'Sollertinsky', cuando una amiga se va

'Sollertinsky', cuando una amiga se va

Las protagonistas de esta obra, chicas de hoy en día, se embarcan en organizar un acto de celebrar a Marta. Una amiga que se ha ido.

Sollertinsky.LEÓN VELASQUEZ

Desde hace varios años se lleva hablando de las artes escénicas híbridas. Aquello que no es ni teatro, ni danza, ni música escénica, ni circo, ni performance, ni instalación artística. Es todo eso y no es ni una cosa ni otra, porque no predomina o domina una disciplina sobre las otras. Pero para hablar de lo que se ve en escena se tendrá que acudir a muchas o a todas esas palabras y alguna otra, como, por ejemplo, el video mapping. Sollertinsky, la obra escrita y dirigida por Julio Provencio y estrenada la semana pasada en la Cuarta Pared, pertenece a esa categoría escénica.

En ella hay música en directo, un trío de Shostakovich que inspiró la pieza. Hay danza, quien más quien menos de los que están en escena baila, sea actor, bailarín o músico. Hay una extraña instalación de espejos sobre los que se dibujan manos de distintos participantes en la obra que luego se cuelgan en escena. Hay actrices con sus acciones y su texto. Y hay un juego de luces que, desde luego, es un trabajo artístico como el que se hace en muchos cuadros, sobre todo, clásicos. Y que, será por la pared icónica de la sala que ocupa el fondo del escenario, pero recuerda a la luz goyesca o velazqueña.

Todo esto ¿para qué? Para contar la historia de la ausencia de los y las colegas. Esas personas en las que se deposita confianza y confidencias. Que igual irritan que divierten y reconfortan. Que, a veces, se quiere que desaparezcan, se esfumen. Pero las más de las veces, se llama para tomar unas cañas, un café o unas cocacolas, mientras escucha o le/la escuchas, te da o le das un consejo, se habla del mar y los peces, del fútbol, del cine, del teatro, de la política y hasta de Ayuso.

¿Qué hacer con su ausencia cuando mueren? Shostakovich compuso un trío, el Trío nº 2 E menor op. 67, que dedicó a su amigo Sollertinsky. Un erudito que se concentró en el estudio de la música y el teatro. Y las protagonistas de esta obra, chicas de hoy en día, se embarcan en organizar un acto de celebrar a Marta. Una amiga que se ha ido.

SollertinskyLEÓN VELASQUEZ

Y es que cuando alguien querido se muere, hay pocos motivos para la alegría. Más si la persona que se muere, lo hace antes de lo esperado. De ahí ese comienzo, tan sintético y cercano al autor director. En el que un niño o una niña, dependiendo del día, y una anciana, interpretados por los hijos y la madre de Provencio, agarrados de la mano, miran quietos al espectador y describen el arco temporal esperado de la vida. El que va desde la infancia hasta la ancianidad. Y entremedias pasan cosas con las que dejamos huella. Y entre esas cosas pasa la muerte, a veces, a destiempo, y se muere joven, antes de lo esperado.

Celebrar la muerte de alguien puede resultar macabro, aunque ese alguien se las haya hecho o se lo haga pasar canutas a cientos de personas. Pero ¿por qué es malo celebrar con cierta alegría al amigo o la amiga que se fue? ¿Recordar su perdida en lo que suponía de bueno y reconfortante? ¿Y en lo que suponía de esas cosas que no nos gustaban?

La celebración del amigo que se ha ido, evitando los tópicos que mecánica y burocráticamente se ponen en un réquiem y en los funerales. La sencillez y hasta la ingenuidad con la que recordamos a alguien extraño con quien se logró, no se sabe cómo y a pesar de muchas cosas, tener amistad.

Es ese “no sé sabe cómo” el que justifica el uso de todos estos recursos. De esta hibridación en escena de diversas artes en igualdad de condiciones. Donde no predomina una sobre otra. Lo importante es el conjunto que forman. Y la potencia de la pieza va a depender del equilibrio que se consiga. Un equilibrio variable, en el sentido de que sin dejar que una disciplina domine sobre la otra, se potencien los recursos, se deje que se tensionen entre ellos, para contar lo que se quiere contar.

SollertinskyLEÓN VELASQUEZ

Todo un reto, muy difícil, por lo que Sollertinsky, aunque no siempre lo consigue, es apreciable. Y, sobre todo, merecerá la pena al público inquieto y curioso, que le gusta abrirse y no ver siempre la misma obra ni que le cuenten el mismo cuento. Esa marea teatral que no se conforma con lo que le ofrece el algoritmo, siempre lo mismo en función de las entradas que compra con más frecuencia, y que ha convertido asistir al teatro en algo burocrático, algo cuasi funcionarial, de rellenar un carnet de baile o completar la cole.

Ese público se encontrará, para empezar, con una bellísima pieza musical perfectamente ejecutada en directo y fragmentada en sus movimientos. Pero ni escracheada ni sampleada, colocada con respecto al resto de los elementos para ser entendida y abrazada desde la emoción que crea lo que sucede y se oye en escena en interacción con ella. Sin duda, esa música es lo más bello de la función. Algo a lo que no es ajeno la coreografía ni el movimiento escénico. También muy bella y bien ejecutada.

A eso se añade un uso inteligentemente estético de la luz. Una luz que acaba proyectándose de forma cruzada en el escenario y hacia el patio de butacas gracias a unos espejos que no deslumbran porque se pintan siluetas de manos. Así como el uso también estético de otros elementos escenográficos, como la arena cayendo desde el techo, que remiten a los relojes de arena y al paso del tiempo

Frente a los elementos anteriores, la parte dramática se muestra más floja. Quizás por que es más coloquial, con un lenguaje muy pegado al que se usa hoy en día, lo que lo hacen menos poético y evocador que los otros dos elementos citados. Aunque son los que, con esa cercanía, ponen blanco sobre negro la pregunta de cómo celebrar la ausencia de la persona que está ausente y no volverá. Pregunta a la que esta obra trata de responder, como Shostakovich cuando componía pensando y analizando lo que iba a suponer la ausencia de su amigo Sollertinsky.

Todo ello, produce una primera impresión de que solo se ha visto un espectáculo con buena música y danza lleno de imágenes bellas. Sin embargo, es cuando se pierde de foco la presencia de la obra, cuando ya está ausente y solo se puede recordar, cuando esta obra adquiere toda su potencia. Entre otras cosas, porque se resiste al análisis mecánico y burocrático de la crítica habitual y al académico.

SollertinskyLEÓN VELASQUEZ

Esto sucede porque su belleza y el placer estético que provoca, son raros de encontrar. Un arte híbrido que propone un modelo, una idea de cómo dar sentido a la ausencia. Haciendo una propuesta, la conversación entre las dos amigas que preparan el funeral no-funeral. Y dando un modelo concreto de cómo se hace eso de lo que hablan, la obra de Shostakovich.

No, los buenos artistas no ofrecen preguntas, como se suele decir equivocadamente. Los buenos artistas ofrecen respuestas concretas, modelos de cómo se podrían hacer las cosas cuando lo habitual se ha gastado y ya no cumple su función, como los funerales al uso en las sociedades laicas. Modelos sobre los que poder debatir y construir de forma individual o colectiva. En ese sentido, esta pieza ofrece elementos para comenzar a hacerlo desde la compleja belleza contemporánea de las artes híbridas.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.