‘La casa de los celos y selvas de Ardenia’ o norabuena sea

‘La casa de los celos y selvas de Ardenia’ o norabuena sea

¿Es Cervantes por si solo un reclamo para el público?

Escena del caballero español y su escuderoDolores Iglesias

De nuevo el Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares lleno. A rebosar. Motivo, un Cervantes que no se representaba desde hace cuatrocientos años. La obra que atrae a tanto público es La casa de los celos y selvas de Ardenia que comienza su andadura comercial en el Festival Iberoamericano del Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid – Clásicos en Alcalá. Desde donde irá a la Fundación Juan March programada dentro de los Veranos de la Villa para acabar en el Festival de Almagro.

La primera pregunta ante tal lleno es ¿hay tanta gente interesada en la arqueología teatral? A falta de estudios serios, se puede uno imaginar que no. ¿Es Cervantes por si solo un reclamo para el público? Pues seguramente tampoco, ya que sus comedias poco se representan, ni siquiera sus divertidísimos entremeses.

Lo cierto es que todo ese público puede estar atraído por lo que sin duda es un hito cultural. Un momento en el que decir yo estuve ahí. Antes que nadie. Como antes estuvieron en el estreno en el mismo festival de El animal de Hungría, un Lope muy poco conocido y representado que hizo una muy buena carrera comercial tras su estreno en este festival. Una producción que tenía detrás el mismo director de escena que esta, al actor Ernesto Arias.

La presencia de este profesional garantiza dos cosas. La primera capital en obras del Siglo de Oro. La manera de decir el verso, sin perder ni su ritmo ni su rima, a la vez que parezca natural el hablar así. Como los mejores raperos, que te hacen pensar que podrías ir por la calle rapeándole al personal. Pues en las obras que dirige o interpreta Ernesto Arias pasa lo mismo, te hace pensar que podrías hablar en endecasílabos o heptasílabos. Vamos, como si lo que hizo Rosalía con la poesía del Siglo de Oro lo pudiese hacer cualquiera.

Lo segundo es que la naturalidad del verso se acomoda a la naturalidad del movimiento en escena. Es decir, los actores sacan espadas, se quitan armaduras, salen corriendo, bromean, cantan, tratan de ligar, duermen, politiquean, mientras dicen endiablados juegos de palabras, como si hacer ambas cosas a la vez fuera la vida misma. Lo cotidiano. Como lavarse los dientes.

Con este material humano, tiene buen ojo Ernesto Arias para encontrarlo, se puede hacer el más difícil todavía. En este caso, el coger un Cervantes y el que uno acabe pensando que está viendo la icónica película de La Princesa Prometida. Por ser un trasunto de caballeros y damas que se hace en verso.

No es la única referencia cinematográfica. Pues la historia se inicia porque una técnico de teatro comienza a leer un libro que se encuentra entre el atrezo. Y al igual que Bastián, el protagonista tanto de la película La historia interminable como del libro previo y del musical que ha venido después, acabará teniendo una participación muy activa en cómo se desarrollan los acontecimientos.

El principal problema de la obra se encuentra en su principio. Un principio discursivo sobre la honrilla y quien se ríe de ella. Pero pasado ese escollo, la cosa comienza a coger velocidad. Y la audiencia es llevada por el proceloso mundo del amor galante, de caballeros andantes, lleno de referencias a reinos exóticos y lejanos de la época, como la Francia del duque de Agramante y el Al-Ándalus español. Al que se añade lo cómico a través de la comedia pastoril y de la burla.

En el primero dos nobles de los doce grandes de París se tiran al monte buscando a su amada. Una princesa de un reino exótico que les conmina a superar una prueba para conseguir su mano. Encelados el uno del otro, los otrora amigos se vuelven rivales en la contienda amorosa deseándose recíprocamente la muerte.

  Escena del Rústico y el papagayoDolores Iglesias

La princesa, que es un señuelo para atraer a los grandes de Francia y dejar al rey “Carolomano” desprotegido, pierde su baza. Un hermano con un arma secreta al que tendría que derrotar su futuro marido, quien quisiera desposella. Razón por la que huye selva de las Ardenas a través hasta encontrar refugio con unos ganapanes sin oficio ni beneficio, juglares de la tierra, y una pareja de rústicos campesinos.

En este ya de por sí despropósito se aparecen un caballero español y su escudero. Pareja que recuerda muy mucho a Quijote y Sancho, un Sancho delgado, por cierto. Y Marfisa, mujer y caballero dispuesta a batirse con cualquiera. Farraguto, musulmán y misterioso ser que sigue al español-español allá donde vaya y que complica la trama. Malgesí y hasta Merlín. Los nombres se las traen, sí.

Una obra que comienza seria, con asuntos de honor entre nobles, que va convirtiéndose en comedia. Para desbaratar al espectador hacia el final. Pues si algo funciona en esta obra es la burla. Las escenas del papagayo y la operación de agallas, antológicas. A la vez que también es una producción donde la magia está muy presente. No solo en formato de lo mágico, sino también de lo real, pues se incluyen varios números clásicos de esta disciplina. Como el de acuchillar a un hombre escondido en un armario o hacer desaparecer a una mujer en un ataúd.

Si hubiese que ponerle un pero, quizás sean algunas transiciones entre escenas, que se alargan, que quitan fluidez y potencia a la comedia. Vamos, que cortan un poco el rollo De difícil solución porque hay actores que se doblan en personajes y necesitan tiempo para cambiar el vestuario. Aunque esto puede cambiar con el acúmulo de representaciones, cuanto más se repita la obra adquirirán más rapidez.

Tampoco la escenografía, que recibe al espectador porque el telón está levantado, es bonita. Sin embargo, tiene belleza, la que reside en la función que van a tener a lo largo de la representación. Como esa entrada a un sótano que permite la entrada y salida de personajes, a la vez que puede ser una montaña o un púlpito en el que se aparece la moral y otros advenimientos. Un aspecto funcional que también tiene la música, acaso lo más pobre de la producción. En donde la funcionalidad no brilla como en la escenografía y los pertrechos citados.

Con todo esto, la recuperación de La casa de los celos y selvas de Ardenia se aleja de la arqueología teatral, lo que siempre es un riesgo en este tipo de producciones. Y, a la vez, no es una actualización al uso. En el que los personajes se vistiesen a la manera y costumbres contemporáneas y hubieran prosificado el verso.

No. Es un montaje que pone de manifiesto la libertad de Cervantes para escribir e imaginar. Un autor que hay que bajar del pedestal en el que El Quijote le ha puesto, para que su obra circule entre nosotros. Y que hace pensar que las formas del teatro actuales le van como un guante a su teatro. Mientras, querido público, sientense en las butacas y déjense llevar a La casa de los celos y selvas de Ardenia por esta producción. Dispóngase a divertirse al menos tanto como parece que lo gozan su elenco en escena y dese la norabuena por haberlo visto y disfrutado. Pues si el tiempo y las giras no lo remedian puede volver a dormirse otros cuatrocientos años.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.