Tras Eslovaquia, Polonia y Países Bajos: los antisistema que auguran un otoño caliente

Tras Eslovaquia, Polonia y Países Bajos: los antisistema que auguran un otoño caliente

Los partidos 'outsiders' y de derecha extrema se crecen alimentados por el contexto general de miedo y cansancio, amenazando con cambiar hasta el Europarlamento.

El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, conversa con el líder de Vox, Santiago Abascal, en octubre de 2022 durante un acto de ultraderecha en Madrid.Jesús Hellín / Europa Press via Getty Images

Cargado de nubarrones viene el otoño político en Europa. Tres elecciones pueden acabar consolidando un giro antisistema, sobre todo de extrema derecha, de consecuencias domésticas y continentales. Los primeros comicios pasaron el sábado: el socialdemócrata reconvertido en nacionalista con ramalazos ultras Robert Fico se impuso en Eslovaquia y ahora afronta el reto de forjar una coalición, con sus cesiones y contrapartidas. Las otras dos citas están por venir, el 15 de octubre, en Polonia, y el 22 de noviembre, en Países Bajos. De lo que en ellas pase depende hasta la conformación del Parlamento Europeo en los comicios de junio de 2024. 

Eslovaquia ha abierto brecha: ha ganado un populista que se ha olvidado de sus orígenes comunistas y su reconversión socialista para aferrarse a un ideario reaccionario, basado en el hipernacionalismo, el rechazo a la inmigración y los homosexuales, negacionista y admirador del iliberal húngaro Viktor Orban. Ahora mismo, a la comunidad internacional le preocupa especialmente su posición prorrusa, que hasta culpabiliza a los "nazis" de Ucrania de la ocupación y que hace peligrar la ayuda que llega desde Bratislava, uno de los socios más robustos con que ha contado Kiev desde el inicio del ataque, en febrero de 2022. 

Por ahora, Fico ha querido lanzar un mensaje de cierta tranquilidad, sabedor de lo que supone ponerse a malas con Bruselas. Ha afirmado esta semana que no habrá cambios en la política exterior de su país. Una de cal, con otra de arena: "No me gusta que la UE no tenga opinión propia en algunas cosas y que está controlada por Estados Unidos", dijo en la misma comparecencia, ahondando en uno de sus caballos de batalla de campaña. Si bien reconoció que "Ucrania es una inmensa tragedia para todos", Fico se postuló como un abogado de paz. "Smer [su partido] hará todo lo posible en Europa, si forma o no gobierno, para que empiecen cuanto antes las conversaciones de paz", garantizó.

Ahora está por ver si aplica todo su ideario radical o tiene que edulcorarlo para satisfacer a los partidos que han de ser sus socios, porque no pasó del 22,9 % de los votos. Dos partidos decidirán el nuevo Gobierno: la Voz (Hlas) del excorreligionario de Fico, Peter Pellegrini, que ocupó la tercera plaza, con un 14,7 %, y los liberales progresistas del PS, que obtuvieron un 17,1 %. Para poder formar una coalición, el líder de Smer necesita al menos dos socios, y al margen del nuevo partido Hlas, está la formación nacionalista SNS, con la que ya había gobernado en el pasado. Podrían ser esos sus apoyos, pero la negociación no será sencilla. 

Robert Fico, tras ganar las elecciones en Eslovaquia, celebra los resultados con los suyos en Bratislava.Darko Bandic / AP

Varsovia, iliberal o europea

Más determinantes serán las elecciones por venir, especialmente las más cercanas, las polacas, teniendo en cuenta que hablamos del quinto país más poblado de la Unión Europea. En dos semanas, toca elegir el Sejm (la Camara Baja) y el Senado y designar nuevo mandatario. En estos momentos, y desde 2015, gobierna el país el populismo derechista de Ley y Justicia (PiS), que ha erosionado el estado de derecho hasta el punto de estar en pleno proceso de infracción por parte de Bruselas. La falta de independencia judicial y mediática, la persecución de los derechos de las mujeres -como el aborto- o el carpetazo a las políticas ambientales están detrás del enfado, insólito hasta que se replicó con la también rebelde Hungría. 

El primer ministro del PiS, Mateusz Morawiecki, que ha hecho hasta campaña con Vox en España, busca la reelección en un contexto más reñido que nunca en décadas. Los sondeos le dan como favorito, con entre un 34 y 38% de los votos, pero le sigue, recortando distancias cada día, una coalición que aglutina a la mayor parte de la oposición, de centroderecha, liderara por el que fuera mandatario entre 2007 y 2014 y luego presidiera el Consejo Europeo, Donald Tusk. Su Plataforma Cívica podría conseguir entre el 29 y el 30% de los sufragios. 

Lo que parece claro es que ninguno de los dos puede lograr la mayoría absoluta necesaria para gobernar y, en ese caso, Morawiecki puede tenerlo mejor, porque concurre al 15-O un partido aún más ultra que el suyo, llamado Confederación, que podría ser su muleta con el 9% aproximado de los votos. Con Tusk nunca se irían y por eso confía en el impulso final de toda la gente que anhela una Polonia "decente, democrática y europeísta" para el sprint final. El país se juega la vuelta a Europa -que unos llaman "redil" y otros "hogar"- y el fin de las amenazas de sanción si se hacen reformas, o una vuelta de tuerca que ponga más obstáculos a libertades que se creían consolidadas. 

El pasado 1 de octubre, Tusk sacó a la calle a más de un millón de personas, o de corazones, si usamos el emblema opositor, para gritar que "ya no hay miedo" a la ultraderecha. "Siento que se avecina un momento crucial para la historia de nuestra nación", dijo en su discurso. Su mensaje es que la suerte no está echada y las encuestas, por ahora, le dan la razón, con mejoras constantes. Si gana, promete que llevará a la justicia a "muchas" de las actuales autoridades por "actos de corrupción, violaciones de la ley y de la Constitución". 

Cuenta con su personalidad y fama -tras Lech Wałęsa y Juan Pablo II es el polaco más conocido en el mundo- y su imagen templada, de liberal en lo económico y centrista en lo social. Defiende el aborto, inversiones públicas en sanidad (como la fecundación in vitro) y la separación financiera entre la Iglesia católica y el Estado, pero hace guiños conservadores al mundo rural. Y ha encontrado eco en su queja a una norma aprobada hace tres meses que califica de anticonstitucional. La ley sobre la comisión de verificación de la influencia rusa en el país se teme que pueda ser utilizada por el partido gobernante para eliminar a la oposición, ya que prevé la posibilidad de suspender del cargo a un funcionario público hasta 10 años.

No lo tiene fácil. Su relevo, el PiS, se aferró a su lastre: mandar el país en lo peor de la última crisis económica antes del covid. Creció en tiempos mejores y, en gran medida, con ayudas ingentes de Europa. Así consolidó un viraje que pasó de la democracia cristiana más clásica a un conservadurismo extremo, muy nacionalista y muy religioso, que ha cargado contra la inmigración y otras confesiones, por ejemplo. 

Aún así, Ley y Justicia ha perdido algo de fuelle porque, con los años, también se ha convertido en partido del sistema a ojos de una nueva generación, desencantada y cansada. Ese nido lo ha ocupado Confederación, que mezclan su defensa del libre mercado con el nacionalismo y las teorías de la conspiración. Uno de sus colíderes, Slawomir Mentzen, lo dejó claro: están en contra "de los judíos, los homosexuales, el aborto, los impuestos y la UE". Luego dijo que era broma. Su apuesta por los bajos impuestos o el fin de cotizaciones obligatorias para sanidad o pensiones han llamado la atención del 40% de los jóvenes, que dicen que les darán su voto. 

Con ellos, la interlocución con la UE sería un teléfono roto, como poco. Pero es que, por ahora, tampoco tienen ganas ni de ser socios de Gobierno con el PiS. En su papel de outsiders, han afirmado que no van a aliarse ni con ellos ni con Tusk. Esto llevaría a Polonia a un escenario de bloqueo o de repetición de elecciones. En ese río revuelto es donde quieren ganar, porque aspiran a darle la vuelta al tablero y ser primera vuelta. Les falta mucho aún. 

En el caso de las relaciones con Ucrania, con la Plataforma Cívica se espera el mismo compromiso de Varsovia que hasta ahora, que ha sido altísimo en material y armamento, en logística y en refugiados. El actual primer ministro, justo en campaña, anunció que ya no se le iban a entregar a Kiev más armas que las apalabradas, en un intento de reforzar el arsenal patrio y en medio de una guerra por los cereales. El ministro de Exteriores ucraniano, Dmitró Kuleba, ha enfatizado estos días que espera que no haya cambios. "No le tenemos miedo [a los posibles cambios en Gobiernos hasta ahora amigos]. No tengo ninguna duda de que, a pesar de las discusiones y emociones de campaña, a veces acaloradas, los pueblos entienden que la seguridad de Ucrania es también su seguridad. Y ninguno de ellos quiere vivir con Rusia a su lado". 

Está por ver si irá a más, pasados los votos, que además de elecciones incluyen varios refrendos de gran importancia. El principal, sobre el Pacto de Migración y Asilo de la UE (al actual Gobierno no le gusta el reparto solidario de refugiados), con una pregunta capciosa: "¿Apoya usted la acogida de miles de inmigrantes irregulares de Oriente Medio y África mediante el plan de reubicación forzosa impuesto por los burócratas de la UE?", cuando la Comisión insiste en que la reubicación no es obligatoria con el nuevo sistema. También se preguntará por la eliminación de la barrera que tienen en la frontera con Bielorrusia (también para impedir el paso de desplazados), la privatización de propiedades públicas o el aumento de la edad de jubilación.

Países Bajos, fuera todo lo anterior

El caso de Países Bajos es aún más complejo por todas las novedades que presentará en cuanto a candidaturas y, más, por la posibilidad de que los recién llegados toquen poder. La subida más llamativa ha sido la de un partido que gusta de denominarse "insurgente" y que se llama Movimiento Campesino Ciudadano (BBB). Se trata de una formación de nuevo cuño, fundado en 2019, pero que ya en las elecciones locales de marzo pasado fue el más votado del país con un 19.2% de los sufragios. Ganaron en todas las provincias excepto en las dos, las más urbanas del país.

Se le pueden poner muchas etiquetas: defienden el agrarismo, el conservadurismo, con raíces en la democracia cristiana, son populistas de derechas y euroescépticos, básicamente una plataforma de gente indignada por las políticas del campo de los últimos Gobiernos. Su gran espaldarazo llegó cuando se opusieron a un plan del hasta ahora mandatario, el liberal Mark Rutte (que ha anunciado su renuncia a la política), para reducir de forma sensible el número de cabezas de ganado buscando rebajar a su vez las emisiones de nitrógeno. 

Caroline Van Der Plas, líder de BBB, en una motorada con tractores en La Haya, en marzo de 2021.Jeroen Meuwsen / BSR Agency / Getty Images

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los Países Bajos son un productor agrícola importante y el tercer exportador mundial de productos agrícolas después de Estados Unidos y Francia, así que se entiende la fuerza de este sector. El BBB se ha beneficiado también de un clima general de desencanto en toda Europa, ese que hace que uno de cada tres votos vaya ya a partidos antisistema, sumando problemas de la crisis del 2008-2012 y de la más reciente, por elc coronavirus y la guerra en Ucrania. Y, por supuesto, de la permanente inestabilidad de su nación, en la que las alianzas de Gobierno son complicadas y desgastantes. 

Los sondeos de cara a noviembre les dan un 11% de los votos, porque han perdido fuelle desde el 22% (primera posición) que les daban en primavera. Cuando se empieza a tocar poder surgen los primeros problemas y es lo que está pasando a nivel provincial. Aún así, el movimiento que lidera la experiodista Caroline van der Plas sigue muy bien posicionado para, al menos, ser llave de gobernabilidad. 

Quien ahora está por delante de ellos es otro partido nuevo, el Nuevo Contrato Social (NSC), un proyecto personalista del exdiputado democristiano Pieter Omtzigt. La formación es tan nueva como de este 2023 y las encuestas ya le auguran la primera posición, con un 19% de los votos. Su corte es liberal, centrista inclinado a la derecha. Una corriente nueva con un liderazgo carismático que hay quien compara con el asalto a El Elíseo de Francia de Emmanuel Macron. 

El origen de la ruptura con su viejo partido y del inicio de la actual aventura de Omtzigt hay que localizarlo en un mismo punto: en 2021, cuando hizo dimitir al Gobierno en bloque por un escándalo en ayudas estatales a familias. Afectó principalmente a padres de origen migrante y llevó a muchos de ellos a endeudarse para devolver a la agencia tributaria lo recibido durante años. Su gente, que entonces estaba como coaligada en en Ejecutivo, no le perdonó que siguiera insistiendo pero justo su labor en el Parlamento, sin soltar el bocado, lo encumbró y le dio la pátina de peleón que tiene ahora. 

Lo curioso es que Omtzigt dice que se quiere quedar en la Cámara, que es para lo que vale, y aún no se sabe si será cabeza de lista. El 9 de octubre se desvela el secreto para ver cómo querrá conquistar votos a izquierda y derecha. Cuidado, porque en las últimas horas ha tenido un resbalón: el presidente de la formación, Hein Pieper, ha dimitido por una vieja denuncia por abuso de poder.

Pieter Omtzigt, de Nuevo Contrato Social, en septiembre de 2021, en un acto de la Casa Real en La Haya.Patrick van Katwijk / BSR Agency / Getty Images

No es tan extremo en sus planteamientos como los agrícolas, a los que quizá tenga que necesitar, pero sí carga constantemente contra el sistema y lo establecido. "Los fundamentos del Estado neerlandés no están en orden", repite desde su nuevo papel de Pepito Grillo. Las alianzas las tendrá difíciles, porque por detrás tiene partidos con los que se lleva realmente fatal, empezando por el VVD de Rutte (liberal conservador) o Groenlinks, la alianza socialista y verde de Frans Timmermans, hasta ahora vicepresidente en la Comisión Europea y gran impulsor de la UE verde. 

La coalición por venir puede estar plagada de problemas también si la intentan los herederos de Teflón Mark, como llaman a Rutte, que ha acabado por tirar la toalla. Puede pactar con sus socios actuales, como la centrista Unión Cristiana y el social liberal D66, pero los dos van por ahora detrás de NSC y de BBB. Muy complicadas sumas, muchas aristas que limar en todos los bloques. 

Como en el caso del partido del campo, a Omtzigt le ha venido bien el contexto de caos -que él mismo ha ayudado a forjar-, más la marcha de muchos veteranos de la política de Países Bajos ahora que los tiempos de pandemia pasaron. La erosión era mucha desde hace años pero el tapón de la emergencia ha frenado los cambios y ahora él va a por todas, con sus 18 años de diputado a cuestas y mucho conocimiento de pensiones e impuestos en el morral. 

Es de derechas en lo económico, pero más progresista en lo social. Una incógnita, vaya. No quiere llamarse ni anti ni europeísta, dice que defiende "el imperio de la ley" y la "ayuda mutua" -importante en el proceso de asistencia a Ucrania en marcha- pero que le disgusta que Bruselas no sea más ágil, más efectiva y, también, ponga firmes a los que sacan los pies del tiesto, como Hungría y Polonia. 

La onda expansiva

El europeísta belga Matthias Poelman explica que estos giros antisitema, a partidos rupturistas y, en la mayoría de los casos, escorados a la derecha, hay que entenderlos "menos en un contexto ideológico que social y económico". "Hay un revoltijo importante de siglas y de tendencias, que coinciden en la necesidad de cambio radical, en el proteccionismo nacional, en la recelo de lo que viene de fuera, en la exaltación de valores catalogados como "de siempre", en las esencias", destaca, pero a veces los partidos son "muy diferentes" entre sí. "Lo que no cambia es el poso de enfado, cansancio o resentimiento por el que surgen y que conecta con una población europea en su misma frecuencia de onda. Ese es su éxito", indica. 

Especialmente en 2023, cuando Europa ha visto que las consecuencias de crisis como la energética o la defensiva van "para largo", se están haciendo fuertes "corrientes que buscan una autarquía imposible o una vuelta al todo vale en lo climático que creen que les va a salvar de la coyuntura, equivocadamente". Los ciudadanos, entiende, se disponen a testar "cosas nuevas" ante la crisis del bipartidismo y la falta de respuestas, algo "cíclico" en la historia pero que ahora se entiende peor "porque hay medios y recursos para hacer las cosas bien y no dar pie a posturas extremistas". "Siempre ha habido quien, sin tener ni idea de gobernar, ha querido dar el salto y tratar de demostrar que puede hacer lo que sus antecesores no supieron", concluye. 

El "drama", insiste, es entender que no estamos ante "sociedades necesariamente menos abiertas o respetuosas con el otro", aunque haya corrientes que sí piensen así, sino que hay personas "tremendamente cansadas", empezando por la juventud y su falta de oportunidades. Pone el ejemplo de Italia para ilustrar el giro. Destaca que partidos como los que pueden crecer en Países Bajos hablan menos de inmigración o igualdad (tras los tiempos de Geert Wilders) pero más de "orden" o de derechos agrícolas y ahora se cuela también el debate nuevo de Ucrania. 

El Europarlamento por venir

Poelman expone que el modelo "más abierto, progresista y europeísta" está en juego en estos comicios y en las alianzas del próximo Europarlamento que salga de las urnas en junio que viene. "El miedo al futuro o al otro marcará toda la política de los próximo años", prevé. En el caso de Estrasburgo, la amenaza es sobre todo para el Partido Popular Europeo (PPE). Si la ultraderecha crece en Eslovaquia, Polonia y Países Bajos, se verá ampliado el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), donde se enmarca por ejemplo Vox

Entrevistado en junio pasado por el Frankfurter Allgemeine Zeitung, el líder del PPE Manfdred Weber, habló de la necesidad de construir un "cortafuegos" contra el PiS, con el que está especialmente enfrentado, y descartó cualquier tipo de cooperación del PPE con ellos. Ello provocó la indignación del partido gobernante polaco, que acusó a Weber de intentar inmiscuirse en las elecciones polacas. En respuesta, el parlamento polaco aprobó una resolución para contrarrestar cualquier intento de otros países y políticos extranjeros de influir en el proceso electoral. El diputado del PiS Tadeusz Cymański aseguró recientemente que las manifestaciones de Weber, especialmente su uso de la palabra "enemigo", se asemejaba a la "propaganda de Hitler", informa Euractiv.

Espadas en alto porque la lucha por Polonia podría resultar clave para el Parlamento Europeo en su conjunto. Dado que el ECR ha aumentado su representación en otros países, especialmente Italia y la República Checa, podría convertirse en un actor clave en las elecciones europeas de 2024 si el PiS vuelve a ganar. Una victoria de la oposición sería crucial para el potencial del PPE como mayor grupo del Parlamento de la UE.

También depende de los ultras hasta el reparti de cargos de la Comisión porque, por ejemplo, para presidir la CE se pide de que el nombre del elegido ha de contar con el respaldo de 15 de los 27 estados (mayoría cualificada se llama) pero que representen al menos al 65% de la población europea. Si un país de mucho tamaño, como Polonia o España, se planta ante un nombre, no sale adelante, tiene capacidad de bloqueo aunque enfrente haya una mayoría de países.

Por eso lo que pase en Bratislava, en Varsovia o en Ámsterdam debe preocuparte, por lejos que parezcan estar.