'Las Campos', más abajo en la escala de Richter

'Las Campos', más abajo en la escala de Richter

Veamos. Paolo Vasile está contento. María Teresa Campos también, porque "le he dado una alegría al jefe". (Las dos entregas del programa han sido líder en sus franjas: un 18,4 la primera y un 17,3 la segunda. Dos millones trescientos mil espectadores cada vez). Bigote Arrocet (que por mucho que me insistan en que su nombre es Edmundo, para mí será siempre Bigote, faltaría más), encantado también, pinta camisetas y árboles, no come marisco y siempre pide steak tartar. Terelu está gorda como nunca estuvo y eso lo lleva mal. ¿Qué más se puede pedir?

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Veamos. Paolo Vasile está contento. María Teresa Campos también, porque "le he dado una alegría al jefe", tal como dijo a Vertele. (Las dos entregas del programa han sido líder en sus franjas: un 18,4% la primera y un 17,3% la segunda. Dos millones trescientos mil espectadores cada vez). Bigote Arrocet (que por mucho que me insistan en que su nombre es Edmundo, para mí será siempre Bigote, faltaría más), encantado también, pinta camisetas y árboles, no come marisco y siempre pide steak tartar. Terelu está gorda como nunca estuvo y eso lo lleva mal, condiciona tanto su vida que ha decidido convertir esa cuestión en un reality. Al reality de Las Campos le llamaron DOCUMENTAL (sí, sí) varias veces en la mesa de DEBATE (sí, sí) que Telecinco montó para analizar el espacio antes y después de su emisión. Algo que fue un hallazgo, la verdad.

Ahí pudimos oír a tertulianas como Mariángel Alcàzar decir que la mayoría de las vendedoras de los mercadillos "son culonas", y eso es impagable. El DEBATE estuvo muy bien también porque pudimos ver a un tipo, Mario Vaquerizo se llama, no sé si os suena, que de vez en cuando sale en la tele, da igual el tipo de programa. Puede ser un espacio megaguay o uno más, digamos, tradicional. O su propio reality también. Versatilidad se llama. Calificó de "momento impagable de la televisión" el instante en el que Terelu sale de una churrería comiéndose una porra y diciéndole al cámara: "como me saquéis comiendo esto, os doy una hostia", en plan, qué natural es todo, yo no soy consciente de que este momento se va a convertir en el MOMENTO, etc, etc.

Durante ese debate previo, Carlota Corredera, la presentadora, dijo que varios expertos en televisión habían estado en un pase privado y habían visto el programa y que esta era su opinión. Y dio paso a un vídeo en el que colegas varios contaban lo que les había parecido. Yo creo que nadie dijo nada negativo, ni siquiera jocoso (que podría ser lo normal, vamos), pero igual se me pasó algún comentario porque estaba, digamos, dolida: voy a confesarlo, yo recibí como un duro golpe en mi autoestima no haber sido invitada a ese visionado, snif...

María Teresa y Terelu, mientras dura la previa, están en otro lugar del plató y lo ven todo, y las vemos, a través del videowall, que es el pantallón que hay detrás de la mesa de DEBATE (información para los que no manejan los términos televisivos que tanto nos gustan a los que sí los manejamos). En un momento dado, la presentadora del DEBATE las invita a las dos a que sean ellas mismas las que den paso al DOCUMENTAL. Y ellas, tras una introducción larga y amorosa dicen al alimón: "Hoy, más que nunca, las Campos somos suyas". Y, a ver, joder, ¿cómo no vas a quedarte a ver el reality, (perdón, DOCUMENTAL), con un anuncio así?.

Yo me quedé, porque soy una profesional y prometí este artículo y me debo a mi público, que lo tengo, aunque mis amigos de Telecinco no me hubieran invitado al pase privado, snif. En cambio, mi marido, que también oyó la perorata de las Campos y su última frase, me miró con cierta conmiseración y me dijo: "Me voy a leer arriba". Y desapareció. Me metí en twiter para sentirme acompañada y fui contemplando con estupor la cantidad de gente que se tomaba EN SERIO el espacio. Como si las conversaciones que oíamos no fueran insustanciales, como si todo lo que pasó durante el espacio no estuviera un poco más abajo en la escala Ritcher.

Igual influyó el hecho de que Luis del Olmo hubiera salido en un vídeo alabando a María Teresa (son amigos de verdad. El periodista contó que la Campos una vez les dejó su propio dormitorio a su mujer y a él cuando estuvieron de invitados en su casa) y agradeciéndole a Terelu que usara su sobrepeso para "llevarles luz" a tantos que son como ella. Igual sin eso, digo, la gente habría pensado que esto es un programa de entretenimiento de la factoría Mediaset, hecho a conciencia, midiendo ingredientes, montado adrede para ser efectivo. Cosa que es lo que esperas que haga un programa de entretenimiento de la factoría Mediaset, que por supuesto negocia con sus participantes -con todos- la cantidad a remunerar. Y una cosa es la cantidad que pagar por el DOCUMENTAL, y otra la que se dará por sus efectos colaterales: debates anteriores o posteriores, apariciones para comentar la experiencia en Sálvames, reportajes en revistas, etc, etc. En fin, lo normal.

El asunto es que, en las dos partes de este DOCUMENTAL, supimos y vimos cosas como estas:

María Teresa tiene un casoplón. Que desde luego se merece por el trabajo de tantos años. Allí vive con ella María, la asistenta, y Bigote, (para ella y para los tertulianos, Edmundo). María Teresa tiene muchos zapatos y se los enseña a sus amigas antes de ponerse a a merendar y jugar a las cartas con ellas. Pese a esa vida lujosa, se lleva a Telecinco su propio tupper con la comida. Que seguro que Vasile le ha dicho mil veces que le pone un catering, pero ella prefiere eso.

Terelu tiene un pedazo de ático. Lleva mal que los paparazzi la sigan (¿perdón?, ¿eres tú la que estás haciendo un reality de tu vida? ¿La misma que posó en la portada de Interviú? ¿La que veo estas semanas en las revistas contando los pormenores del programa?). También se lleva tupper a Telecinco. Y su gordura ("Yo no estoy gorda, estoy blanda", dijo) ocupó el ochenta por ciento de sus intervenciones. También supimos que se compra en el mercadillo (ahí entró la frase de la tertuliana citada más arriba) bragas de color carne y de la talla L. Durante el DEBATE posterior, dijo que no las llevaba puestas, pero que las tenía ahí, en el camerino. No voy a abundar más en este tema. Ella o su madre, ahora mismo no lo recuerdo bien y en mis notas veo que no lo he reseñado, dijo que "el ser humano quiere que le quieran, eso alimenta el ego". Terelu, que yo creo que tiene un cierto desorden alimentario (quizá sea excesiva la tonelada de Cola Cao que toma con la leche matinal), también dijo que en este momento de su vida prefiere la comida al sexo. Tampoco voy a ahondar en esto.

Vimos a Bigote Arrocet recién levantado (el chileno no madruga. Y hace bien. Yo si pudiera tampoco lo haría) y recién duchado, bajando las escaleras del casoplón y saludando. MOMENTAZO, sí. Y luego lo vimos pintando una encina muerta del jardín y pintando sus camisetas, que es un hobby que tiene. Luego se acicaló para salir a cenar con su novia. Los vimos subir al coche, él hecho un pincel. En ese momento apareció mi marido y soltó, con sorna: "Pinta de enlace sindical no tiene, ¿eh?". En el fondo, igual era envidia: esa melena, ese pañuelo en el bolsillo, esa compostura...

Yo siempre que veo a Bigote me acuerdo de una anécdota, que por supuesto voy a contar. Una vez, en un programa de televisión que yo dirigía, lo tuvimos como invitado (sí, ese era EL NIVEL, no empecemos con eso otra vez, que ya lo sabéis todo -y si no, leed mis libros, coño- sobre mi pasado televisivo). Una de mis misiones como directora del programa era confraternizar con los invitados, etc. Estábamos hablando de esto y aquello, de Valencia (el programa era de Canal 9), de su profesión, etc., y de pronto me dice:

-Me encantaría quedarme un día más, pero me voy hoy porque mañana TENGO que estar en la manifestación a favor de la liberación de Pinochet.

Me cuentan que él ha dicho en alguna ocasión que igual que era amigo de Pinochet era amigo de Salvador Allende.

Me pregunto si conversa sobre esto con María Teresa.