‘Las nubes’, en busca del gag

‘Las nubes’, en busca del gag

Otra de las propuestas del Festival de Mérida. 

Las nubes de 'Las nubes' de AristófanesJero Morales

La comedia vuelve a convocar en el Festival de Mérida con Las nubes de Aris y Tófanes. Sí, han leído bien. Según Paco Mir, de Tricicle, quien la ha adaptado y dirigido, y los personajes el autor/a de esta obra se llama así. Ya que la obra la escribió Aris, la mujer de Tófanes, pero que al no poderla firmar en aquellos tiempos por una cuestión de género la presentó él pero combinando los dos nombres. A autor(a) y director se suman dos cabezas de cartel. Pepe Viyuela y Mariano Peña, que ya hicieran pareja cómica en la serie Aída. Resultado, tres mil butacas llenas y el cartel de no hay billetes.

¿Se acompaña el éxito económico y de público del éxito artístico? La verdad es que no. La obra tarda en arrancar. Hay un prólogo en el que Ultimatum hace una visita guiada a la empresaria y promotora teatral de la construcción del teatro de Emérita Augusta destacando sus excelencias constructivas. Por ejemplo, de la supuesta comodidad de sus asientos de piedra, mejor que verse una función de pie. Lo hace acompañado del arquitecto de dicho teatro, Calatravius ¿les suena quién es?, que se pone lírico hablando la edificación, el pobre, pero que ha olvidado la funcionalidad y cosas tan tontas como poner los suficientes los baños femeninos que en los de mujeres siempre hay largas colas.

Una promotora a la que le muestran la obra que inaugurará el teatro. Las nubes. Y a la que le cuentan la milonga de que la escribió una mujer. Pues es una capitalista, autócrata, defensora del buen gusto (más pedos no, por favor), poco culta (que recrimina cada vez que se usan palabras como orografía, escatología, parábasis) pero muy feminista en un sentido trasnochado y ya aceptado hasta por los más conservadores (si las nubes son femeninas, que la representen mujeres), reivindicando la presencia de la mujer en todos los ámbitos, y muy aficionada al teatro barato (que no exija gran inversión en producción).

El asunto del género no es baladí. Hay muchas gracietas sobre lo que es masculino y femenino en el lenguaje. Recogiendo un debate político, es decir, público, de la ciudadanía, y no de sus representantes parlamentarios. De los que ha marcado y lleva marcando las reuniones de amigos y familiares. Llegándose a decir en la obra que si mano acaba en o, es masculino, y se debería decir “el mano”. Y si no lo sabes o no lo entiendes que te lo explique Sócrates. Recurso este que se sobreexplota hasta perder la gracia. Esto de la sobrexplotación de una gracia u ocurrencia graciosa en este montaje es muy habitual. Dando la sensación de la búsqueda del gag a toda costa.

El caso es que Estrepsiades, quien protagoniza la obra que se representará el día de la inauguración, acosado por los acreedores, se acerca al pensadero de Sócrates para que le enseñe a argumentar porque no tiene que satisfacer los prestamos en forma, tiempo y lugar. ¿Aprende algo? No se sabe. Pero aprehender, no aprehende nada excepto picaduras de chinches que chincharle le van a chinchar mucho. Eso sí repite argumentos socráticos como un loro, lo que tiene su gracia de vez en cuando. al meterlos sin ton ni son, Sobre todo, porque los mete Pepe Viyuela que hace el personaje cargándolo de todas sus características actorales y que reconoce el espectador.

El caso es que tras una larga meditación, acaba pensando que es mejor que estudie su hijo, Hipocomiso. Que todas esas moderneces y meme(ce)s socráticas son para los jóvenes. Y el joven va, aprende a argumentar el porqué de no pagar ni lo que se debe ni los intereses. Pero también ese razonamiento le lleva a rebelarse frente a la autoridad paterna.

Póngasele a todo lo anterior interrupciones de la promotora. Censurando por razones económicas, de decoro y feministas escenas y formas de hacer la obra. Hasta que ella misma decide intervenir. Primero, porque tiene prisa, que unas amigas la esperan para asistir a una crucifixión. Segundo, porque le mola eso del teatro y quiere formar parte de la función que esta viendo e improvisar textos y canciones.

Si bien es cierto que lo anterior suena a chanza, a farsa, y que da la oportunidad para reírse, también es cierto es que esa potencialidad no se objetiva en escena. La risa, de un público que ha ido a divertirse, pasarlo bien, va decayendo a medida que pasa la función. Se debilita. Y el interés con él.

¿Quiere decir esto que el público sale defraudado? No, claro que no. Pepe Viyuela está más Pepe Viyuela que nunca, aunque irreconocible con la barba que tiene en la actualidad. Con ese aspecto de hombre corriente y moliente superado por las circunstancias y aumentando su ruina con cada idea feliz que se le ocurre. Y Mariano Peña, al que se le hace cantar sin tener voz y sin aprovechar esa incapacidad para el canto de una manera escénica, también está muy Mariano Peña. Y Cristina Almazán, la actriz que hace de promotora empresaria teatral, está muy acertada en lo que hace y cómo lo hace y en cómo canta.

Ayuda a salir satisfecho de la función el hecho de que la producción tenga una mínima escenografía, que será suficiente para cuando gire, y que estorba poco a la vista. Lo que permite disfrutar del imponente teatro romano de Mérida gracias a Fran Cordero, que como iluminador ha sabido sacarle toda su belleza. De hecho, esa misma iluminación podría servir para hacer visitas nocturnas guiadas por el teatro.

Pero, sobre todo, sale a gusto al haber sido parte de la función. Pues, aunque hablamos de teatro-teatro, es decir, un montaje que se describiría como los de siempre, basado en una historia y unos actores que se suben a un escenario para contarla sin nada de la parafernalia tecnológica que se usa en la actualidad, resulta que juega a ser teatro inmersivo y/o participativo.

En el que las personas que ocupan las butacas, incluida la presidenta de la Junta de Extremadura, que estaba el día del estreno, se convierte en un coro de esclavos, por el simple hecho de que se les nombra así. Un coro que actúa cuando se le indica que lo haga loando a Zeus. Y que, a parte de esclavos que sirven a un amo, también pagan y aplauden. Por ese orden.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.