La carrera para evitar un desbordamiento regional de la guerra Hamás-Israel

La carrera para evitar un desbordamiento regional de la guerra Hamás-Israel 

Un escenario de escalada de la contienda en Oriente Medio no es alarmista, sino realista. Occidente trata de evitarlo, porque sus consecuencias serían imprevisibles. Su olvido de la zona y sus parches económicos para el conflicto no han ayudado. 

Hassan Nasrallah, Ismail Haniyeh, Ebrahim Raisi, Mohamed Bin Salman, Recep Tayyip Erdogan y Tamim bin Hamad Al Thani.AP / GETTY

Israel avanza en su ofensiva terrestre sobre Gaza, con la que pretende aniquilar a Hamás, pero cada paso que da no sólo tiene consecuencias en la castigada franja, sino que su onda expansiva recorre toda la región, todo Oriente Medio, acrecentando el riesgo real a un conflicto más amplio, desbordado. Occidente no puede hoy descartar la intervención de otros actores, todos unidos por su rechazo a Tel Aviv, conforme crecen las cifras de civiles muertos en suelo palestino. No es alarmismo, sino realismo. 

Los esfuerzos se centran ahora en calmar los ánimos y en mantener la desescalada en la zona, que sobre todo Estados Unidos llevaba años tratando de alentar. Calma, sin embargo, que sólo se sustentaba en parches económicos y diplomáticos y que no resolvía ni de lejos el problema de fondo, el conflicto palestino-israelí, que siempre revive. Es la gran lección de esta crisis: que hasta que no haya verdadera paz entre los dos países no la habrá ni en la zona ni en el mundo. 

El ataque de Hamás sobre suelo israelí del 7 de octubre ha roto con cualquier referencia del pasado, ha sido una especie de momento decisivo por su escala y brutalidad, que hace estéril buscar referencias en el pasado de lo que puede ocurrir, tanto en Palestina como en la zona. Hay dos escenarios posibles ahora mismo: que la guerra se limite a Gaza y el sur de Israel o que salte. Grupos que se definen a sí mismos a través de su resistencia o enemistad con Israel pueden involucrarse por varias razones: vengar a Hamás, apoyar la causa palestina, aprovecharse de la debilidad de Tel Aviv... 

Hablamos de un abanico importante de actores, desde las propias milicias armadas palestinas de la Cisjordania ocupada al partido-milicia chií proiraní Hezbolá, los grupos respaldados por Irán en Siria o Irak y el régimen de los ayatolás, directamente. Un ataque importante contra Israel por parte de uno o varios de ellos probablemente provocaría una respuesta furiosa del Gobierno de Benjamin Netanyahu, lo que a su vez alimentaría más la escalada en la región. Protestas, asaltos, cohetes, ataques, guerra. 

¿Pero tienen interés estos actores en iniciar una contienda a gran escala? No lo parece, al menos por ahora. Tobias Borck, investigador principal para asuntos de Seguridad en Oriente Medio del Royal United Services Institute (RUSI), sostiene que en estas semanas de conflicto se han visto movimientos "relativamente limitados" al respecto, con "cierto nivel de moderación internacional" en todas las partes. Pese a ello, previene ante lecturas demasiado rápidas y demasiado tranquilizadoras. Al igual que Occidente, con Israel y Estados Unidos a la cabeza, pecaron de "falta de imaginación" al intuir el ataque insólito de Hamás, ahora se corre el riesgo de cometer "el mismo error" si no se toman "en serio" las posibilidades de escalada. Demasiada "brutalidad, derramamiento de sangre y destrucción" como para pasar alertas por alto. 

Washington, pero también la Unión Europea o Reino Unido, habían posado en los últimos años una mirada superficial sobre Oriente Medio. La apuesta era dejar de lado las diferencias entre estados, construir o reconstruir relaciones diplomáticas y comerciales y centrarse en puntos de interés común, como los negocios; lo evidenciaron los Acuerdos de Abraham. Pero ese enfoque, dice Borck, se ha revelado "insostenible", porque no ha abordado las "causas profundas" y los "conflictos subyacentes" que había y que generaban una inestabilidad histórica. Había crisis más urgentes, otros intereses, y el palestino-israelí era un problema que cansaba, estancado en un statu quo que beneficiaba a Israel, el gran socio occidental. Rusia, China... ningún otro desafío geopolítico puede tapar la irresolución de este nudo. Ha quedado claro, muchas vidas después, que no se le puede dar la espalda a la región.

Los problemas no se habían esfumado y trabajar otro escenario sobre esa base de barro era una apuesta frágil, por eso se hace tan difícil pensar, cuando todo pase, sea cuando sea, en retomar un proceso de paz que dé soluciones duraderas, cuando el proceso está estancado desde 2014 y entre los palestinos cunde la idea de que el mundo árabe los ha abandonado y los hermanos no son más que primos lejanos. Que los más violentos sean quienes enarbolen la bandera de su causa no les beneficia, tampoco. 

"Los gobiernos de toda la región, desde Ankara y El Cairo hasta Riad e incluso Teherán, tienen un interés compartido en, como mínimo, contener la crisis actual para permanecer dentro de los límites" de Gaza e Israel. "Es probable que muchos de ellos se vean sometidos a una inmensa presión popular a medida que sus poblaciones propalestinas (aunque no necesariamente pro-Hamas) se unan en apoyo de los palestinos en Gaza", añade el analista, pero entiende que la apuesta general de reducir tensiones y hacer pactos, de no recurrir a más violencia porque genera más violencia, "sigue sin cambios". Siempre, matiza, por ahora. Es demasiado volátil la coyuntura. 

Un niño con kefiya palestina, en una protesta en favor de Hamás en Teherán, el pasado 20 de octubre.Morteza Nikoubazl / Getty

Los principales riesgos

Irán es el mayor riesgo. Es el país que más odia a Israel, hasta defender su aniquilación, el que más y mejor armamento tiene y el que cuenta con más influencia tiene en milicias de la zona. "Significativo", dice el experto de RUSI, es su poder para mantener las cosas como están o elevar la temperatura. Sus amenazas, cuando dice que Israel va a sufrir "un gran terremoto", hay que tomarlas "muy en serio", sostiene, por más que reconozca que los aliados o fieles de Teherán también tienen sus "propias agendas" y no necesariamente trabajan a su dictado, aunque sí con su anuencia y ánimo. 

Si Israel continúa con su invasión de Gaza "nadie puede garantizar el control de la situación e impedir que el conflicto se extienda", afirmó el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Hossein Amir Abdollahian, en una reunión con el emir jeque Tamim bin Hamad Al Thani de Qatar en Doha. Pero, a la vez, el mismo ministro ha iniciado esta semana otra ronda por Qatar y Turquía precismente para "hablar" sobre el conflicto, mientras lanza mensajes de que su Ejecutivo puede intervenir en el conflicto para evitar el "genocidio" del pueblo palestino y que los aliados iraníes están preparados para un conflicto. 

Esos socios son lo que llama el "eje de resistencia". Se trata de una alianza informal y poco unida, en realidad, que incluye grupos y gobiernos musulmanes suníes y chiítas en Yemen, Siria, Líbano, Gaza e Irak, con diferencias y distintos niveles de proximidad entre sí y con Teherán. El régimen iraní y su Fuerza Quds, un subconjunto del cuerpo de la Guardia Revolucionaria iraní, han hecho crecer esta red sobre la base de una resistencia compartida a las potencias occidentales e Israel.

El renombrado "eje" incluye al grupo libanés Hezbolá, el régimen sirio y las milicias chiítas de Siria que Teherán ha creado y entrenado. Los rebeldes hutíes de Yemen también están bajo el eje. Han librado una guerra civil contra el Gobierno de Yemen, que cuenta con el respaldo de Arabia Saudí, durante casi una década. El Pentágono dijo la semana pasada que había derribado misiles desde Yemen que potencialmente se dirigían a Israel, pero no ha habido nuevas comunicaciones de casos similares. Igualmente, ha detectado que hay movimientos de la Guardia Revolucionaria iraní y de Hezbolá, desplegándose de forma conjunta en el sureste de Siria sin que haya habido incidentes por ahora. 

El club de aliados también comprende milicias de las influyentes Fuerzas de Movilización Popular en Irak, que se formaron para ayudar a combatir a ISIS en 2014.

Como grupo proxy más grande de Irán, Hezbollah es una amenaza seria, con sus 100.000 cohetes. La última guerra que Israel libró contra ellos, en 2006, terminó con la retirada de Israel del Líbano sin ninguna victoria estratégica y, desde entonces, Hezbollah no ha hecho más que crecer en poder. Pero Hezbolá sufre una crisis económica y puede que no tenga los medios inmediatos para llevar a cabo una guerra a gran escala. Y precisamente por la ayuda que le presta en otros ámbitos, como en Siria, es posible que Teherán no lo quiera perder si abre un nuevo frente con Israel. 

El líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, se reunió la semana pasada con altos funcionarios de Hamás en Beirut para discutir la situación en Medio Oriente. Una declaración posterior a la reunión señalaba que su objetivo era lograr "una victoria real para la resistencia en Gaza y Palestina" y detener la "agresión traicionera y brutal de Israel contra nuestro pueblo oprimido y firme en Gaza y Cisjordania".

A principios de este año, Nasrallah empezó a referirse a una "unidad de frentes". La idea era que estos grupos dispares (todos ellos beneficiándose del apoyo de Irán) se coordinaran en su oposición a Israel. Los expertos de tanques de pensamiento como el Hudson Institute afirman que ha habido una mayor coordinación transfronteriza entre estos grupos en los últimos años, incluso antes de que Nasrallah lo solicitara específicamente.

Hezbolá es mucho más poderoso que Hamás e Israel ha advertido que lanzaría un contraataque destructivo contra Líbano si el grupo intensifica las escaramuzas fronterizas, que ya han estallado entre las dos partes y que, de no estar la guerra en Gaza, podría haberse convertido ya en una semiguerra entre los dos adversarios, dado su calado. "Esperemos que Hezbolá no provoque la destrucción de Líbano porque no será menos de eso lo que logre si nos ataca desde allí", en palabras de Tzachi Hanegbi, asesor de seguridad nacional de Israel. 

El general de división retirado Yaakov Amidror, que fue también asesor de seguridad nacional de Netanyahu hace una década, ha afirmado en varios medios de su país que Israel está preparando "todo lo necesario" desde el punto de vista logístico y operativo para hacer frente a cualquier amenaza del Líbano. "Son fuerzas que se pueden movilizar en minutos si es necesario. Por supuesto que no es fácil lidiar con dos frentes al mismo tiempo (...) pero el ejército de Israel puede hacerlo", afirma.

Un doble ataque contra Israel por parte de los amigos iraníes de Hezbolá y Hamás también podría conducir a represalias israelíes contra la República Islámica, aumentando los riesgos de una participación estadounidense para proteger a su aliado Israel. Y es que para EEUU existe el riesgo de que un conflicto más amplio pueda llevar a represalias por parte de grupos terroristas de milicias respaldadas por Irán contra las tropas que quedan en Irak (2.500 efectivos) y Siria (900), donde participan en misiones para contrarrestar al Estado Islámico. La concentración de ataques sin concecuencias en los días posteriores al ataque de Hamás justifican la preocupación. Entre el 17 y el 26 de octubre, las tropas estadounidenses han sido atacadas en hasta 12 ocasiones en Irak y cuatro veces en Siria.

Una temible ofensiva terrestre israelí en Gaza también puede reducir el espacio diplomático que tienen estados árabes clave como Arabia Saudí y Egipto para reducir la tensión de la situación. El príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, por ejemplo, pidió el "levantamiento inmediato del asedio a Gaza" cuando se reunió con EEUU y rechazó los "ataques contra civiles, la destrucción de infraestructura crítica y la interrupción de servicios esenciales".

Los movimientos

Ahora el trabajo es el de prevenir la escalada, un afán en el que están las principales potencias occidentales. Por un lado, pidiendo a Israel que modere su ofensiva y se atenga a las leyes de la guerra, que las hay, porque cada civil muerto en Gaza es combustible para la zona. Y por otro, trabajando en los países de Oriente Medio para ablandar su postura e impedir que entren en liza. De puertas para afuera y en público. 

Por ejemplo, el ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido, James Cleverly, ha afirmado: "A Israel le conviene evitar víctimas civiles y palestinas, porque Hamás claramente quiere convertir esto en una guerra árabe-israelí más amplia, o incluso en una guerra entre el mundo musulmán y el resto del mundo (...). Ninguno de nosotros, incluido Israel, quiere que ese sea el caso". 

Los mensajes más intensos se están lanzando a Irán y a Qatar. A uno, para que se refrene. Al otro, para que medie. "Frenéticos" son los contactos diplomáticos, dice la CNN.  

Hasta 900 militares estadounidenses han sido desplegados en Oriente Próximo ante la situación de seguridad en la región y se han enviado portaviones de despliegue rápido. Efecto disuasorio, se llama. No se espera, no obstante, que las fuerzas estadounidenses intervengan a menos que la situación se vuelva lo suficientemente grave como para requerir su participación, como cuando Irán dispara misiles balísticos contra Israel. La subsecretaria de prensa del Pentágono, Sabrina Singh, dijo la semana pasada que cualquier intervención de su nación tendría que ser aprobada por el Congreso y que sigue siendo hipotética en esta etapa.

Singh añadió que el "objetivo principal" de la postura estadounidense en la región es "enviar un mensaje de disuasión" a adversarios potenciales. "A los actores de la región que piensen que podrían querer aprovechar este conflicto: no lo hagan", dijo en una rueda de prensa. "Este no es el momento de hacer eso". 

EEUU e Israel tienen un viejo acuerdo general de que el pueblo israelí debe defenderse contra adversarios regionales sin intervención estadounidense directa, por más que a menudo sea utilizando armas suministradas por Washington, como está pasando ahora con Gaza. "Al menos hasta ahora la opinión israelí siempre ha sido: 'No, podemos manejarlos'. E Israel siempre ha sido muy inflexible en manejar sus propios asuntos", indica una fuente a The New York Times.

La disuasión escuece en algunas potencias de la zona, como Turquía. Su presidente, Recep Tayyip Erdogan, sostiene que puede alimentar las tensiones y que justo está alentando a Israel a golpear con más fuerza en Gaza. En la línea con sus declaraciones de que Tel Aviv "es una organización terrorista". Arabia, por contra, sume el despliegue y hasta ha cruzado una llamada entre su príncipe heredero, Mohamed Bin Salman, y el presidente iraní, Ebrahim Raisi, con quien restableció relaciones recientemente. 

Qatar, por su parte, se erige como el gran mediador, al que llaman desde Washington, Londres y París. EEUU ha pedido expresamente a Qatar que le diga a Hezbollá que no abra un segundo frente a la guerra, afirman diversos medios del país. Tiene especial influencia en la milicia porque alberga la oficina política de Hamás y su líder, Ismail Haniyeh, y por eso está siendo tomado por Occidente como punta de lanza de su mensaje de estabilización. 

No sólo es prevenir, sino lograr, porque Qatar es ahora mismo el mediador principal para que Hamás libere a los más de 200 rehenes israelíes que tiene ahora en la franja. Hay avances para que regrese un grupo de unas 50 personas que son extranjeras o tienen doble nacionalidad, pero la prudencia marca estos pasos. Qatar confía en que con tiempo, paciencia y persuasión, podrá negociar la liberación de decenas de rehenes más en los próximos días, aunque de nuevo la incursión terrestre israelí va a complicar las cosas. 

Los mediadores qataríes no son nuevos en esto, pertenecen a un departamento gubernamental especial que supervisa la relación con Hamás en Gaza y que ha permitido a Qatar pagar cientos de millones de dólares anualmente para mantener en funcionamiento la infraestructura y la administración pública de Gaza. Muchos de los qataríes que ahora pelean la liberación han estado en Gaza y son bien conocidos por altos funcionarios de Hamás.

A diferencia de sus vecinos del Golfo, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos, Qatar no tiene una relación diplomática formal con Israel, aunque en los años 1990 sí albergó una oficina comercial israelí. No obstante, existen comunicaciones por canales secundarios y en momentos clave, durante las discusiones sobre los rehenes, los funcionarios qataríes han podido hablar por teléfono con sus interlocutores israelíes. Tienen su respeto y su respaldo. 

Salvar inocentes y reducir la tensión en la zona. No es pequeño reto cuando otros países como Jordania, Arabia, Emiratos o Egipto han ido perdiendo influencia, para empezar, con los palestinos, cansados de una ayuda que no pasa de verbal o formal. Un poco de esperanza en un panorama de miedos que puede cambiar Oriente Medio si prende la llama.