Solo 50
"La memoria tiene que seguir desplegando su acción como ingrediente principal en la misión de no repetición".

«La lucha contra el franquismo merece reconocimiento. Mantenerse al margen es un error.» — Soledad Gallego-Díaz, El País.
Cincuenta años no son nada. O por matizar: en una evaluación histórico-política del mundo contemporáneo, los historiadores advierten de que medio siglo puede resultar tan anecdótico que resulta aconsejable esperar para poder trazar un análisis con cierto poso y raigambre. Lo que está claro es que arrancamos 2025 y en él se cumplirán 50 años de un acontecimiento histórico para nuestro país: la desaparición del corrupto dictador (o dictador y corrupto, como prefiera el lector). Me sorprende que aún haya quien ponga el grito en el cielo sobre cómo el gobierno va a bajar a celebrar “una muerte”. La derecha intenta insertar en la opinión pública su moralina de siempre, pero esta vez acompañada de una especie de catadura moral que pretende que la sociedad en su conjunto rechace tal efeméride porque los muertos, muertos son. Pero no nos equivoquemos: Franco ha muerto, pero el franquismo no; inocula su veneno en redes sociales, encuentra respaldo en la internacional del odio (Meloni, Musk, Orban, Putin) y se cuela con inmunidad parlamentaria en el Congreso de los Diputados por boca de uno de los portavoces más jovenes de VOX.
La nueva retórica ultra se cuela por cada grieta del sistema, y seguramente el lector ya habrá notado el salto cuántico que ha dado esa frase tan cuñada de “ni feminismo ni machismo”, habiendo mutado en algo que interpela al corazón de la Democracia cuando oímos eso de “ni franquista ni antifranquista”, como si ser antifascista fuera una simple atribución más para un demócrata o como si negar el legado más oscuro y sangriento de la historia reciente de España te situara en un lugar donde la equidistancia fuera una posición aceptable. Desde luego como representantes públicos merecemos hacer una reflexión sobre qué estamos haciendo mal, pero mientras tanto la memoria tiene que seguir desplegando su acción como ingrediente principal en la misión de no repetición.
Es importante que gobierno, instituciones y actores políticos reivindiquemos el fin del dictador como conditio sine qua non para abrazar 50 (¡solo 50!) años del principio del fin de la tiranía en nuestro país. Esto es algo incontrovertible en cualquier democracia occidental, aunque es verdad que la pátina moral puede ser un poco diferente para los más dichosos: resulta mucho más atractivo poder cantar Le Chant des partisans francés, la Grândola Vila Morena portuguesa o el Bella Ciao italiano que recordar que nuestro dictador murió en la cama. Pero tras tantos años de represión, exilio y muerte en nuestro país hemos decidido, a través de la memoria, poner voz, alma y rostro a quienes sí intentaron liberar nuestro país del yugo franquista, y eso solo se puede lograr dando luz a los espacios silentes de nuestro proceso constituyente; un proceso que solo pudo comenzar con el fin del dictador y ha de continuar cincuenta años después recordando lo que ganó España con su desaparición.
Es una pena que el Partido Popular haya rechazado participar en cualquiera de los eventos que se enmarcan dentro de las celebraciones que tienen por nombre “España en libertad”, porque aunque es entendible que se sintieran más cómodos agachando la cabeza ante la dignidad del movimiento memorialista, creo que como país nos resultaría recomendable que se sumaran a esta política de Estado dejando a Vox como lo que son: una fuerza política aislada y aislante para cualquier demócrata, que se siente realmente cómoda en el retraso balbuceando perogrulladas en ese nicho tan oscuro y decadente de ausencia de libertad y mínimas garantías de supervivencia a quien piensa diferente.
Mientras tanto, la mayoría antifascista que hoy supera la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados va a seguir animando a tomar pasos decididos para hacer frente al odio, interpelando a una sociedad (especialmente la más joven) para que juntos ganemos consciencia de que cincuenta años no son nada, de que la ultraderecha cada vez gana más espacio y de que si no hacemos nada la reiteración de los errores pasados está cada día más cerca que el anterior.
Raúl Díaz es portavoz de Memoria Democrática del Grupo Parlamentario Socialista y diputado por La Rioja