‘Las asambleístas (Las que tropiezan)’, el público soberano niega la crítica

‘Las asambleístas (Las que tropiezan)’, el público soberano niega la crítica

¿El resultado? A esta pregunta apetece decir “no comment”.

Silvia Abril en 'Las asambleistas (las que tropiezan)'Jero Morales

Aunque no ha sido el estreno oficial de la 69 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, Las asambleístas (Las que tropiezan) sí ha sido el estreno oficioso. Pues una composición del compositor poco conocido Xenakis y una reposición de un éxito extremeño en el mismo fin de semana no son suficientes para inaugurar un festival de teatro como este. De pretendido ámbito nacional y popular o comercial.

Así que allí estaban todos, periodistas y críticos teatrales y autoridades, incluido Guillermo Fernández Vara en uno de los que seguramente será de sus últimos actos públicos como presidente de la Comunidad de Extremadura. Faltaba el público, que a vuela pluma ocupaba a penas dos tercios del aforo, algo no habitual en un estreno, aunque no faltaban reclamos para que se llenase tanto el teatro como los bares camino al foro, que esta vez también se veían a medio gas.

Curioso cuando se anunciaba una comedia con rostros populares de la televisión. Silvia Abril y Pepa Rus. Y la colaboración especial de Julieta Serrano que pone voz a la diosa Ceres, la diosa que preside el escenario emeritense. Y como dramaturgo y director, un favorito de la crítica y periodistas teatrales, José Troncoso.

¿El resultado? A esta pregunta apetece decir “no comment”. Sobre todo, si hay cerca alguien implicado en la producción. Ya que es difícil decir cosas bonitas o amables de esta comedia pretendidamente feminista que quizás haría las delicias de las abuelas, y más de los abuelos, de las actrices que la protagonizan.

La historia es que en la Grecia antigua, la diosa Némesis hipnotiza a un grupo de mujeres para que se disfracen de “sus hombres”, sus maridos y novios, que se atrevan a atravesar un bosque encantado y tomar el ágora para imponer sobre la ley de los hombres la ley de las mujeres. Algo que solo podrían hacer hipnotizadas. En caso contrario, se cagarían patas abajo y aterrás, un terror que se mezcla y confunde con el amor, ni se movilizarían. No se que pensarían de esto las mujeres que comenzaron a luchar por sus derechos cuando se las veía marcianas por hacerlo ni las que se manifiestan el 8M.

En ese bosque encantado se hace ver la vida que llevan las pobres chicas que tienen que servir (sí, léase con la música del Tango de la menegilda de la zarzuela La Gran Vía, le pega mucho la época en la que fue escrita). Limpiar la casa. Cuidar a los niños. Hacer la comida, la colada y los recaos. Dejarse meter la tranca, “que te voy a dar lo tuyo, ¿qué no ves cómo me has puesto?”. Dejarse tocar el culo en el despacho si trabajan, claro está. Beber hasta morir borracha porque ellas también tienen derecho a disfrutar ¿desde cuándo emborracharse y drogarse es disfrutar? ¿De verdad que el mundo de la cultura no está viendo el gravísimo problema de salud pública que hay por estos motivos? ¿Lo promueven por qué las destilerías y el narco financian los taquillazos de Hollywood y de su paladín Netflix?

A todo este infantilismo se asiste asombrado, como si fuera una película de Disney a la que un órgano censor calificaría para adultos ya que a estas mujeres lo que realmente les gusta es frotarse, poco porque es pecao, y luego hay que confesarse. Es mejor follar como Dios manda. Aunque lo que más, lo que más, el comerse una buena p…. ¿Pero ese no es un whisful thinking del porno para tíos? Es decir, encontrarse con un mundo de tías que estén siempre deseando y dispuestas a comérsela a ellos. Pues no, según esta obra son ellas las que quieren cuanto más y más grandes mejor. ¡Nacho (Vidal), macho, estás de suerte!

Todo este despropósito, se oculta bajo un manto de comedia ligera interpretado por buenas actrices cómicas. Cada una con sus fans a cuestas. También por una producción, es decir, una financiación, que ha permitido contratar a Alessio Meloni para una escenografía de aspecto vintage con aires Belle Époque. A Pier Paolo Alvaro para un bonito vestuario rosa, sí, rosa y fucsia, han leído bien, sobre el que se ponen chaquetas negras, que es como visten los hombres ¿verdad?, abrochadas como si fueran unas mujeres payasas o el ejército de Pancho Villa. O a Cornejo para la iluminación.

Si leyendo todo lo anterior parece que se asiste a un horror sonrojante, debe ser solo por la mirada crítica. Alrededor la mayoría de las mujeres y de los hombres celebran los chistes, a veces con grandes risotadas y hasta con aplausos interrumpiendo la representación. Mujeres que visten como quieren, enseñan o tapan lo que quieren, sin que, al menos en el teatro, nadie las moleste. Pero que escuchan muy en silencio a Pepa Rus, empoderada en unos botines rosas en unos tacones finísimos, diciendo muy seria que nadie tiene derecho a molestarla por salir de noche a emborracharse y vestirse como quiera. Más adelante La Praxa, Silvia Abril, contrapondrá a ese vestirse de ellas a lo adefesios que van hechos muchos hombres a los que ella no les dice nada. ¿Es lo mismo? ¿Es comparable? ¿Es el look adefesio algo que se considera mayoritariamente sexy para el sexo femenino? ¿Sigue vigente el dicho de “el hombre y el oso cuanto más feo más hermoso”?

A pesar de los encantamientos y ensoñaciones, consiguen atravesar ese bosque encantado y envenenado. Llegar al ágora. Y, disfrazadas de sus hombres, de sus maridos, asumiendo su rol porque como mujeres no pueden, tomar la palabra en la asamblea y preguntar al respetable para que voten a mano alzada con unos tarjetones que le han dado con el programa. Leyes que garanticen el derecho de todos a coger la escoba, a vestirse como quieran, a trabajar en lo que quieran, a cobrar lo mismo por el mismo trabajo, para que tu marido no te pegue (¿pero cualquier otro hombre con el que no se esté casada sí te puede pegar?). Pero, sobre todo, sobre todo, una ley para llevarse bien, porque hombres y mujeres se llevan mal. ¿Hay alguien en la sala que quiera una guerra? Ah, no. Ese está en la Duma y se llama Putin y está tan entretenido con reclamar una Ucrania rusa y una Rusia ni feminista ni diversa, sexualmente hablando, que no sabe ni situar Mérida.

Ah, y la diosa Némesis habla con acento alemán, que la filosofía y el conocimiento o es alemán o no es. Que los dioses y las diosas son de otra pasta. Pertenecen a una cultura superior, por algo están en el cielo. Y que la única mujer culta que se representa, interesada por la ciencia, aunque acabará estudiando Derecho, habla español con acento catalán y ha crecido y desarrollado en un ambiente en catalán. La pobre nena.

En todo este despropósito de repente hay un destello, algo que interesa. Una canción de Mariano Marín que canta la diosa Némesis, la que inicia todo. Suena, tiene ecos, de Sondheim. Y que sin desmerecer a la actriz Maribel Salas, uno imagina mucho mejor puesta en escena como un dardo al debate que ha levantado la ley trans en el feminismo, si la interpretase una diosa de la escena petarda como Bibiana Fernández, vestida de lamé dorado o plateado. O, por ponerla más contemporánea, una perfomer bailarina como Celeste. Y si se le quisiese dar un punto mucho más popular a una Antonia San Juan. Estas dos últimas con una prosodia muy interesante para el papel mucho más cercano al estilo de Troncoso que las actrices del reparto actual. 

Ese es el tipo de vitriolo que usaba Aristófanes, el autor de la obra original en la que se inspira estas asambleístas, en sus comedias y que en esta no se ve. Él no evitaba lo que estaba en boca de todos, era realmente controvertido y escocía. Lo que sí se ve en este montaje es una educación sentimental y sexual, a la que pretende agradar, y que permite entender los resultados de las elecciones locales y los que se vaticinan para las generales. Y el que, incluso mucha gente liberal y de retroizquierdas, justifique como la normal alternancia democrática la llegada de determinados partidos a las instituciones y a los parlamentos para a continuación quejarse de la pérdida de derechos, sin que desaparezcan ni se cambien las leyes. Para hacérselo mirar.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.