El sueño de Obama atrapado en Guantánamo

El sueño de Obama atrapado en Guantánamo

Llama la atención el silencio sobre este asunto de los aliados europeos. Resultaría inconcebible que un país de la UE tuviera un centro penitenciario de semejantes características. ¿Por qué no presionar a Obama para que redoble sus esfuerzos en acabar con esta vergüenza internacional?

Si falla Obama se oscurecerá un poco más la pesadilla del hombre comprometido de nuestro tiempo: no hay proyecto político ilusionante que soporte el peso del ejercicio del poder. El presidente norteamericano encarna mejor que nadie el crudo viaje desde el corazón hasta la cabeza al que se enfrenta quien toma el bastón de mando; de los sueños y las utopías a las entrañas podridas del sistema. Aguantar la arcada y tomar aire son requisitos inapelables para cualquiera con vocación de líder contemporáneo.

"Llevo en huelga de hambre desde el 10 de febrero y he perdido unas 30 libras. No comeré hasta que se restaure mi dignidad. He estado detenido en Guantánamo desde hace 11 años y tres meses. Nunca me han acusado de ningún crimen. Nunca he sido juzgado..." Así empieza una espeluznante carta escrita por un preso que publicó el pasado 14 de abril The New York Times. Aunque parezca mentira, Guantánamo sigue abierto.

Algunos pensamos que la etapa del miedo, la tortura y la ilegalidad internacional quedarían encapsulados en los dos mandatos de Bush al frente de la Casa Blanca. Pero su legado perdura. El perfil de Obama no puede ser aparentemente más distinto al de su Bush, pero su balance en el campo de los derechos humanos corre el riesgo de situarle en una especie de cara amable del amigo tejano.

La cárcel que Estados Unidos mantiene abierta en Guantánamo es quizás la mayor de las decepciones que ha representado Obama. Recordemos: el penal lo abrió George W. Bush al calor del 11 de Septiembre para trasladar allí a prisioneros de sus guerras contra el terrorismo en Afganistán e Iraq. El territorio, una base militar en el oriente de la isla de Cuba sobre la que Estados Unidos conserva su soberanía, representaba un lugar adecuado para encarcelar a combatientes enemigos sin ninguna de las garantías legales a las que tiene derecho un ciudadano en territorio norteamericano o un combatiente de guerra bajo el amparo de las convenciones de Ginebra. Guantánamo es ciudad sin ley.

Es verdad que Obama ha tratado de cerrar Guantánamo. Tan pronto como el segundo día de su mandato, el 22 de enero de 2009, el presidente firmó un decreto ordenando su cierre. Desde entonces se ha enfrentado a todo tipo de obstáculos (oposición del Congreso, de la opinión pública, del Departamento de Defensa,...). Aunque parezca mentira, el presidente de Estados Unidos, quizás el hombre más poderoso de la tierra, no puede cerrar una cárcel, en este caso más bien centro de tortura, que su propio predecesor mandó construir.

En Guantánamo quedan 166 presos, de los cuales 86 han sido autorizados para salir a sus países de origen o a terceros países. El proceso lleva congelado más de un año. Su desesperación les ha llevado a 100 de ellos a iniciar una huelga de hambre. Sólo así han logrado que Obama retome este dossier y lo ponga sobre su mesa de trabajo.

Unos 20 presos están siendo alimentados por la fuerza. "No quiero que esos hombres mueran", ha dicho Obama. "Debemos entender que Guantánamo no es necesario para mantener América a salvo. Es caro. Es ineficaz. Daña nuestra imagen internacional. Dificulta nuestra cooperación con nuestros aliados en la lucha contra el terrorismo. Es una herramienta de reclutamiento de extremistas". Sus razones son ciertas. Pero en su narrativa no menciona los derechos humanos.

Llama la atención el silencio sobre este asunto de los aliados europeos. Resultaría inconcebible que un país de la UE tuviera un centro penitenciario de semejantes características. ¿Por qué no presionar a Obama para que redoble sus esfuerzos en acabar con esta vergüenza internacional? Este apartado como otros quizás forme parte de la diplomacia silenciosa o inexistente que capitanea la Alta Representante para la Política Exterior, Catherine Ashton.