en este mundo "desordenado, convulso y contestado". 

Estos son los puntos a los que habrá que prestar atención:

1. Más conflictividad, más impunidad

El 2023 que se nos va ha sido uno de los años más conflictivos en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En apenas 12 meses, la violencia política ha aumentado un 27%. La guerra en Gaza ha marcado el final del año, con sus más de 20.000 víctimas mortales contabilizadas hasta el momento, las advertencias por parte de Naciones Unidas del riesgo de colapso humanitario y de genocidio de la población palestina atrapada en la Franja, así como el pulso entre el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y el secretario general de la ONU, António Guterres, para intentar lograr un alto el fuego. "En esta crisis continuada del orden liberal y en plena discusión sobre la validez del derecho internacional, Israel ha asestado un golpe profundo a la credibilidad de Naciones Unidas", sostienen los especialistas del centro barcelonés.

Este año ha sido violento. Se estima que una de cada seis personas en el mundo ha estado expuesta a un conflicto en los últimos 12 meses. "La sensación de impunidad y de menosprecio por la legislación internacional se ha agravado", dicen, y no sólo en Gaza. El enquistamiento de la guerra en Ucrania; la expulsión de la población de origen armenio de Nagorno Karabaj; o la sucesión de golpes de estado vividos en seis países africanos en los últimos 36 meses dan buena cuenta de este momento de "desregulación del uso de la fuerza", que se ha ido fraguando durante años de erosión de las normas internacionales. "¿Dónde están los límites? ¿Habrá conciencia colectiva de la necesidad de una gobernanza compartida?", se pregunta Carme Colomina es investigadora principal de CIDOB.

Su compañero Moussa Bourekba afina un poco más sobre la guerra Israel-Hamás, esa que amenaza con cambiar todo Medio Oriente. Confirma que el escenario es "extremadamente volátil" y que "el riesgo de escalada en la violencia en próximos meses es mucho más alto que las posibilidades de desescalada". Para él, la pregunta clave es qué pasos va a dar Tel Aviv en la franja, eso que tanto angustia a EEUU. "Israel no tiene intención de acabar hasta erradicar a Hamás por completo pero sus socios internacionales le dicen que es casi imposible", explica. Puede haber dos tendencias: una de mayor aislamiento internacional o una de intensificación de las presiones para lograr "un alto el fuego sostenible". De todo ello dependerá la nueva fase de la guerra. 

Y queda la pregunta de la postguerra; nadie sabe para cuándo ni cómo será. Bourekba plantea la posibilidad de una zona colchón en el norte de Gaza, para aislar lo más posible la zona y evitar riesgos para su seguridad; la recolonización o el control del territorio, que es lo que le reclaman a Netanyahu sus socios más ultraderechistas, y el debate de quién toma el testigo a Hamás, ya que Tel Aviv no quiere ni que Fatah ni que la ANP como tal asuma el mando de Gaza. 

Unos chicos palestinos tiran piedras a soldados de Israel durante un enfrentamiento en Nablus (Cisjordania).Majdi Mohammed / AP

La duración de la guerra redundará en un incremento de la violencia en Cisjordania, vaticina, con una aceleración de los asentamientos ilegales (en los que viven unos 600.000 israelíes, según la ONU), más incursiones militares y, por tanto, más muertes. Todo, con una Autoridad Nacional en "muerte cerebral", "desacreditada", y un Hamás al alza también en Cisjordania por su resistencia y la liberación de presos conseguida en el trueque con rehenes. 

La regionalización del conflicto estará siempre presente en 2024, con consecuencias "por ver". En Líbano, "cualquier incidente puede llevar a un encadenamientos de eventos que no se pueden controlar; en el mar Rojo, el miedo a enfrentamientos si los hutíes siguen atacando barcos en una zona por la que pasa el 10% del comercio marítimo internacional, y todo ello pendientes del papel negociador de los estados árabes en la crisis gazatí. 

El Barcelona Centre for International Affairs también se detiene en Ucrania, que resiste "a pesar de todo", algo por lo que pocos apostaban al inicio de la contienda. Pese a ello, afronta en estos meses tres desafíos clave para su futuro inmediato. El primero es el frente puramente militar, donde buscará "atenuar el impacto de la reducción de la ayuda financiera y armamentística de Estados Unidos y evitar un debilitamiento de la línea de combate, convertida en una guerra de resistencia". Morillas explica que estamos ante un escenario de "congelación" del conflicto y que en estos momentos harían falta medios de defensa y de ataque que Ucrania "no tiene posibilidad de conseguir a corto plazo", especialmente la fuerza aérea por la que tanto clama el presidente Volodimir Zelenski.

El segundo de los retos en el frente político exterior "es intentar afianzar el proceso de adhesión a la UE y el apoyo de Bruselas". La apertura formal de negociaciones con Bruselas es prácticamente la única victoria de Kiev en este tiempo de agresión, pero el proceso "es muy largo, consta de 35 capítulos negociadores, y cada uno de ellos puede estar sujeto al veto húngaro", expuesto este mismo diciembre tanto en el proceso en sí como en el dinero que Europa quiere comprometer con Ucrania. Hará falta unanimidad y, por ahora, sólo cuenta con 26 estados de 27.

El tercero "está en el liderazgo interno", ya que "por primera vez desde el inicio de la invasión, han empezado a emerger discrepancias entre Volodímir Zelenski y su comandante en jefe, Valerii Zaluzhnyi; o entre el presidente y el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko." Morillas explica que hay una corriente que cree que la guerra se plantea "objetivos irreales como recuperar todo el territorio, incluyendo Crimea" y hay críticas sobre la "capacidad real de acometer la contraofensiva". Y, sobre todo ello, flotando las elecciones de EEUU y los riesgos de que la financiación baje. 

2. La democracia, a examen

Más de 4.000 millones de personas están llamadas a las urnas en 76 países, casi el 51% de la población mundial. Una barbaridad. Mientras la mayoría de la ciudadanía de estos países votará en democracias plenas o con imperfecciones, uno de cada cuatro votantes participará en comicios en regímenes híbridos y/o autoritarios (22 de 76). Países como Rusia, Túnez, Argelia, Bielorrusia, Ruanda o Irán instrumentalizarán estos procesos electorales para tratar de fortalecer a los liderazgos en el poder y ganar legitimidad ante sus ciudadanos, mientras que casi la otra mitad del electorado ejercerá su derecho a voto en países que, en los últimos años, han mostrado una erosión democrática o tentaciones iliberales, como en Estados Unidos o India. 

"El intenso ciclo electoral de 2024 será decisivo para saber si se consolida la contestación, la fragmentación y el auge del extremismo político que han transformado las democracias a nivel global, o bien si el sistema resiste", apunta el CIDOB.

El "mayor desafío" en esta carrera electoral es, probablemente, la presencia de expresidente de EEUU Donald Trump, "no sólo porque su futuro inmediato está en manos de los tribunales, sino también porque, si su candidatura llegara a materializarse, significaría que el Partido Republicano habría decidido entregar su futuro al hombre que intentó revertir los resultados electorales de hace cuatro años y que el propio comité del Congreso, que investigó la toma del Capitolio en enero de 2020, acusó de insurrección'". Un posible retorno de Donald Trump a la Casa Blanca "modificaría por completo la posición de Washington en cuestiones como el suministro de armamento a Ucrania, el apoyo a Israel o la confrontación con Rusia o China", avisa el dossier.

Donald Trump, el pasado 17 de diciembre, en un mitin en Reno.Godofredo A. Vásquez / AP

También el futuro de la Unión Europea, que afronta este invierno con dos guerras en su vecindario, se decidirá en las urnas. Además de las elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio de 2024, otros 12 Estados miembro también tienen comicios. Las elecciones generales en Bélgica, Portugal o Austria serán un buen termómetro para medir la fuerza de la extrema derecha, que aspira a salir reforzada de las elecciones a la Eurocámara. 

Según su Constitución, Ucrania también debería celebrar elecciones en marzo de 2024, es muy probable que Volodimir Zelenski aplace estos comicios hasta después de la guerra, como ya ha dejado ver. Rusia, en cambio, sí acudirá a las urnas el 17 de marzo de 2024, unas elecciones a las que Vladimir Putin se presenta a la reelección y cuyo resultado alberga pocas dudas. 

En África, se celebrarán 16 elecciones, entre ellas en Sudáfrica 30 años después del fin del apartheid, en las que el Congreso Nacional Africano (ANC), en el poder desde las primeras elecciones libres y generales de 1994, aspira a revalidar el poder, aunque el principal partido opositor, la Alianza Democrática, podría dar una sorpresa. En México, las presidenciales de junio de 2024 elegirán, por primera vez en su historia, a una mujer como presidenta del país: Claudia Sheinbaum versus Xóchitl Gálvez. Finalmente, está por ver qué grado de participación podrá tener la oposición venezolana en las elecciones presidenciales pactadas por Nicolás Maduro para la segunda mitad del año.

Anna Ayuso, la especialista en América Latina del CIDOB, augura continuidad en México con Sheinbaum, del mismo partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, y duda de que los opositores venezolanos logren aún "posiciones competitivas", pese a la "debilidad" de Maduro. De Venezuela destaca el caso del Esequibo, que disputa a Guayana, que parece en "desescalada" tras el refrendo de los bolivarianos, pero que no se puede "desestimar". 

Hay otras elecciones sensibles este año: las de Taiwán, ya, el 13 de enero. Inés Arco, la investigadora especializada en Asia Oriental, explica que los tres principales candidatos mantienen una relación similar con China, que pasa por mantener el statu quo, no declarar la independencia, mantener la cercanía con Japón y EEUU y seguir armándose. Luego hay matices, más soberanistas, de más cooperación con Washington, de más capacidad defensiva... Pero si no cambian las cosas, las tensiones pueden ser las de ahora. 

No obstante, existe la posibilidad de que venzan los actuales opositores, más cercanos a Pekín y dispuestos a incrementar sus lazos, sobre todo en lo económico. 

3. De la saturación informativa a la desconexión social

"Nos encontramos ante unas sociedades cada vez más abrumadas por la saturación de contenidos, y exhaustas por la velocidad de los cambios que deben digerir", confirma el CIDOB. "La incertidumbre política y electoral, así como la multiplicidad de conflictos que marcarán el 2024 alimentarán todavía más el desfase entre sociedad, instituciones y partidos políticos", a lo que se suman los cambios demográficos relacionados con el uso de la tecnología y el contexto de volatilidad permanente, que también se han traducido en una menor fidelización del voto, lo que ha contribuido a la crisis de los partidos tradicionales. 

El elemento identitario de pertenencia a un partido ha mutado entre los más jóvenes. La identificación se construye desde el posicionamiento en cuestiones como el cambio climático, la inmigración, el racismo, los derechos de las mujeres o el colectivo LGTBI+. Para los más nuevos, "los partidos políticos tradicionales han sido incapaces de articular una forma de comunicación directa, aumentando la sensación de desconexión entre sociedad, políticos e instituciones".

Con el auge y la consolidación de la Inteligencia Artificial (IA), la desinformación será uno de los retos adicionales de este superaño electoral, ya que su rápido progreso puede proyectar una sombra todavía mayor sobre la confianza en la información y en los procesos electorales. El perfeccionamiento de los deepfakes, la rápida y sencilla creación de imágenes, textos, audios o propaganda por IA, así como la creciente dependencia de las redes sociales para informarse de la realidad, representan un caldo de cultivo para la desinformación en un momento en el que aún no existe un control efectivo de estas tecnologías.

4. Inteligencia artificial: explosión y regulación

Hablando de IA, 2023 fue el año de la presentación en sociedad de ChatGPT, que sólo dos meses después de su lanzamiento ya contaba con 100 millones de usuarios. La revolución también trajo consigo una nueva consciencia de los riesgos, aceleración y transformación que supone esta tecnología. Por eso, 2024 será un año fundamental para la regulación de la IA. 

La más ambiciosa es la de la UE, que está decidida a convertirse en la primera región del mundo que se dota de una ley integral para regular la inteligencia artificial. Pero el debate de la gobernanza va de la mano de la carrera geopolítica por liderar la innovación tecnológica y, a diferencia de la UE, en el caso de Estados Unidos y China eso significa, además, el desarrollo de su aplicación militar. La primera cumbre mundial sobre seguridad de la IA, deja sobre la mesa la Declaración Bletchley, firmada por 28 países, que recoge un compromiso para abordar las principales amenazas de la IA y examinar los modelos de IA de empresas tecnológicas antes de su lanzamiento. En septiembre de 2024, durante la Cumbre del Futuro organizada por Naciones Unidas, se presentará el Pacto Digital Mundial.

5. Resaca económica y sostenibilidad de la deuda

En 2024 serán más visibles las consecuencias económicas de la sucesión de crisis experimentadas en los últimos años. El Fondo Monetario Internacional (FMI) no espera que la inflación se sitúe en el objetivo de la mayoría de bancos centrales hasta 2025, "lo que augura tipos de interés elevados durante un largo período de tiempo, sobre todo si se vuelve a tensionar el precio del petróleo en un contexto de elevada incertidumbre geopolítica". La previsión de crecimiento del FMI para 2024 es del 2,9%, una tasa muy similar a la de 2023 e inferior a las tasas de crecimiento prepandemia. 

También habrá que seguir de cerca la evolución de una China que se enfrenta a su menor crecimiento económico en 35 años, exceptuando los años de la COVID-19, lastrado por una excesiva acumulación de deuda y su dependencia del sector inmobiliario. Por su parte, los países emergentes "sentirán con fuerza el frenazo chino, ya que muchos de ellos se encuentran en una delicada situación fiscal" que, en un contexto de rápido tensionamiento de las condiciones financieras y de fortaleza del dólar, agrava también su vulnerabilidad externa.

Reunión de los BRICS en Johannesburgo, el pasado 24 de agosto, en el momento de la intervención 'online' de Vladimir Putin.Marco Longari / Pool via AP

6. Sur(es) y Norte(s)

El Sur Global, según el diagnóstico del CIDOB, se consolida como un actor clave en la contestación a Occidente bajo lógicas antiimperialistas o de doble rasero. La imagen más simbólica de este momento de expansión geopolítica la veremos en octubre de 2024, cuando los BRICS se reúnan en Rusia para formalizar su ampliación. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica suman a su club a Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. 

Juntos suponen el 46% de la población mundial, un 29% del PIB global, e incluyen a dos de los tres mayores productores de petróleo del mundo. De esta forma, los BRICS ganarán una voz todavía más potente, aunque también es posible que integren más contradicciones internas y agendas propias.

7. Retroceso de los compromisos internacionales

2024 también tiene que demostrar si la comunidad internacional todavía es capaz y quiere consensuar respuestas coordinadas a problemas globales compartidos, a través de órganos de gobernanza colectiva. No será fácil. Estamos ante una aceleración de la crisis ecológica, un récord de migraciones y desplazamientos forzosos, así como ante una clara involución de la agenda para la igualdad de género (a este paso, se necesitarán 131 años para alcanzar la plena paridad). 

En Europa, la hiperactividad regulatoria en cuestiones climáticas e industriales está aumentando la politización de este tema, de la mano de fuerzas de derecha radical, y avivando el malestar social en ciertos estados miembros como Italia, Países Bajos o Alemania, que están tratando de limitar las ambiciones de la UE en materia climática.

También las políticas migratorias europeas han formalizado un retroceso importante. El Pacto Europeo de Migración y Asilo, que está previsto que salga adelante antes de las elecciones europeas de 2024, supone una legitimación de las políticas antiinmigración de la UE. Dicho pacto permite retrasar el registro de los solicitantes de asilo, instaurar procedimientos de asilo fronterizos de segunda categoría y ampliar el tiempo de detención en frontera.

Mamadou Patherazi, de Guinea, en una litera de la Iglesia de la Misión Cristiana Moderna en Fuerteventura, en una imagen de archivo.Emilio Morenatti / AP

8. Desbordamiento humanitario

Los gobiernos donantes y las agencias humanitarias deben prepararse para un 2024 de grandes necesidades de asistencia en múltiples regiones. Las guerras y la violencia impulsaron el desplazamiento forzado a escala mundial hasta una cifra récord estimada de 114 millones de personas a finales de septiembre de 2023, según ACNUR. 

Los principales generadores de estos desplazamientos forzados fueron la guerra en Ucrania y los conflictos en Sudán, la República Democrática del Congo y Myanmar; además de la sequía, las inundaciones y la inseguridad que azota Somalia; así como una prolongada crisis humanitaria en Afganistán.

Sólo en los primeros seis meses de 2023, se presentaron 1,6 millones de nuevas solicitudes individuales de asilo a nivel mundial, la cifra más alta jamás registrada. Los expertos también alertan del riesgo de una nueva crisis del arroz en 2024, como consecuencia de la restricción en las exportaciones que impuso India para intentar contener los efectos del descenso de producción interna. 

La ONU ha pedido 43.000 millones de dólares para atender las crisis humanitarias de 2024 en todo el mundo, aunque sabe que no llega a recaudar ni un tercio de lo que reclama habitualmente.

Blanca Garcés, investigadora del área de Migraciones del CIDOB, explica que la mayor parte de las personas que van a tener que moverse en el mundo en el 2024 acabará quedándose en países vecinos al suyo o relativamente cercanos. "La mayor parte no va a llegar a nuestras fronteras", constata, aunque haya "un movimiento de la movilidad en general", con un mundo creciendo desigualmente. Rechaza la "imagen distópica de un mundo fuera de control", una "narrativa del caos" de la que se alimentan los más radicales. 

9. Securitización versus derechos

El conflicto entre seguridad y derechos fundamentales ha sido una constante en 2023, y la incertidumbre electoral de los próximos meses fomentará, todavía más, la tentación de las políticas de control y mano dura. La securitización de los movimientos sociales también emerge como una estrategia que seguirá ganando peso en 2024. 

Cada vez más, los gobiernos democráticos están extremando la presión sobre los movimientos de protesta: multas, prohibiciones de la libertad de expresión o persecución judicial están empequeñeciendo el espacio de la protesta civil.

Assa Traore, cuyo hermano Adama murió bajo custodia policial, en una protesta contra la violencia de los uniformados en París, el pasado julio.Thomas Padilla / AP

10. Desacoplamiento entre intereses y valores

La batalla de narrativas que durante tanto tiempo se utilizó como argumento de la confrontación geopolítica entre democracia y autoritarismo se está quedando obsoleta. El mundo se ha transformado en una "batalla de ofertas", dicen ahora los especialistas, que configura tanto la opinión pública como la acción de los gobiernos. 

Crece la diversidad de opciones y de alianzas. Las narrativas hasta hace poco hegemónicas o están contestadas o ya no sirven para explicar la realidad. En esta "multipolaridad desequilibrada", como la llaman, con potencias medianas marcando agendas regionales, los grandes actores tradicionales están obligados a buscar su propio espacio. 

La crisis del orden liberal, agudizada por la reacción internacional a los últimos conflictos, y la erosión del multilateralismo -con el desafío explícito a Naciones Unidas, aún más sobre la mesa ahora con la crisis de Gaza- alimentan todavía más esta sensación de dispersión del poder global hacia una variedad de potencias medianas dinámicas, capaces de ayudar a moldear el entorno internacional en las próximas décadas.

Carme Colomina habla de un "duro golpe a la credibilidad" de la ONU asestado en Gaza, donde la organización "se aferra" a su papel humanitario mientras fracasa lo demás. "Refleja la parálisis geopolítica del Consejo, la erosión de la gobernanza mundial constante tras 1945", afirma. Los límites a la impunidad, repite, son uno de los ejes principales de ese debate.