Israel aparca su división interna en un 'todos a una' contra el horror de Hamás

Israel aparca su división interna en un 'todos a una' contra el horror de Hamás

Los ciudadanos, que llevaban nueve meses en las calles peleando contra las políticas ultras de Netanyahu, se apiñan porque todos tienen un muerto, un herido, un rehén o un reservista en casa. Pero piden responsabilidades para cuando todo pase. 

Familiares y amigos despiden al soldado Abraham Cohen en el cementerio del Monte Herzl de Jerusalén, el pasado jueves.Francisco Seco / AP

Las tiendas están cerradas, salvo las imprescindibles. Las aulas, sin alumnos, por precaución. Las oficinas, echando de menos a los trabajadores que han sido movilizados para el Ejército. Israel vive un shock de país tras el ataque de Hamás del pasado 7 de octubre, del que no despierta aún. Demasiado imprevisto (pese a la acumulación que explica todo), demasiado brutal, demasiado todo. 

Trata de digerir que tiene en la morgue más muertos que nunca desde la creación del Estado, en 1948, al menos 1.300, además de 3.200 heridos y entre 100 y 150 nacionales hechos rehenes por la milicia dentro de Gaza. No hay prácticamente nadie en ese país pequeño (9,3 millones de habitantes) que no tenga un familiar o un conocido muerto o afectado, secuestrado o reclutado. 

Hamás ha aprovechado, entre otras cosas, que se encadenaban nueve meses de protestas contra el Gobierno de Benjamin Netanyahu, sustentado por ultranacionalistas y religiosos, y que ha llevado a cabo una reforma judicial que, entiende gran parte de la población, atenta contra el Estado de derecho. Pensó que esa debilidad le ayudaría, pero se ha encontrado con una esperada respuesta de cierre de filas, de todos a una contra el horror. La causa palestina que dice defender Hamás no divide a los israelíes y menos cuando se les ataca por tierra, mar y aire como ahora. 

Ahora lo están demostrando hasta con la presencia en la frontera de esos reservistas que, sólo una semana atrás, decían que se negaban a aceptar órdenes de un Ejecutivo que tildaban de autoritario y antidemocrático. El dilema, vista la crisis, está resuelto. "Terror, asesinato, mutilación y secuestro deliberados de civiles", los actos constatados por Naciones Unidas, pesan. Como explica el Center for Strategic and International Studies (CSIS) de Washington, "las amenazas externas han promovido la solidaridad nacional, a pesar se los muchos desacuerdos internos. La naturaleza extrema de la violencia cometida ha resultado particularmente insoportable". 

"Las amenazas externas han promovido la solidaridad nacional, a pesar se los muchos desacuerdos internos. La naturaleza extrema de la violencia cometida ha resultado particularmente insoportable"

El movimiento más visible en Israel, a la espera de ver cómo se acomete la "ofensiva total" sobre Gaza, ha sido la creación de un Gobierno de unidad para abordar la emergencia. No es total, pero es pesado. Fue aprobado por la Knesset (el Parlamento) en la tarde del jueves y supone incorporar al Ejecutivo de Netanyahu a cinco diputados de la oposición, liderados por Benny Gantz, el exjefe del Estado Mayor nacional y que ahora era uno de los mayores críticos de Bibi desde el partido, Unidad Nacional, liberal de centroderecha. Entre ellos hay otros dos nombres importantes: los de Gadi Eisenkot, también exjefe del Estado Mayor, y Gideon Saar, exministro de Justicia. No se ha sumado al acuerdo Yair Lapid, dirigente de Yesh Atid -el mayor de la oposición-, que ha criticado duramente a Netanyahu, aunque ha prometido apoyar el nuevo Ejecutivo desde fuera.

El gabinete de gestión de la guerra estará integrado por Netanyahu, Gantz y el actual ministro de Defensa, Yoav Gallant. En la comparecencia en la que el trío anunció el acuerdo, el primer ministro dijo: "El pueblo de Israel está unido y su Gobierno está unido (...). Luchamos contra un enemigo cruel, peor que el ISIS". Gantz explicó que estar "codo con codo" es lanzar un mensaje a sus "enemigos" pero, sobre todo, a los ciudadanos. "Todos estamos juntos, todos somos soldados (...). Hay un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz y ahora es tiempo de guerra". 

Asunción de responsabilidades 

Es imagen es la esperada para remontar. Hay que responder y toca recomponer el mito de la invencibilidad de Israel, que ha quedado por los suelos con esta crisis. La pérdida de vidas, tan alta que nunca que había visto en su historia, se ha producido por una estrategia callada y bien planificada de Hamás pero también, porque se han producido fallos de seguridad y de Inteligencia inexplicables por el momento. En una tribuna en El País, el escritor David Grossman, lo resume en los términos que siente la ciudadanía: "negligencia criminal de los responsables de los servicios de seguridad" que ha llevado a una "pesadilla diferente" que sobrepasa lo anterior. 

Habla de "profunda sensación de traición", de "abandono del Estado en beneficio de intereses mezquinos". De que se ha estado "desmembrando las instituciones de derecho y justicia, los sistemas militares y educativos" desde el Gobierno, dispuestos a "poner en peligro su existencia para evitar que el primer ministro acabara en prisión". La vista estaba en eso, y no al oeste. 

Israel, hasta ahora, había entendido que el poder de Hamás y otras milicias armadas palestinas en Gaza se controlaba con el bloqueo impuesto en la franja desde 2007, tras la victoria electoral de Hamás, con la posesión de la frontera terrestre, las patrulleras de la Armada en el Mediterráneo y los cielos bajo control. Si se lanzaban cohetes, se replicaba con una ofensiva. Si se localizaban túneles hacia su territorio, se neutralizaban y se atacaba. No esperaban el golpe múltiple que ha dejado el muro más seguro del mundo con más de 80 agujeros, el acceso principal de los milicianos. Por eso ahora algún ministro se lleva reprimendas de las familias, en las salas de espera de los hospitales. 

La Inteligencia no advirtió la que se venía. O no recopiló los datos necesarios o no avisó bien a quien debía tomar decisiones o esos gestores subestimaron la capacidad de Hamás de golpear. "El aparato de seguridad de Israel es formidable, pero no omnisciente", como dice el CSIS. Más dudas surgen cuando se conoce que Egipto habría avisado de movimientos insólitos de Hamás en los días previos al 7-O, que para Israel es su 11-S. Se preparaba para "algo grande" en lo que Tel Aviv no reparó, ha puiblicado la agencia AP. 

Esos fallos tienen a los israelíes entre indignados y hundidos, o todo a la vez. Pero cómo va a ser posible eso. Si se le suma la tardanza en la asistencia a las víctimas por parte de los soldados y policías -los supervivientes del festival Nova hablan de seis horas al menos esperando ayuda-, se entiende el estado de ánimo. El diario The Jerusalen Post ha publicado una encuesta hecha por el Dialog Center en la que el 86% de los sondeados entienden que los ataques del sábado son un fracaso del liderazgo del país, empezando por el primer ministro, Netanyahu. Incluso un 79% de los partidarios de la actual coalición (el Likud de Bibi, más los religiosos Shas y Judaísmo Unido de la Torá y la alianza tripartita de Sionismo Religioso) apoya esa lectura. 

Un contundente 94% cree que, cuando acabe la guerra (a saber cuándo), el Gobierno debe asumir algún tipo de responsabilidad política por lo pasado, específicamente por la "falta de preparación en seguridad", de la que el 75% de los israelíes echa la culpa directamente al Consejo de Ministros. Afina más el sondeo: el 56% cree que Netanyahu tiene que dimitir, directamente, cuando salga de esta crisis y otro 52% quiere fuera al ministro de Defensa, Gallant, al que Bibi quiso destituir en primavera por cuestionar su reforma judicial

El Post añade un dato más social: el 92% de los israelíes reconoce que esta guerra le está creando ansiedad. Sería natural en otros lugares del planeta, pero no en Israel, donde el conflicto con los palestinos se arrastra desde hace 75 años y los picos de escaladas son recurrentes. Esto es otra cosa y cala en el ánimo. No consuelan los milagros de supervivientes, los actos de valor colectivo, los salvados. 

Contactar con israelíes del norte, el centro o el sur es recibir el mismo sentimiento: noqueados, aún no encajan lo pasado ni lo por venir, a ratos pesa la rabia y, a ratos, la anestesia por la acumulación de dolor. Los grupos de WhatsApp, ante la censura mediática, se llenaron pronto de mensajes y fotos, de vídeos y llamamientos. Aún se comparten fotos de personas que no se sabe dónde están, pero la esperanza de que se encuentren en un hospital bajan cada minuto. "Y aún así, lo haces, porque tienes que hacerlo, porque no podemos dejar a nadie atrás", dice una vecina de Jerusalén. "Quien quiera algo, que llame. No quiero ver más mensajes, No lo puedo soportar, me tiemblan las manos, afirma otra, de Tel Aviv".

Radicalismo lleva a radicalismo

Israel es una nación entera marcada por la derrota, que trata de ponerse en pie y se pregunta qué será de ella en el futuro inmediato y qué será, uno a uno, de sus componentes, su mentalidad y su manera de entender el lugar en el que habitan. No es infalible, su armadura no lo puede todo. Lo que se espera es un aumento del nacionalismo y de la visión radical del conflicto, porque crece la desconfianza, empezando por sus propias instituciones, ya no sólo el adversario del otro lado de la valla o el muro. 

En este momento, nada más lejos ahora que la aceptación del contrario y una actitud de entender sus derechos y reivindicaciones. Grupos valientes de izquierda, en partidos y organizaciones de derechos humanos, llevan desde siempre peleando no ya por negociar, sino por reconocer al otro, pero el statu quo actual del problema beneficia a Israel y hay quien pasa días sin mirar a "los árabes". Los comentarios más repetidos son de mano dura, en consonancia con los del Gobierno. Hay excepciones que estremecen, como la de Noi Katzmana, que ha perdido a su hermano Chaim, y que afirma: "Lo más importante para mí y también para mi hermano es que su muerte no sirva como justificación para matar a personas inocentes". 

Los israelíes medios, que llevan décadas votando a las diferentes derechas (la coalición a ocho que desbancó a Netanyahu tampoco era especialmente progresista y acabó disuelta en poco tiempo), han ido pasando días entendiendo que la ocupación de Jerusalén Este y Cisjordania, más el bloqueo total de Gaza, les suponía un precio que pagar llevadero. Ahora las cosas cambian, porque el golpe es grande. 

No obstante, si Hamás pensaba remotamente que con esta andanada haría cambiar las cosas en el seno de es sociedad, no es eso lo que se está viendo en estas horas febriles. No se aprecia una respuesta interna de personas reclamando el fin de la política de apartheid (término que emplea ya hasta Naciones Unidas), porque hay quien vive de espaldas a esa realidad, quien hace su vida sin reparar en el conflicto. Salvo que viva en Jerusalén, sea un colono o reciba cohetes ocasionales en el sur, la vida sin mirar al otro es posible. Ningún israelí puede ignorar que hay un problema con Palestina, pero ahora, ha alcanzado a todos y la primera reacción no es de entender a la otra parte ni negociar nada. Que el proceso de paz lleva parado desde 2014, pero lo que quiera que quedase como vía para hablar. 

El Movimiento de Resistencia Islámica, por eso también, ha hecho un flaco favor a la causa de su pueblo, que ahora está siendo criminalizada, como evidencia el veto de Francia a las protestas en su defensa. La pregunta no está siendo hasta cuándo será insostenible la ocupación, sino si sacar una bandera palestina es apoyar el horror. Mientras, en Cisjordania, al menos 31 palestinos han muerto en una semana, principalmente en enfrentamientos con soldados. Y los colonos multiplican sus ataques en suelo ocupado: apuñalamientos, quema de casas y cultivos, emboscadas. Se convocan días de la ira por las milicias que tienen presencia en este territorio. Nada que permita escuchar, debatir, entender. 

Ahora está la espera por lo que viene, con los rehenes y las operaciones en marcha, que amenazan con una masacre en Gaza. Los bombardeos de otro tiempo no han sido una vía de disuasión suficiente en este octubre negro pero lo que puede venir puede ser realmente duro también para los israelíes, en términos de pérdidas de soldados en una ofensiva terrestre que requiere de muchos medios y que hace nueve años no salió bien. 

Con los días, pasará el sonambulismo, pero parece que no la sangre.