La mujer trató de entrar, desorientada, en la habitación del agresor, que se había soltado de las cintas de seguridad que le ponían por tener brotes de agresividad.
Desde el pasado sábado, se repiten escenas que no veíamos desde hace casi 20 años por la obstinación del Ministerio de Fomento en obligarnos a viajar con el certificado de residente y nuestra documentación. Un empeño anacrónico e inadmisible en plena era digital.