Sobre frases, locura y guardar silencio en los conciertos

Sobre frases, locura y guardar silencio en los conciertos

Getty Images/EyeEm

Hay frases que solo sirven para decorar documentos de marketing y nuestras redes sociales y otras que se meten tan dentro que conspiran con tus principios y se apoderan de tus ideales. Hay frases que sirven para conocer el nombre de un poeta sin profundizar ni en una sola de sus rimas y frases que te abren el universo de la emoción de la lectura de una obra completa o de toda una biografía. A mí un día me asaltó inesperadamente una frase, se me puso delante con una navaja, seguramente buscando algo en Google y me pegó un puñetazo.

La tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas clamaba y atribuía su autoría a Chesterton. La verdad es que vino en un momento en el que estaba harto de tanto guardián de la tradición que rezumaban miedo en su autoritaria intransigencia porque habían renunciado a la pasión en aras de sentirse más seguros. Y encima a mi Chesterton me gustaba, aunque me hiciera suspender un examen por elegir su texto en lugar de uno de Henry James. Pero no tuve la suerte de encontrarme esa frase en su obra.

No nos engañemos, son solo frases que mueren en el propio muro de nuestro marketing si no somos capaces de escuchar en el silencio de nuestra soledad el legado de Mahler, Chesterton o Jaurès

Inmediatamente compartí la frase en mi whatsapp, mi muro de Facebook e hice un diseño para colgarla en Instagram a modo de imagen. Chesterton el periodista, viajero y escritor al que apodaban con mucha belleza y tino como el 'príncipe de las paradojas'. Pero cual fue mi sorpresa cuando descubrí que, aunque muchos le atribuyen esta concatenación de palabras al bueno de Chesterton, su autor de verdad fue Gustav Mahler, el compositor y director de orquesta austriaco que hizo de la ironía sonora su arte. Un hombre o un genio al que muchos llamaban loco mientras él manifestaba que su música no sería apreciada hasta cincuenta años después de su muerte.

Porque su tiempo estaba en el futuro. Ese futuro que hoy inunda las redes sociales con músicos indies que claman por el silencio en los conciertos como forma de respetar su arte. Esa misma lucha que fue la obsesión de Gustav Mahler, la de convertir cada concierto en una liturgia a la que uno se entregara en absoluto mutismo y que le procuró tantos enemigos en los palcos de la alta sociedad austriaca donde ir al teatro y la música era solo una excusa intrascendente para socializar.

Porque el pasado y el futuro también confluyen en espiral. Como aquella otra frase de Mahler que hoy nos suena tan extinguida y superada 'Soy tres veces extranjero: un bohemio entre austríacos; un austríaco entre alemanes, y un judío ante el mundo'.

Hoy descubro que la frase, esa hermosa metáfora sobre la tradición, igual tampoco era de Mahler sino que la dijo el 21 de enero de 1910 en el parlamento francés el pacifista Jean Jaurès, asesinado en un café de París tres días antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial. No nos engañemos, son solo frases que mueren en el propio muro de nuestro marketing si no somos capaces de escuchar en el silencio de nuestra soledad el legado de Mahler, Chesterton o Jaurès para que el futuro no vuelva a repetirse.

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