La encrucijada de Macron: cómo puede hacer frente a una crisis que ha llegado para quedarse

La encrucijada de Macron: cómo puede hacer frente a una crisis que ha llegado para quedarse

El presidente de Francia aprueba las pensiones por decreto y enciende la calle, con tres millones de manifestantes. Quiere pasar página, pero quizá no pueda. 

Emmanuel Macron, durante una visita al instituto Jean Lartaut de Jarnac, el pasado 28 de febrero.STEPHANE MAHE / POOL / AFP via Getty Images

Emmanuel Macron ha superado una semana dificilísima. El presidente de Francia ha salido vivo de una doble moción de censura, pero apenas con nueve votos de margen, y ha sacado adelante su polémica reforma de las pensiones, pero por decreto, sabedor de que en la Asamblea Nacional no tendría los apoyos necesarios para lograrlo por derecho. Sus decisiones y sus maneras no han hecho sino indignar aún más a los ciudadanos, sacando a la calle, el pasado jueves, hasta a tres millones y medio de descontentos con sus políticas. El liberal trata de pasar página, de poner la vista en otros retos y prometer cierta apertura futura, pero afronta una crisis que ha llegado para quedarse, como poco, en el medio plazo. Y le quedan cuatro años de mandato para estar así. Eso no hay ciudadanía ni Gobierno que no aguante. 

"Es muy complicado gestionar cuando un 70% de los franceses se oponen a tus decisiones, como en el caso de las pensiones", resume el investigador Luc Durand, colaborador del Institut Montaigne. "Macron apenas lleva un año de su segundo mandato, pierde apoyos parlamentarios y la calle es cada vez menos amigable, por decirlo suavemente. No es que Charlie Hebdo lo pinte en la guillotina, es que esa imagen se repite en las protestas. Un político que se encumbró en su promesa de consenso y de diálogo, ante el desgaste de los partidos tradicionales, es ahora tildado de antidemocrático, de despreciar a sus electores. No es fácil salir de ahí, pero inteligencia no le falta", valora. 

La reforma de las pensiones ha sido la gota que ha colmado el vaso, pero el líder de Renacimiento (la nueva marca de En Marcha!) había pasado ya por subidas de fiebre importantes en el plano social, como los chalecos amarillos o las manifestaciones de la primavera de 2022, previas a las presidenciales en las que venció, aunque convenciendo menos (58.54 % frente al 41.46 de Marine Le Pen y su Agrupación Nacional de ultraderecha). Entonces estábamos en su primer mandato presidencial. Aún vestía cierta imagen de nuevo, de reformador, y contaba con una mayoría en la Asamblea Nacional que avalaba sus actos. Ahora la situación es inédita y lleva al bloqueo o al ordeno y mando, algo "no visto en la V República", en palabras de Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierdista Francia Insumisa. 

Por el "bien general"

Macron se ha enrocado con las pensiones porque es una apuesta personal, la madre de todas sus reformas. Entiende que es tan impopular como necesaria y asume el coste, dice, por el "bien general". "¿Creen que me gusta hacer esta reforma? No (...). Ninguna fuerza sindical ha propuesto compromisos. Nos han dicho que no querían ninguna reforma", dijo el miércoles en una entrevista televisada con la que trató de hacer control de daños. 

Argumenta que el cambio, que conlleva entre otras cosas el aumento de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años y el adelanto de la exigencia de 43 años de cotizaciones, es necesario para mantener la credibilidad financiera de Francia en los mercados internacionales, donde refinancia su deuda que ronda 110 % del PIB nacional. "Considero que los riesgos financieros y económicos (de no llevar a cabo la reforma) son demasiado grandes", dijo Macron ante su gabinete, según un comunicado de su oficina.

Actualmente, el sistema de pensiones galo es excedentario, pero acumulará un déficit de unos 13.000 millones de euros en 2030, lo que representará un 4% del gasto en pensiones, según los cálculos del Ejecutivo. El presidente se escuda justamente en estos datos para insistir en su medida. Las diferencias con Los Republicanos (el partido de la derecha de siempre) le hicieron tener dudas de superar la votación en la Asamblea. Recurrió, entonces, al decreto, legal, claro, recogido en la Constitución (el apartado 3 del artículo 49 permite al primer ministro actuar unilateralmente), pero que suena a imposición. Eso lo ha dejado "tocado", define el analista, y puede "ser un lastre para el resto de su mandato".

¿Tan sensible y determinante es la materia? "Son varias cosas. Está el gesto de no consensuar y dialogar y el de la reforma en sí. La deuda pública no es una preocupación en los hogares, pero la jubilación sí lo es, más cuando hay una importante población de empleados mayores que se ven abocados a una vejez complicada, hay negociaciones con los sindicatos sobre su situación. Eso es un problema doméstico. Lo otro, no", indica.

"Caos" es la palabra que más se repite en la prensa gala de estos días. Caos en la calle, en los escaños y en los despachos. Contrasta con la imagen de hombre legal y serio que Macron siempre ha tratado de mostrar. El presidente también la usa, pero para desdeñar a los que se manifiestan violentamente. Dice que hay que "escuchar la cólera de los ciudadanos", a su entender "legítima", pero que no tolerará "un desbordamiento". El Ministerio del Interior da datos que constatan que ya se ha producido: el jueves fueron detenidas 457 personas y acabaron heridos 441 policías. Su titular, Gérald Darmanin, achacó los incidentes (casi mil incendios de mobiliario urbano y contenedores) a grupos de "extrema izquierda" que quieren "atacar" a la nación, ante los que no hay que ceder porque, si no, "la República no existe".

El movimiento no pierde fuelle, pese a que la reforma se ha aprobado, que ya no es una posibilidad sino una realidad que Macron quiere aplicar este mismo año. Es más, en las últimas convocatorias ha sumado a muchos jóvenes, representados por organizaciones estudiantiles. Los paros siguen afectando a sectores clave, de esos que pueden paralizar todo un país, como los transportes y los combustibles. La defensa del texto que hizo Macron en su entrevista, 24 horas antes de la última protesta masiva, sólo encendió los ánimos y para el martes hay convocada otra ronda. Los lemas que se cantan son para todo el Gobierno, pero particularmente contra él. Hay un componente personal de animadversión que, dice Liberation, el inquilino de El Elíseo parece no querer asumir.

Está por ver si los adoquines, cócteles molotov e incendios restan popularidad a la protesta, pese a que los sindicatos hacen constantes llamamientos a marchar en paz y a que muchos de los incidentes se han dado antes de la convocatoria de protestas, en zonas aledañas. De momento, el desgaste es para Macron, por mucho que llame a todos "muchedumbre" y "provocadores".

¿Puede salir adelante?

La pregunta ahora es si el presidente de Francia puede resistir al envite, qué puede hacer para salir del atolladero, qué apuestan pueden salvarle. Los datos no le van bien: ya tuvo una moción de censura en octubre (lleva tres en el mandato) y se topó con 239 votos en contra en la Asamblea; esta semana, la cifra ha subido a 287. Tiene cada vez menos partidarios, o más enemigos. La base para pelear en los cuatro años de mandato que le restan no es sólida, así que ese es el primer reto que tiene, el de la estabilidad, perdida tras las legislativas del pasado año, que también le han llevado a derechizarse, algo que el electorado al que ilusionó le reprocha.

A lo largo de esta semana, ha tenido reuniones con su gabinete y con sus aliados parlamentarios, Horizons (centro-derecha) y MoDem (socioliberal), tratando de ver por dónde seguir. Hay varias cosas que anunció en su entrevista: no va a dimitir, no va a disolver la Asamblea Nacional, no va a convocar elecciones. Es entendible, alentaría a los extremistas de un signo y de otro y el cansancio de los electores también puede incrementar la abstención. Tampoco va a destituir a la primera ministra (Élisabeth Borne, también en el epicentro de las críticas) y no hay crisis de Gobierno a la vista. "Ahora es el momento de calmar los ánimos, sobre todo. Las encuestas dicen que no podría tener una mayoría de gobernabilidad si vamos ya a las urnas. Pero es que no la tendría nadie, posiblemente, y Francia sería un lodazal. Malos resultados, complicadas alianzas y alas al contrario... no es una buena fórmula para Renacimiento", dice Durand.

La calma debe llegar, entiende, de la mano del diálogo. "Será necesario que llegue a mayorías puntuales al menos para sacar adelante su paquete legislativo. De lo contrario, el país se bloqueará. Tiene que negociar con sus opositores al menos para lograr avances, aunque sean parciales. La imagen de excesivo presidencialismo e individualismo debería quedar atrás e insistir en la pedagogía, también, de cómo y por qué quiere modernizar Francia de esta manera", ahonda. Con las calles llenas de basura y empleados teniendo que trabajar forzosamente, sin que se respete su derecho de huelga, no se consigue, viene a decir. En las sesiones más recientes de la Asamblea se han visto carteles y gritos reclamando más democracia y participación y es eso lo que las encuestas del Instituto de Estudios Políticos, con sede en París, dice que quieren los ciudadanos: que se escuche la voz de la sociedad civil y de los sindicatos, que han ganado enteros en estos años.

Su meta debería ser, como poco, ganarse a Los Republicanos para que le den tranquilidad en la cámara baja, donde en lo que va de mandato le han ayudado a sacar una veintena de normas. Un acuerdo de coalición se ve más complicado, por ambas partes, pero no tanto ir poco a poco, ley a ley, incluso partirlas o atomizarlas para que vayan saliendo propuestas parciales. Es lo que Macron desearía ante la reforma migratoria que ya se anuncia. "Si se congela, si no da pasos, la inacción puede hacer que los demás pasen a una ofensiva redoblada", constata el politólogo.

Macron quiere avanzar, dijo en su comparecencia del miércoles, en reindustrialización, pleno empleo, el reto ecológico y un nuevo modelo sanitario y educativo, que pinte una nueva Francia en 2030. En esa misma entrevista anunció que ha pedido a la primera ministra que "establezca una agenda parlamentaria para la legislatura y amplíe la mayoría para una serie de leyes, de textos concretos, para que puedan ver la luz". De a poco y con otros, parece la vía intermedia para salir del atolladero, sin tragarse todos los "no" ya anunciados. No se han desvelado ni plazos ni tipos de mayorías para esta etapa de relativa flexibilidad. Republicanos aparte, podría intentar algo con los socialistas, pero tampoco hay mucho margen más de entendimiento y, además, los puentes llevan años achicharrados.

También mandó Macron un mensaje a los sindicatos: les emplazará "en unas semanas" a retomar el diálogo social en materias como la evolución de las carreras profesionales, la formación de empleados adultos, los sectores no cualificados o el sector público. Empieza mal, porque por sus actos de esta semana lo más suave que lo están llamando es "lunático" y "cínico". El presidente insiste en que "hay que pasar a otra cosa" y dejar las pensiones a un lado, "un paso difícil pero imprescindible".

Hace tiempo que hay enfado, que hay hartazgo, que la gente no puede seguir como hasta ahora en Francia. El reto de Macron es darle soluciones para que no caigan en la desesperanza o la radicalidad. Mucha tarea por delante.