Con la venia, señora jueza: las mujeres toman el mando de la Justicia
No fue hasta 1966 cuando las mujeres pudieron acceder a las oposiciones de ingreso a la Carrera Judicial. Hoy son mayoría y una de ellas, Isabel Perelló, presidirá el CGPJ.
La magistrada Isabel Perelló tomó posesión este miércoles de su cargo como presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Se trataba de un hecho histórico, puesto que es la primera mujer que consigue ostentar este cargo tras 212 años de la institución.
Isabel Perelló, que era magistrada de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del alto tribunal, fue elegida para su nuevo cargo este martes por el Pleno del CGPJ y tomó posesión un día antes de que se celebre, hoy jueves, el acto de apertura del Año Judicial, en el que pronunciará ante el rey su primer discurso al frente del Alto Tribunal.
Para muchos, la designación de Perelló (sobre otra mujer, Ana Ferrer) supone un acto de justicia - y nunca mejor dicho - y de reconocimiento a las mujeres dentro de un poder del Estado en el que ya hay más juezas que jueces.
En concreto, según un informe publicado por el Poder Judicial el pasado mes de abril, las mujeres suponen el 57,2 por ciento de la Carrera Judicial, porcentaje que se supera en once de las 17 Comunidades Autónomas. Sólo en Murcia hay más jueces que juezas, por un estrecho margen (49,7% frente a 50,3%).
La progresiva feminización de la Carrera se observa analizando los datos por franjas de edad: los hombres solo son mayoría entre los/las magistrados/as de entre 61 y 72 años, mientras que las mujeres suponen el 57,9 % entre los de 51 y 60 años, el 66,6 % entre los de 41 y 50 años; el 67,1 % entre los de 31 a 40 años y el 70 % de quienes tienen 30 o menos años.
El dominio femenino en la Carrera Judicial no tiene la misma traducción, sin embargo, en los órganos de poder. A principios de año, el número de magistradas en los órganos colegiados -Tribunal Supremo, Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de Justicia y Audiencias Provinciales- era sólo del 42%. Es decir, hay más juezas que jueces, pero en las 'altas esferas' siguen siendo mayoría ellos.
No fue hasta 1966 cuando las mujeres pudieron acceder a las oposiciones de ingreso a la Carrera Judicial. Hasta entonces, y solo desde 1961, tenían vetado el acceso, “salvo en las jurisdicciones tutelar de menores y laboral”.
Así, hubo que esperar hasta 1972 para ver a la primera jueza española: fue María Jóver Carrión, que tras aprobar las oposiciones a juez comarcal tomó posesión como titular del Juzgado de Distrito de Fraga (Huesca). Seis años más tarde, en 1978, Josefina Triguero Agudo superó las oposiciones a la Carrera Judicial y se convirtió en jueza de Primera Instancia e Instrucción de Navalmoral de la Mata (Cáceres).
En 1991, la hoy ministra de Defensa Margarita Robles Fernández, que ya había sido la número uno de su promoción, fue también la primera mujer en acceder a la presidencia de una Audiencia Provincial, la de Barcelona.
Once años después, en 2002, Milagros Calvo Ibarlucea se convirtió en la primera magistrada del Tribunal Supremo -que cumplía 190 años de existencia- al ser designada por el Consejo General del Poder Judicial para la Sala Cuarta, de lo Social.
Y en 2004 una mujer fue nombrada por primera vez presidenta de un Tribunal Superior de Justicia. Fue María Eugènia Alegret i Burgués, en el de Cataluña.
Las principales asociaciones de jueces celebraron este martes que la designación de Perelló para presidir el CGPJ ha roto un "techo de cristal". "Nuestra asociación se congratula del cambio que eso significa, y de que sea una asociada nuestra quien lo represente y trate de procurar, además, un cambio de política del CGPJ, tan necesaria después de los años de crisis anteriores", señalaba Edmundo Rodríguez, portavoz del Secretariado de Juezas y Jueces para la Democracia (JJpD).
Perelló, de 66 años, ya ha aportado su granito de arena para lograr la igualdad dentro de la Justicia. En 2014, firmó una carta dirigida al entonces presidente del CGPJ, Carlos Lesmes, criticando el uso de un lenguaje sexista en las comunicaciones oficiales del tribunal. Un gesto que demuestra su disposición desde el principio a cambiar el status quo en el ámbito judicial.
