Radiografía del voto rogado en campaña: dos millones de ciudadanos que residen en el exterior se enfrentan a una yincana para que su papeleta cuente. Tan difícil, que la participación ha bajado del 30 al 5%
Muchos españoles en el exterior invierten tiempo en ayudar y colaborar, informando con datos contrastados, y su labor se desconoce por gran parte de la emigración por falta de difusión.
Cualquiera puede ser un refugiado. Si lo dudas, explórate interiormente y dime sinceramente si tú no huyes de algo que te duele o te da miedo. Ese miedo interno e irracional que todos tenemos, aunque no dé la cara, mejorará con tu buena acción. Sentirás más tranquilidad. Te percibirás como una mejor persona. Por eso te digo: sé egoísta y ayuda a los demás. Hazlo por ti o por ellos, pero hazlo.
Nos hemos acostumbrado a las vallas. Como en Melilla, cuya valla cumple 20 años, acumula más de 40 millones de euros en gastos y, aun así, no evitó que 18 subsaharianos la saltasen el pasado seis de febrero; o en Hungría, cuyo Gobierno planea añadir una segunda valla a su frontera sur para mantener alejados a los refugiados procedentes de Serbia y cuyo coste se sumará a los 227 millones de euros que acumula la primera.
A menudo leo acerca de las dificultades por las que muchos españoles viviendo en el extranjero pasan. Pero rara vez llegan noticias a España de la otra gran crisis que gran parte de los expatriados atraviesan. Se trata de una crisis de identidad, de no saberse/encontrase una vez despojados de idioma, nombre y lugar.