¿Qué pasa en Georgia? Las claves de unas protestas con Rusia y la UE como telón de fondo

¿Qué pasa en Georgia? Las claves de unas protestas con Rusia y la UE como telón de fondo

La Ley de Agentes Extranjeros saca a la calle a los opositores, que ven en ella una inspiración de Moscú para perseguir a la prensa y las ONG. El Gobierno ha parado máquinas, pero la mecha está prendida. 

Un manifestante enarbola una bandera de Georgia delante de una barricada ardiendo, el pasado 9 de marzo, en Tiflis.LAPRESSE

Georgia ha saltado a los titulares del mundo estos días a causa de unas protestas masivas, sofocadas con contundencia y que amenazan con no detenerse, aunque parece que comienzan a cumplir su objetivo. Una disputa doméstica ha salpicado también a Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos, en tiempos de guerra abierta en Ucrania, así que las dimensiones de la noticia se agigantan. 

¿Pero qué es lo que ha ocurrido? Que el Gobierno de Tiflis, en manos del partido Sueño Georgiano ha planteado una ley que no ha gustado ni a la oposición ni a buena parte de la ciudadanía. La norma, llamada Ley de Agentes Extranjeros, ha sido denunciada como un instrumento para reprimir la disidencia, al igual que lo hace Rusia con un articulado similar. Con ese marco, los manifestantes han lanzado mensajes en favor de la democracia y de la entrada en la UE, mientras que el Ejecutivo denuncia que hay una mano extranjera detrás que busca desestabilizar al estado. Por ahora, no obstante, ha dado el paso de desechar la ley, aunque ahora hay pasos legales que dar para detener el proceso, vigilados con lupa por los críticos. 

Estas son las claves para entender lo que ha pasado, lo que puede pasar y por qué es importante para el resto del continente. 

El origen de las protestas: los agentes extranjeros

Empecemos por el principio: en Georgia gobierna una coalición a seis bandas en la que manda una formación de centro-izquierda, de tintes prorrusos, llamada Sueño Georgiano. Este bloque ganó las elecciones parlamentarias de 2012, una victoria revalidada en 2016. La coalición estuvo compuesta inicialmente por una amalgama de partidos favorables a una economía de mercado, que reivindicaban el liberalismo social, así como nacionalistas radicales con retórica xenófoba y representantes del antiguo Gobierno de Eduard Shevardnadze, quien fue desalojado del poder tras la revuelta popular de 2003. 

Aunque en teoría esta alianza apoya el acercamiento de Georgia hacia la UE y sus valores, en la práctica también es amigo de Rusia. De ahí que ante conflictos como el de Ucrania, haya preferido ponerse de perfil, una neutralidad que se entiende en círculos diplomáticos como cercanía a Moscú, con enorme influencia en la zona, aún. 

Ahora, ha presentado una controvertida propuesta que obligaba a todas las ONGs y medios de comunicación del país que reciben más del 20% de su financiación del extranjero a ser incluidos en un registro especial forzoso y a presentar una declaración financiera anual. Quien no lo asumiera, se enfrentaría a elevadas multas (9.500 dólares en un país donde la renta media mensual es de 392) e investigaciones del Gobierno. 

El Ministerio de Justicia de Georgia defendió que esta medida ayudaría a exponer a los "agentes de influencia extranjera" en el país, insistía en que esta era una versión light de la norma inicial (que incluía a personas físicas y jurídicas) y que hay ya "decenas de países" con normas similares. Por ejemplo, EEUU cuenta con la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA), indicó. Hasta recurría a la religión, asegurando que la ley era necesaria para controlar a los críticos de la Iglesia Ortodoxa Georgiana, muy poderosa, con enorme peso político y social. El presidente de Sueño Georgiano, Irakli Kobakhidze, afirmó que las propuestas aumentarían la transparencia nacional y ayudaría a dar con "fuerzas extranjeras" que, según él, ayudan a grupos "a impulsar la propaganda LGBTI" y critican el sistema electoral de Georgia. Insistía en denunciar a los críticos como "derecha títere" de Occidente y remarcaba que es "bueno" saber qué figuras públicas y organizaciones tienen lazos en el extranjero. 

En el caso de la norma rusa que supuestamente inspira este texto, la ley de agentes extranjeros ha sido endurecida desde la detención del opositor Alexéi Navalni en 2021 y ya no hace falta recibir financiación extranjera para ser perseguido, sino que basta con ser considerado una persona u organización sometida a “influencia extranjera”. Esa vaga etiqueta sirve para tener que demostrar el destino de todo el dinero que se gasta. También, para etiquetar cada manifestación pública con un mensaje que advierta de la condición de agente extranjero. Gracias a esta legislación, las autoridades rusas han podido cerrar ONG defensoras de derechos humanos y por la preservación de la memoria histórica como Memorial, a la que se le ha otorgado el último Premio Nobel de la Paz

Reacciones y consecuencias

El Gobierno es legítimo, la coalición ha ganado ya varias elecciones, los ciudadanos le han dado su confianza, pero también es verdad que es creciente el sentimiento de que el apego a Rusia no es la salida y que, al final, hablamos de una suma de seis, coyuntural, que sirvió correctamente al país para salir de una situación de crisis en la pasada década que igual es necesario poner al día. 

El anuncio de la nueva norma ha sido un aldabonazo para algunos opositores, especialmente proeuropeos, que llevaban tiempo avisando del autoritarismo creciente en algunas políticas, que hacen que la organización internacional en defensa de los derechos humanos Freedom House catalogue al país en su último informe como "un régimen en transición o híbrido" si hablamos de cuestiones democráticas.  

Ese es el marco en el que comenzaron las protestas, el martes pasado, que arrancaron en la capital y se han reproducido luego en distintos puntos del país. Muchos de los participantes son partidarios del expresidente georgiano Mijaíl Saakashvili, encarcelado en su país por abuso de poder y cuya liberación por motivos de salud ha sido exigida por Human Rights Watch y Amnistía Internacional. El Parlamento Europeo también exigió en febrero pasado a Tiflis liberar a Saakashvili y abogó por sanciones contra el fundador del Sueño Georgiano, el multimillonario Bidzina Ivanishvili, a quien acusan de una "vendetta personal" contra el exmandatario.

Durante dos días de intensas manifestaciones, sobre todo en Tiflis, se registraron 130 arrestos de civiles (la mayoría ya están en libertad) y resultaron heridos 60 agentes, según datos del Ministerio del Interior. A excepción de dos vehículos quemados, no hubo ataques vandálicos con grandes daños. Sí una corriente en la calle de indignación por la violencia policial ejercida a base de cañones de agua, porras, gases lacrimógenos y armas sónicas. 

La presión fue tal que el Ejecutivo decidió desterrar la ley que tan valiosa le parecía apenas dos días antes y que había superado el trámite de primera lectura en el Parlamento. Sin el embargo, el reglamento del Legislativo señala que un proyecto de ley que ha sido aprobado en primera lectura no puede ser retirado y debe continuar su tramitación hasta su rechazo o su aprobación, informa la Agencia EFE. Había un segundo proyecto de ley, complementario, que contemplaba sanciones contra quienes incumplieran la normativa, que no llegó a ser examinado por el Legislativo, por lo que sí ha sido totalmente revocado. 

La oposición -mayoritariamente de derechas-, ante estos pasos legales que aún hay que dar para que todo quede enterrado, ha dicho en público que no se fía y reclama pruebas de que el proceso está parado. Mientras, mantiene convocadas protestas que, sin embargo, están bajando de intensidad tras la conquista aparente de sus metas, al menos una victoria táctica. 

El Ejecutivo insiste: es una retirada "incondicional". También indica que las manifestaciones se sofocaron adecuadamente, que si hubo cargas fue porque los presentes se extralimitaron en sus derechos de expresión y reunión y que no obedecieron a las órdenes de sus uniformados.  

La mano exterior, el Maidán, el golpe

Las protestas han estado alentadas, según Tiflis, por agentes externos, una tesis en la que han llegado a implicar al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski. ¿Por qué? Porque uno de los líderes de la oposición, Nikanor Melia, llamó a los presentes a no ceder y seguir la misma vía que los participantes en las protestas de 2014 en Kiev, que desembocaron en el derrocamiento del presidente prorruso, Víctor Yanukóvich. El llamado Maidan o Euromaidán. El primer ministro de Georgia, Irakli Garibashvili, dijo: "Cuando una persona en guerra encuentra tiempo para comentar sobre una manifestación destructiva de varios miles de personas, es una clara evidencia de que está interesada en que suceda algo aquí y provoque un cambio". Su diana era el mandatario ucraniano. "Se rumorean escenarios con un golpe de Estado. Esto es una interferencia directa", remarcó. 

También se hizo esta lectura desde Moscú, aunque se señalaba, en este caso, a Occidente. El jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov trazó un paralelismo con el Maidán, que considera un golpe de Estado orquestado por EEUU, sobre todo. Para Lavrov el proyecto de ley georgiano sobre los "agentes del extranjero" ha sido sólo un "pretexto para lanzar un intento de cambio de régimen por la fuerza". En foros prorrusos del país también se habla de la OTAN "abriendo otro frente con Rusia" y en medios cercanos al Kremlin se avisa de que puede haber una estrategia extranjera para provocar en las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur. 

También el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, se refirió a una declaración realizada el jueves desde Nueva York por la presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili. La dirigente, marcadamente prooccidental y con poderes limitados en su país, tomó distancia del crticado Gobierno y expresó su apoyo a los opositores. Según Peskov, el hecho de que hablara desde EEUU -donde estaba de visita- es una señal de que "la mano visible de alguien está tratando de provocar un sentimiento antirruso" en Georgia. Ante la Estatua de la Libertad, la presidenta acusó a Rusia de atacar y ocupar territorios de países soberanos desde "hace más de dos siglos" y subrayó que "lo importante es lo que quiso decir la población georgiana". Pescov se la estaba devolviendo. 

Desde Occidente, ciertamente lo que ha llegado es apoyo a los manifestantes. El jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, alertó de que el proyecto de ley sobre la "transparencia de la influencia extranjera" podía "tener graves consecuencias en las relaciones" con la UE, por ser "incompatible" con los valores y normas de la Unión e ir "en contra" del objetivo de Georgia de unirse al club comunitario, advirtió.

Washington, por medio del Departamento de Estado, también mostró su "apoyo al pueblo georgiano y sus aspiraciones" y advirtió de que en caso de aprobarse la polémica ley, esta "estigmatizaría y silenciaría las voces independientes".

De dónde venimos: soberanía y Ucrania

La exrepública soviética de Georgia se independizó en 1991, pero experimentó un período de inestabilidad interna durante gran parte de la década siguiente, durante la cual la región de Abjasia proclamó su propia independencia. Tiflis ha dicho que la región disidente fue ocupada por Rusia y ha permanecido ocupada desde entonces. La comunidad internacional la apoya en que es una república autónoma perteneciente a ese país.

En las décadas de 2000 y 2010, Georgia abrió su economía a la inversión extranjera y trató de limpiar la corrupción y acercarse a la UE y la OTAN.

En 2008, después de una guerra de cinco días, las tropas rusas ocuparon otra región georgiana, Osetia del Sur, una pequeña zona montañosa al noroeste de la capital.

Más tarde, la región también proclamó su independencia, que es reconocida por un puñado de países, incluidos la propia Rusia, además de Siria y Venezuela. Osetia del Sur todavía está efectivamente bajo ocupación rusa.

La mayoría de los georgianos no quieren más conflictos y, según encuestas de opinión, a la mayoría también gustaría que el problema de Osetia del Sur y Abjasia se resolviera pacíficamente, informa la BBC.

Más recientemente, la negativa del Gobierno a respaldar abiertamente a Ucrania o imponer sanciones a Moscú después de la invasión a gran escala de febrero de 2022 ha enfurecido a muchos ciudadanos de a pie, que ven este conflicto como una agresión rusa. Esta neutralidad se destaca en una pantalla gigante iluminada que dice "Tiflis: una ciudad de paz" y que han instalado las autoridades, pero contrasta con el hecho de que muchos georgianos se han ofrecido como voluntarios para luchar en una legión extranjera junto a las fuerzas ucranianas contra el ejército ruso. Esta neutralidad se destaca en una pantalla gigante iluminada que dice "Tiflis: una ciudad de paz" y que han instalado las autoridades, pero contrasta con el hecho de que muchos georgianos se han ofrecido como voluntarios para luchar en una legión extranjera junto a las fuerzas ucranianas contra el ejército ruso.

En el primer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, el Gobierno georgiano llamó a la calma e insistió en que su posición estaba motivada por el deseo de "preservar la paz". También expresó su preocupación de que haya quienes quieran extender el conflicto a Georgia.

"Somos el gobierno que evitó que Georgia se convirtiera en otro teatro de guerra y que evitó las provocaciones. Si hubiera habido una fuerza más destructiva en el poder, ahora una gran parte de Georgia, al igual que Ucrania, se habría convertido en una zona de combate. Vivamos en paz y cuidemos cada uno de nosotros nuestro propio país", dijo el primer ministro.

Pero la oposición, junto con muchos de sus simpatizantes, salió igual a las calles para conmemorar el aniversario, en apoyo a Ucrania y para recordar a los que habían muerto, incluidos los combatientes georgianos.

Y Europa, aún lejos

Georgia quiere ser parte de la Unión Europea, eso es algo que dejaron claro los manifestantes de la semana pasada y hasta el Gobierno actual. Pero ese acercamiento a Moscú y la insistencia en leyes de inspiración kremliniana no ayuda. "Podría afectar las aspiraciones europeas del país", según advirtieron fuentes comunitarias a EFE.

Tiflis solicitó su adhesión a la UE en marzo de 2022, empujada definitivamente por la invasión rusa de Ucrania, pero los Veintisiete se negaron a concederle el estatuto de candidato, algo que sí consiguieron Moldavia y la propia Ucrania. Bruselas alegó el estancamiento de las reformas políticas y judiciales exigidas por los socios para iniciar formalmente el procedimiento de adhesión.

Estas protestas y lo que las han originado son un paso atrás en ese camino de unión.