Países Bajos va a las urnas: nuevos líderes, nuevos partidos y una pelea a cuatro por gobernar

Países Bajos va a las urnas: nuevos líderes, nuevos partidos y una pelea a cuatro por gobernar

Mark Rutte se marcha tras 13 años en el poder y sus liberales lideran las encuestas, pero igualados con la izquierda, al alza ante la posibilidad de una suma que lleve a la derecha ultra como socia, tras años de cordón sanitario. Mucho que negociar. 

Frans Timmermans, Dilan Yeşilgöz, Pieter Omtzigt y Geert Wilders.AP / GETTY

Países Bajos acude este miércoles a las urnas con aires de estreno, de nueva era. Tras 13 años en el poder, el liberal Mark Rutte se marcha antes de tiempo, tras verse forzado a convocar elecciones cuando estaba en el ecuador de su último mandato. La causa: discrepancias con sus aliados en materia migratoria. Toca buscar nuevo primer ministro. Pero como sucede en el país desde hace más de cien años, nadie tiene visos de lograr una mayoría absoluta en solitario. Hasta 26 partidos pelean por un parlamento atomizado en el que 17 formaciones tienen posibilidades de lograr grupo. 

Los sondeos auguran un resultado reñidísimo en esta convocatoria en la que los electores se ven estimulados por nuevos líderes y nuevos partidos de irrupción meteórica. Hasta ayer mismo, esas encuestas insistían en que hay un 70% de votantes que aún no había aclarado su voto, por lo que todo puede pasar. La demoscopia coincide en señalar que es posible que ningún partido obtenga al menos 30 escaños del parlamento, sobre 150 posibles. 

Un hecho insólito que obligará a sumar, al menos a cuatro bandas, para afrontar problemas esenciales. La última coalición tardó nueve meses en formarse -las elecciones no son más que el principio de un largo proceso- y duró menos de dos años.

Preocupa por ejemplo el precio medio de una vivienda, que ha subido por encima de los 400.000 euros, porque hay nueve veces más personas que buscan vivienda que pisos o casas en venta. El aumento de los precios en las tiendas, la energía y la vivienda (la inflación acumulada en 2023 es del 2,2% pero ha sido mucho mayor), ha dejado igualmente a unas 830.000 personas por debajo del umbral de pobreza. 

Más: el Gobierno anterior colapsó por las diferencias sobre las restricciones de asilo y casi dos tercios de los holandeses quieren una reducción en el número de solicitantes, para ya, en un país en el que la migración neta el año pasado fue de 223.000, más del doble que el año anterior y con una gran afluencia de refugiados ucranianos. Y en materia sanitaria, están los costes de la asistencia, que aumentan en todas parte. Cinco millones de ciudadanos holandeses se consideran cuidadores no oficiales, por ejemplo, y los ciudadanos han estado pagando un seguro médico desde 2006, una media de más de 141 euros al mes para la atención básica, que cada vez menos gente se puede permitir. 

La favorita, la sucesora de Rutte

La candidata favorita, aunque por poco y perdiendo algo de margen conforme se acerca la cita con las urnas, es la sucesora de Rutte, Dilan Yesilgöz (1977), la mujer elegida como jefa del VVD, el Partido por la Libertad y la Democracia, de corte liberal-conservador. De ganar y formar Gobierno, sería la primera mujer que accede al cargo de primera ministra en Países Bajos. Lleva en cargos públicos desde 2014, como concejal, diputada, secretaria de Estado y, ahora, ministra de Justicia, y dio el paso de tomar el testigo de Rutte con fuerza y vehemencia, dos de sus principales características. Podría lograr 27 escaños. 

Yesilgöz se niega a jugar la "carta" de ser mujer para pedir votos y también la de su historia de superación, tras nacer en Ankara y llegar al país como refugiada, con su familia, a los siete años. Se la define como una "pitbull con tacones altos" y ella explota esa imagen, como se ha visto en campaña, recurriendo a imágenes deportivas.

Como ministra de Justicia, se ha ha visto vista como una negociadora dura y una comunicadora potente. Ahora promete "renovación", a pesar de que su partido lleva más de una década en el poder, aferrándose a la línea liberal-conservadora que suele gustar a los votantes holandeses, aunque no tanto como para dejarlos gobernar en solitario. 

Suena extraño que justamente ella sea una de las más duras en cuanto a políticas migratorias en su partido, prometiendo introducir un sistema de asilo de dos niveles: uno para quien llegue desde una guerra, que puede volver a su país cuando el conflicto se cierre y por tanto no requiere de estancia indefinida, y uno para quien busque asilo por otras razonas y sí necesite la residencia permanente. Afirma que quiere ahora atender a los "verdaderos refugiados" y que quiere "tomar un mejor control" sobre todas las formas de migración, también, para que sólo lleguen al país los trabajadores que necesita, en un contexto de más oferta que demanda.  

"Como mujer de origen inmigrante, se presupone que es blanda en este tema. El VVD también opta por retratar a Yesilgöz como poderosa. Ya se han rodado varios vídeos de campaña en el gimnasio, haciendo kickboxing y levantando peso muerto. Hizo esto último con tacones: será bueno para su imagen de mujer que puede con todo, aunque no tanto para sus tobillos y su espalda", sostiene Loes Reijmer, del diario De Volkskrant, citada por la Agencia EFE. 

Yesilgöz habla de"recobrar" las esencias del liberalismo, por eso se acerca a los empresarios para reducir sus cargas regulatorias o apoya la construcción de más centrales nucleares, pero en lo social se aproxima más al centro izquierda, con subidas del salario mínimo o límites a los precios del alquiler. 

Hay una cosa en la que choca con el pasado, con Rutte, y con los progresistas: por primera vez en más de una década, la candidata no descarta trabajar con el líder populista antiinmigración Geert Wilders, cuyo Partido de la Libertad (PVV), está ganando popularidad en las encuestas tras años de irrelevancia. En 2010 estuvo en una de las alianzas del primer ministro que ahora se marcha, pero luego fue vetado y el resto de partidos, en la sucesivas sumas de gobernabilidad, también aplicaron el cordón sanitario a la ultraderecha. Yesilgöz sabe que se juega el poder en un puñado de votos y no  cierra la puerta, aunque matiza que hoy por hoy las diferencias entre las dos formaciones son "enormes" en cuanto a la postura ultra sobre el Islam, su cercanía a Rusia o su intento de convocar un refrendo sobre el "Nexit", o sea, la salida de la Unión Europea a lo Brexit. 

El cambio

También entre 26 y 27 escaños podría lograr el exvicepresidente ejecutivo europeo Frans Timmermans, que dejó Bruselas para liderar la lista del partido socialdemócrata PvdA y la izquierda verde GroenLinks, unidos en este 22-N. Un hombre carismático, progresista, comprometido con el medio ambiente, hacedor del gran pacto verde comunitario, que ha vuelto a casa para salvar su flanco, enterrado por Rutte en los últimos tiempos. 

Hoy es el favorito de los jóvenes electores y ha ganado diez puntos en intención de voto en una semana, conforme se acercaban las elecciones y crecían las posibilidades de que la alianza de la derecha y la ultraderecha maneje el país. Está por ver si el sprint final ha sido suficiente. Las cuentas no salen si no es con cuatro formaciones sumando, pero Timmermans podría llegar si, en vez de los ultras, recurre a una formación como D66, con unos ocho escaños. Tiene también, pues, posibilidades. 

Cartel de la campaña de Frans Timmermans en La Haya, el pasado 20 de noviembre.Carl Court / Getty Images

Ha hecho campaña alertando de los peligros del populismo y del radicalismo y, también, tratando de ganarse al centro más templado. Para ello ha tenido que abandonar su promesa de reducir a la mitad las emisiones contaminantes de nitrógeno como los óxidos de nitrógeno y el amoníaco para 2030, después de hablar con agricultores que han cobrado un enorme protagonismo en la vida nacional en los últimos meses y que hasta ha cuajado en un partido político, ocupando la agenda y el debate. Cómo compatibilizar la vida ecológica con la explotación del campo sostenible es clave para Países Bajos.

Los verdes y rojos han prometido aumentar los impuestos a los ricos -"No es bueno para los millonarios, pero contribuye a que los Países Bajos sean más justos", justifica su líder-, mientras planea bajar en de la renta, subir el salario mínimo, ajustar las subidas del alquiler a límites legales, crear deducciones para desgravar las hipotecas o impulsar los transportes limpios. 

En materia migratoria, no ve esas dos velocidades de asilo, aferrándose a la legislación internacional que iguala a los solicitantes, sea cual sea el origen de su huida, y tampoco quiere reducir las posibilidades de reagrupación familiar. Ese es su principal choque con la derecha y el centroderecha, junto a los impuestos ambientales. 

El tercero en discordia en estas elecciones es quien lideraba los sondeos hasta hace un par de meses, en un ascenso fulgurante: el recién creado Nuevo Contrato Social (NSC), un proyecto personalista del exdiputado democristiano Pieter Omtzigt. La formación es tan nueva como de este 2023 y podría tener entre 19 y 21 escaños. Su corte es liberal, centrista inclinado a la derecha. Una corriente nueva con un liderazgo carismático que hay quien compara con el asalto a El Elíseo de Francia de Emmanuel Macron.

Omtzigt, católico practicante, rompió con su antiguo partido por un escándalo: en 2021, hizo dimitir al Gobierno en bloque por un problema en ayudas estatales a familias. Afectó principalmente a padres de origen migrante y llevó a muchos de ellos a endeudarse para devolver a la agencia tributaria lo recibido durante años, más de 20.000 familias fueron etiquetadas erróneamente como defraudadoras y privadas de la prestación por hijos a cargo. Su gente, que entonces estaba como coaligada en en Ejecutivo, no le perdonó que siguiera insistiendo en denunciar que las cosas se habían hecho mal pero justo su labor en el Parlamento, sin soltar el bocado, lo encumbró y le dio la pátina de peleón que tiene ahora.

Hasta el punto de que estamos ante un candidato a primer ministro que no sabe si quiere serlo. Tanto le gusta su labor parlamentaria, tan importante le parece, que amaga con quedarse en el hemiciclo para cambiar el sistema y deja caer que le gustaría un Gobierno de tecnócratas, con gente que sabe, mas que con dirigentes políticos, de los que su partido, tan nuevo, tiene además poco cuadro. Yesilgöz, la liberal, le afea sus dudas: "Liderar Países Bajos es un honor, no una cosa que se hace con desgana. Si no quiere ser primer ministro, simplemente, que lo diga", le ha reprochado. 

Aunque este nuevo partido tiene propuestas concretas, hay dos globales que son sus preferentes: cambiar la cultura de gestión de la política y mejorar la seguridad socioeconómica del país. Dentro de eso cabe todo lo demás: desde reducir a 50.000 la llegada de migrantes al año (incluyendo trabajadores, estudiantes y asilados, como explica EFE) y el sistema de asilo en dos niveles, al impulso del neerlandés en las universidades frente al inglés, pasando por nuevas centrales nucleares, un plan de emisiones pactado también el campo y sin ampliaciones de empleo público o asesores. 

Quiere transparencia, por lo que peleará contra la evasión fiscal, y un sistema de tributos que impulse los ingresos medios y bajos. Se compromete con destinar el 2% del PIB a defensa, como quiere la OTAN, y lo más curioso es que quiere que hasta la familia real pague impuestos directos sobre sus ingresos. En lo social, quiere que leyes como las del aborto, la eutanasia o las personas transgénero se amplíen. 

Podría, pues, pactar con la izquierda y la derecha, porque aunque comparte más principios con esta última, hay puntos de encuentro también en lo social. Y tiene una cosa clara: "Sólo se puede formar un gobierno que respete los derechos fundamentales clásicos". O sea, no quiere ser aliado de Wilders, lo que complicaría la suma por la derecha. 

Geert Wilders, a la izquierda, en un acto en Roma con Gerolf Annemans, Matteo Salvini, Marine Le Pen, Boris Kollar y Vaselin Marehki, en mayo de 2019.Luca Bruno / AP

Al Partido de la Libertad (PVV) del que fuera líder de la ultraderecha europea antes de los Meloni o Abascal, las encuestas le dan 26 escaños en el mejor de los casos y 22 en el peor. Lleva mucho tiempo pidiendo la prohibición de las mezquitas, el Corán y las escuelas islámicas, pero esas exigencias, que sigue llevando en su programa, ha prometido aparcarlas a la hora de negociar, en aras de la "gobernabilidad". 

La prensa local desvela su estrategia: aparecer más blando que en los últimos años, más flexible, para poder así ser considerado digno de estar en una coalición. Por más que haya estado alejado por la estrategia profiláctica de los demás partidos ante la ultraderecha, no hay que olvidar que Rutte lo llevó al Gobierno y que no lo volvió a llamar no sólo por sus ideas, sino por un enfrentamiento personal. Ahora hay otra líder liberal y Wilders modera el tono. Las cosas pueden cambiar. 

Dice ahora que "obviamente hay prioridades más importantes" y por eso puede "poner en suspenso" algunas de sus políticas, sin que ideológicamente sea un paso atrás. Tras 25 años de carrera, en los debates televisivos de estos días ha tenido un protagonismo destacado y no poco eco en las redes sociales, lo que está movilizando a la izquierda de Timmermans para hacerle de cortafuegos. 

Wilders no se tapa: quiere menos Europa, hasta el punto de proponer una consulta como la del Reino Unido para divorciarse de Bruselas, además de reducir mientras las aportaciones a las instituciones europeas por parte de su Ejecutivo. El frugal Rutte quedaría en pañales. 

La ultraderecha también está representada en estas elecciones por el Foro para la Democracia (FvD), de menor peso, pero cuyo candidato, Thierry Baudet, ha sido acatado dos veces en esta campaña, una con un paraguas (tuvo conmoción cerebral varios días) y otra, con una botella de cerveza (lo que requirió una asistencia menor). 

Hay otro partido que, en función de los resultados, podría ser muleta en una suma ajustada: es el Movimiento Campesino Ciudadano (BBB), otra formación de nuevo cuño, fundada en 2019, que ya en las elecciones locales de marzo pasado fue la más votada del país con un 19.2% de los sufragios. Los quintos en discordia ganaron en todas las provincias excepto en las dos, las más urbanas del país. Ahora se calcula que podría tener hasta seis diputados, aunque en verano su efecto botella de champán le hizo soñar con más de 15. Hasta primera fuerza era en algunas encuestas. 

Eso ya pasó pero los de la experiodista Caroline van der Plas, su líder, han logrado alterar las propuestas de sus oponentes y poner el campo en los debates. Sefienden el agrarismo, el conservadurismo, con raíces en la democracia cristiana, son populistas de derechas y euroescépticos, básicamente una plataforma de gente indignada por las políticas del campo de los últimos Gobiernos. 

Su gran espaldarazo llegó cuando se opusieron a un plan de Rutte para reducir de forma sensible el número de cabezas de ganado buscando rebajar a su vez las emisiones de nitrógeno. Hay que tenerlos en cuenta, también, a la hora de hacer alianzas. Otro ejemplo del desgaste de los partidos tradicionales y de la entrada en liza de nuevos partidos, más nacionalistas y populistas, un fenómeno común en el viejo continente. 

Habrá que ver, desde el jueves, quién puede y quién quiere sumar hasta llegar a esos 76 escaños que dan la mayoría. Como casi siempre en Países Bajos, lo esperable son muchos meses y mucho debate.