La Laponia española se encuentra en una encrucijada con una de las zonas más deshabitadas de Europa

La Laponia española se encuentra en una encrucijada con una de las zonas más deshabitadas de Europa

La despoblación sigue siendo el mayor problema de la España rural, con numerosos municipios que no llegan ni a los dos habitantes por kilómetro cuadrado.

Ainsa, HuescaJose Antonio Bernat Bacete

Es uno de los problemas más alarmantes en nuestro país, y contra el que las diferentes administraciones tratan de luchar aunque por el momento de forma estéril. El éxodo rural que lleva produciéndose desde hace décadas, ha llegado a su punto máximo en los últimos 10-15 años, con una 'huida' masiva de jóvenes -y no tan jóvenes- hacia las grandes ciudades en perjuicio de los pequeños pueblos del interior peninsular.

Infinidad de estudios, análisis y medidas se están llevando a cabo desde hace años por parte de gobiernos autonómicos y nacionales con el objetivo de frenar este fenómeno que está dejando sin alma y sin gente a cada vez más pueblos españoles, que además, y como consecuencia, se enfrentan a un envejecimiento poblacional que en unos años se podría traducir -según las estimaciones- en que cientos de municipios queden totalmente desiertos.

En este sentido, hay muchísimos núcleos poblacionales que ejemplifican a la perfección este grave problema, con algunas provincias especialmente castigadas como pueden ser Soria, Burgos o Ávila, entre otras muchas.

Pueblos como Tierras Altas de Soria, que cuentan con 2 habitantes/km cuadrado), Campo de Daroca (5,80 hab./km²), entre Zaragoza y el centro, cercana a Cariñena o Calatayud, La Carballeda, en Zamora (3,61 hab./km²), o Alto Tajo y Señorío de Molina en Guadalajara (2,3 hab./km²) son solo algunos.

Pero de entre todos ellos, hay uno que llama especialmente la atención como es Los Montes Universales, entre Guadalajara, Cuenca y Teruel, cuya media es de 1,63 habitantes/km cuadrados, y que es conocido como la Laponia española, siendo un apodo compartido con la Serranía Celtibérica.

Esto se debe, precisamente, a la bajísima densidad de población del municipio, que con menos de dos habitantes por kilómetro cuadrado, es aún menor que el de región escandinava. Esto se explica debido a que los distintos núcleos de población se encuentran muy separados entre sí, algo que no favorece precisamente a que el número de habitantes aumente.

Además, su posición de encrucijada no permite que se realicen actividades conjuntas ni se pueda crear un espíritu de vecindad ni unión que incite a la gente a desarrollar un sentimiento identitario, ya que dependen de numerosas administraciones.

Entre sus principales atractivos paisajísticos destaca el nacimiento del río Guadalaviar, que a su llegada a Valencia se transforma en el Turia. Además los paisajes, marcados por formaciones calizas, generan una sensación de mayor aislamiento si cabe.