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Así es el matadero de Sednaya: la prisión símbolo de la represión y las torturas del régimen de Al Assad

Así es el matadero de Sednaya: la prisión símbolo de la represión y las torturas del régimen de Al Assad 

El HuffPost accede a la prisión en la que se estima que 30.000 personas han muerto dentro ahorcadas, torturadas o por hipotermia y canibalismo.

Una de las alas de la primera planta de la prisión de Sednaya donde se alojan algunas celdasJose Manuel Sánchez

Apenas a cuarenta minutos al norte de Damasco, en Siria, la silueta de la colina en la que se encuentra la prisión de Sednaya no es la misma. Tras la caída del régimen de Al Assad, las fuerzas rebeldes consiguieron liberar este matadero humano y a las más de 8.000 personas que se encontraban hacinadas en sus celdas. Tres plantas y sótanos ocultos de auténtico terror en los que se estima que 30.000 y 50.000 personas han perdido la vida tras ser detenidos por el ya caído régimen y donde ahora se recaban pruebas para llevar a Al Assad y los suyos a los tribunales internacionales. Bajo el exrégimen sirio, han desaparecido 130.000 personas.

Es difícil explicar las sensaciones que se sienten al llegar al matadero de Al Assad en el que se han llegado a producir 30 ahorcamientos diarios por cuestiones políticas. Máxime, teniendo en cuenta que justo un mes antes de la visita de una treintena de medios españoles las celdas estaban llenas. Concluidas las labores de búsqueda de cuerpos, los estudios han datado que en los últimos instantes del régimen de Al Assad fueron ejecutadas entre 40 y 50 personas. Los restos de las búsquedas son palpables. 

Corría el rumor de que había una Sendaya subterránea en la que ocurrían las peores de las torturas o se almacenaban cuerpos a modo de fosa común. Las excavaciones visibles por todo el recinto no han dado resultados y no se ha encontrado nada, más allá de tener constancia de que los fallecidos en las cárceles eran llevados a fosas comunes. Ahora queda que esas excavaciones pendientes sean debidamente documentadas, como ha quedado aprobado por el nuevo régimen que promete una Siria libre y democrática.

  Restos de las excavaciones en SednayaJose Manuel Sánchez

Desde el mismo momento de su liberación, miles de ciudadanos sirios se desplazaron hasta la prisión con el deseo, más que certeza, de ver si encontraban a sus familiares en alguna suerte del destino. Acampados a los pies del edificio durante varios días mientras rebuscaban entre los pocos papeles que los militares de Al Assad no quemaron, fueron los primeros testigos en comprobar el estado en el que miles de sirios han sobrevivido entre palizas, torturas y un frío extremo que, incluso, bajo la luz del sol se hace difícil, provocando que cada noche el conteo de muertos se aumentara tras una larga hipertermia.

Ahora no queda nada de eso. Tan solo un equipos de cascos blancos recaban pruebas y rematan las excavaciones dentro y a los alrededores de la prisión buscando fosas comunes entre numerosos restos de incendios con los que los militares de Al Assad quemaron papeles, armas y pruebas de lo que ocurría en la prisión. El olor a gasolina aún es palpable en los numerosos focos en los que se provocaron los incendios.

Precisamente los olores son la prueba del terror y la infamia que se vivieron dentro de Sednaya. La suciedad y el polvo se mezclan ahora en la prisión con las toneladas de ropa que se acumulan en la prisión. Así lo explica a un grupo de periodistas españoles el jefe de los cascos blancos de Siria, Ahmed Ekzayez, desde dentro de una de las celdas. "Los presos dejaron aquí la ropa porque no se duchaban y no tenían ningún tipo de salubridad. Las celdas estaban pensadas para 60 personas y había hasta 130", comenta entre los retos de ropas en un espacio de poco más de veinte metros cuadrados en los que el olor era difícilmente respirable.

  Ropa en amontonada desde el 8 de diciembre de 2024 en una de las celdasJose Manuel Sánchez

La celda era el segundo paso la ruta que seguían los presos para su reeducación en el anterior régimen. Antes, en la planta baja, tras llegar a la prisión con los ojos vendados y esposados, eran introducidos en unas jaulas en las que esperaban unas seis horas de pie mientras el personal de la prisión le tomaba los datos. El siguiente paso antes de ir a la celda era "la fiesta de bienvenida": una paliza con la que empezar a meter el miedo en el cuerpo en el matadero humano que son sus paredes. 

Aparte de los golpes, quedaba más para introducir el terror entre sus presos. Balas de silicona con las que asustar a los presos y que no supieran cuando se iba a producir su final o cables eléctricos con los que electrocutar a aquellos que eran detenidos por cuestiones políticas o arbitrarias al respecto.

Incluso con el suelo y las paredes lleno de agujeros por donde los sirios buscaban celdas ocultas, fosas comunes o salas de tortura, no es difícil de imaginar lo que los presos intuían con los ojos vendados. Tenían prohibido quitarse una venda que cubría los ojos para no ver a los soldados. Si esa venda se caía o se la quitaban el destino era también la muerte.

  Una de las celdas individuales a las que se trasladaba a los presos para torturarlos.Jose Manuel Sánchez

Con comida escasa, sin posibilidad de asearse, hacinados y abrigándose con lo que pueden, los soldados obligaban a los presos a pasar el día detrás de una línea dibujada en mitad de la celda obligándoles a permanecer en cuclillas y siempre por detrás de la línea. El destino de no cumplir esas dos premisas era siempre el mismo, precisamente para aquel al que estaba orientado el centro de tortura: la muerte.

Tras recabar testimonios, los cascos azules explicaban este jueves que todas las mañanas un carcelero entraba a cada una de las alas a preguntar algo así como "¿dónde están los fiambres?" para que los presos comprobaran quién había sobrevivido a la gélida noche en mitad de la nada bien a consecuencia del frío o de las torturas. Los cuerpos acababan siendo introducidos entre barrotes y nunca más se volvía a saber de ellos. En el lugar persisten los restos de sogas con las que el régimen ahorcaba a los civiles.

En ese circuito, en el que se han documentado casos de canibalismo dadas las condiciones a las que durante años se enfrentaban sirios inocentes, queda una parada más de tortura. Todos los presos eran desplazados al menos una vez a una de las tres alas de la prisión y llevados a la planta baja. Allí, una sala rectangular dejaba paso a una quincena de celdas individuales en las que eran introducidos tres presos con la misma regla de la línea en el suelo. Desde allí y en el rectángulo que se dibuja en la planta se cometían las torturas, incluida una plancha hidráulica con la que sacar información, mientras el resto de presos escuchaban los gritos de auxilio esperando a que llegara el momento en el que les tocaba someterse a todo tipo de atrocidades.

  Acceso a la prisión de Sednaya, convertido en un mural que reivindica la libertar de Siria tras la caída de Al AssadJose Manuel Sánchez

No fue el único sitio de tortura

No es el único centro penitenciario entre los que se trabaja en Siria. Los cascos blancos rebuscan pruebas e investigan en más centros. Majad, un ciudadano sirio de 35 años y que desde hace 14 años reside en España, se topaba este jueves con la treintena de medios españoles que documentaba la prisión de Sednaya.

"He descubierto al llegar que yo estuve aquí de traslado. Me detuvieron sin saber por qué, tenía 21 años y era estudiante. Un militar me detuvo y me trajeron aquí, aunque hasta ahora no he sabido que estuve aquí. Nos llevaban en un coche con los ojos tapados, pero al llegar a la prisión pude echar la cabeza para atrás y ver algo por un hueco. Al llegar al acceso de la cárcel lo he reconocido. La primera vez que estuve detenido fueron 62 días junto a mi hermano, que es peor porque nos pegaban juntos. Luego estuve semanas o días presos, nos metían y nos sacaban", comentaba a ratos con la voz entrecortada recordando las torturas a las que había sido sometido.

  Una de las jaulas en la que los presos esperaban a recibir su primera paliza.Jose Manuel Sánchez

"La población siria no quería saber lo que pasaba aquí. Ningún sirio sabía lo que pasó aquí. Todo lo que contábamos al salir que nos pasaba era algo que nadie se creía porque nadie se imaginaba que eso podría estar pasando aquí. Mi tío estuvo preso en Sednaya cuatro años y nos contaba lo que hacían aquí le decíamos que era imposible porque no vivíamos en otros sitios donde sí ha habido estas cosas. Hasta que entramos, lo vivimos y ahora conocemos. Salió hace 14 años y vive en Líbano", explica. Un sitio al que él también acudió escapando por el desierto durante un mes esquivando militares hasta cruzar la frontera y acabar en España.

Comida, muy poca; trato, muy malo. "Se trataba mejor a los animales que las personas, era un matadero humano. No había ni sentimiento ni corazón", explicaba al respecto, mientras confesaba que "me están preguntando aquí los periodistas y me están volviendo los malos sentimientos".

"En la cárcel me torturaban, me pegaban, me metieron en una rueda de coche y empezaron a jugar conmigo. Todo con muy mal trato y con los ojos vendados porque si tú ves a alguno de ellos te matan. Si se cae la venda tienes que taparte los ojos porque si ven que has visto a alguno es donde termina tu vida", añadía.

"La última vez que me metieron en la cárcel vinieron los soldados a coger a gente de las celdas para limpiar las zonas de fuera. Un día me mareé porque nos metieron en una sala en la que había un palmo de sangre en el suelo en una zona de unos cincuenta metros cuadrados. Seguramente era gente muerta y nos hacían meternos y meter en bolsas la sangre, con 21 años", explica al respecto Majad, que como tantos sirios han sufrido pérdidas familiares, originaria de Zabadani, a cinco kilómetros de Libano. Un recorrido, por cierto, que tardó un mes en recorrer esquivando a los militares. "Llegamos casi muertos", comenta. 

  Otra de las celdas de la primera planta de la prisión de Sednaya.Jose Manuel Sánchez

"Ahora puedes ir libremente por todas las ciudades sin que nadie te diga nada", explica tras su vuelta temporal a Siria, ha donde ha regresado unos días para ver a su familia antes de volver a Zamora donde trabaja como informático. Aún no se plantea volver, dadas las condiciones que aún vive el país.

"La vida de mi familia ha cambiado mucho. Por ejemplo, les pedí un cargador para poder cargar el móvil, me decían que era un sueño porque la electricidad llega una hora al día. Antes tenían que pagar dinero a los soldados para que dieran la luz en la casa. Hay gente que yo conocía antes de irme, que estaba en buen estado y ahora son débiles y no pueden ni andar", explica con esperanza en los cambios que parecen adivinarse en Siria con una constitución, libertad para las minorías religiosas y las mujeres y unas elecciones libres y limpias que permitan pasar página de la mancha negra en la historia del país que ha supuesto Al Assad: "Yo creo que el nuevo gobierno es mejor que el anterior, si hacen lo que prometen va a ser el gobierno más cuadrado para los sirios", concluye.

  Sala de la planta baja de Sednaya en la que se practicaban las torturas.Jose Manuel Sánchez