Iñaki Gabilondo resalta una "verdad insoportable" sobre ETA que da muchísimo que pensar

Iñaki Gabilondo resalta una "verdad insoportable" sobre ETA que da muchísimo que pensar

"Los espantos que provocaron fueron, además de ilegales e inmorales, inútiles".

CADENA SER

El periodista Iñaki Gabilondo ha resaltado —en su comentarioLa disolución de ETA, en la Cadena Ser— una "verdad insoportable" para ETA: "Los espantos que provocaron fueron, además de ilegales e inmorales, inútiles".

De este modo, el periodista ha recalcado que los terroristas de ETA quieren ahora "presentar su derrota como un simulacro de acuerdo de paz, o más aún, como un noble gesto de magnanimidad y amor a su patria".

"Se disuelve, dice, porque da por concluido su ciclo histórico y su función", dijeron este miércoles los terroristas en un comunicado, lo que a juicio de Gabilondo es "el engreimiento final de quienes se erigieron por su cuenta en conciencia redentora de su pueblo con licencia para matar, y aún se creen la voz más autorizada para interpretar la historia y sus tiempos".

"Ningún drama histórico concluyó haciendo justicia plena. Es durísimo para las víctimas y sus familias, pero es así", ha sentenciado Gabilondo.

Pincha aquí para escuchar el audio en la web de la Cadena Ser

La disolución de ETA tras 60 años de horrores y crueldad es una noticia extraordinaria que solo puede glosarse a partir del recuerdo de las víctimas, de la brutal injusticia de su sacrificio y del dolor de sus familias. Una noticia extraordinaria cuya gestión e interpretación va a necesitar ser muy vigilada, porque ETA debió haberse retirado en silencio y con la cabeza gacha, pero no lo va a hacer así. Y con la escenificación de dicha disolución mañana en Cambo-les-Bains, en Francia, y con sus mensajes de cierre, ETA está demostrando que quiere presentar su derrota como un simulacro de acuerdo de paz, o más aún, como un noble gesto de magnanimidad y amor a su patria. Y eso cabe deducir de la lectura del comunicado de ayer, en el que ETA confirma su desenfoque de origen. Se disuelve, dice, porque da por concluido su ciclo histórico y su función. Es el engreimiento final de quienes se erigieron por su cuenta en conciencia redentora de su pueblo con licencia para matar, y aún se creen la voz más autorizada para interpretar la historia y sus tiempos. Y que no se atreven a afrontar una verdad insoportable: que los espantos que provocaron fueron, además de ilegales e inmorales, inútiles; que sus propios sacrificios no sirvieron para nada; y que su objetivo de imponer por la fuerza un pensamiento único fracasó.

Pero, en fin, bienvenida sea su disolución. Y miremos hacia delante, como lleva haciéndolo hace tiempo la sociedad vasca con gran voluntad de concordia, bajo la dirección, a mi juicio, muy certera del lehendakari Urkullu. Lo fundamental ahora es lo que digan y piensen los ciudadanos vascos de Euskadi, todos ellos, que no van a curar ni fácil ni pronto sus muchas heridas en carne viva, y que no se tienen que desesperar persiguiendo la ilusión imposible de construir un relato único y compartido, ni tampoco tienen que creer a los que le dicen que éste es un cierre en falso, con muchos cabos sueltos. Ningún drama histórico concluyó haciendo justicia plena. Es durísimo para las víctimas y sus familias, pero es así. Hemos dicho otras veces y recordado el caso máximo, Núremberg, símbolo perfecto de un final sin la menor ambigüedad entre vencedores y vencidos, que juzgó sólo a 24 dirigentes nazis. Muchísimas responsabilidades quedaron en el olvido. Y es que todos los cierres históricos son, sobre todo, actos de voluntad y apuestas de futuro. Tampoco se ha dado nunca la memoria histórica unánime. Aún quedan nazis que defienden las doctrinas de Hitler y en España se publican a menudo libros que apoyan la sublevación del 18 de julio del 36. En torno a la propia lucha contra ETA y el desenlace, ¿hay acaso acuerdo sobre el papel que jugaron los gobiernos del PP y del PSOE?

El mundo entero está atravesado por controversias del pasado que se prolongan durante décadas, incluso siglos. Lo que sí cabe, lo que es realista, posible, y útil, es construir el mínimo común de una lección, de una moraleja compartida, al menos eso. Y el pueblo vasco tiene la obligación de construir ese mínimo común, esa lección, esa moraleja que todos, aunque sus sentimientos sobre lo ocurrido sean radicalmente distintos, puedan transmitir a las siguientes generaciones sin fisuras, como un principio sagrado. Por ejemplo, ésta: las ideas se defienden sólo con ideas. El uso de la violencia para imponerlas conduce a la catástrofe.

Si quieres leer más historias como esta visita nuestro Flipboard