Revelan los ocho comportamientos que provocan que tus hijos se alejen de ti conforme envejeces
Muchos tienen que ver con hábitos del pasado que conviene que desterremos.

Existen una serie de pequeñas barreras que pueden ir alejando a nuestros hijos de nosotros según van creciendo. Muchas se refieren a comportamientos que quizás tengamos interiorizados en nuestro trato con ellos desde que son pequeños. Pero, cuando llega a una edad, generalmente a partir de la adolescencia, se les hacen muy cuesta arriba. Sólo tenemos que ser conscientes de ellas para dejarlas de lado y evitar, en la medida de lo posible, que se sientan alejados de nosotros, según aconsejan los psicólogos.
Éstos son algunos ejemplos que suelen mencionar y que te pueden servir de guía para identificar si forman parte de tu relación con tus hijos. La primera es la costumbre de dictar en lugar de discutir con ellos las cosas. A medida que envejecemos, es fácil caer en el hábito de dictar en lugar de discutir.
Como ya hemos pasado por todo esto antes, no sale solo el decirles lo que deben hacer. Así que intenta evitarlo, dicen estos expertos. Tus hijos ya son adultos y tienen sus propias experiencias y puntos de vista. Ellos necesitan espacio para tomar sus propias decisiones y para cometer sus errores.
El segundo error tiene que ver con el primero: no escucharles. Puede que no te des cuenta pero es posible que cuando se acercan a contarte un problema en su primer trabajo, tiendas a darles un consejo y a decirles lo que deberían hacer antes de escucharles. Cambia este hábito y aprende a hacerlo.
Otra mala costumbre es aferrarse al pasado. Es posible que sigamos recordando sus errores pasados o que no reconozcamos cuánto han crecido y cambiado. Dejar atrás el pasado no es lo mismo que ignorar u olvidar los errores. Si dejas el pasado ahí, en el pasado, quizás te sorprenderá lo mucho más livianas que pueden sentirse tus relaciones cuando no cargas con ese viejo equipaje.
Un cuarto error es el de traspasar límites con ellos. Por ejemplo, darles consejos que no te piden, opinar sobre sus asuntos personales o preguntarles por cuestiones sobre su vida sin saber si a ellos les apetece hablar de ello. Aunque sea con buena intención, mantén un espacio de respeto hacia su vida y ellos acudirán a contártela cuando porque se sentirán más cómodos haciéndolo por su propia iniciativa.
En quinto lugar conviene que no nos olvidemos de tener gestos con ellos para retener su afecto. Es decir, aunque ya no sean pequeños, sí necesitan las muestras de afecto que les den seguridad y les recuerden que sigues estando ahí. Dependiendo de la relación que tengas con ellos puedes decirles un "te quiero mucho", o darles un abrazo de vez en cuando o simplemente cogerles del brazo por la calle o darles una palmada en la espalda. Lo agradecerán si sabes hacerlo de forma respetuosa y amorosa y les mantendrás más cerca porque te siguen necesitando.
Un error común es también compararles con otras personas, de la misma familia, amigos o conocidos que han hecho algo bien para recordarles que ellos también tienen que hacerlo. A veces pensamos que esto les puede motivar cuando raramente ocurre así. Y cuanto más mayores son más debemos evitar este tipo de comentarios e incluso de comparaciones que no sirven para nada porque ellos son individuos con peculiaridades propias y virtudes propias que es bueno que le recuerdes.
En el mismo sentido, está la costumbre de reaccionar exageradamente ante sus errores. Mostrar decepción, reprenderles o distanciarnos cuando los cometen no es un buen camino para asentar nuestra relación con ellos. Todo hay que hacerlo con medida, recuerdan los psicólogos. No es que no puedas hablar del tema con ellos, la cuestión es la actitud que muestres cuando hablas de ellos y la importancia que les des. Intenta tratar sus errores como oportunidades de aprendizaje y oriéntelos hacia la búsqueda de una solución en lugar de centrarse en el problema en sí.
Y, finalmente, un octavo error es olvidarte de mostrarles tu aprecio. Tiene que ver con lo que mencionábamos antes de los gestos de cariño, pero de una forma más amplia. El día a día nos come y nos olvidamos a menudo de darles las gracias, de mostrarles lo que los valoramos o lo importante que son para nosotros, bien mediante palabras de alegría sobre lo que ellos representan o con detalles que lo muestren. Tener estas actitudes crea vínculos muy fuertes, repiten los psicólogos, no sólo con los hijos sino con cualquier persona que sea importante en tu vida.