Quevedo, autotune y por qué no escuchamos música como antes

Quevedo, autotune y por qué no escuchamos música como antes

La polémica generada por Quevedo y Rosalía en sus directos ha reabierto el debate sobre los modificadores de la voz y el concepto de concierto.

Quevedo en el festival Boombastic de Madrid.Aldara ZarraoaRedferns

Se sube al escenario, el público espera el tema del momento, Quédate, que ha sonado en todas las fiestas, discotecas y verbenas de este verano —hasta cuenta con su versión en jota aragonesa— y que lleva siendo 5 semanas la canción más escuchada en Spotify a nivel global. Aparece Quevedo y, en lugar de cantar la canción sobre la base, deja sonar la música pregrabada con su voz y se pone a saltar y animar al público mientras desde los altavoces suena el estribillo: “Quédate, que sin ti las noches duelen”.

Esta escena, prácticamente imposible para muchos que están acostumbrados a un concierto con músicos en directo o en los que el cantante interpreta sus canciones en los recitales, ha reabierto el debate que ya surgió tras la gira Motomami de Rosalía, en la que la catalana no lleva músicos más allá de ella con su voz, piano y guitarra en algunos temas.

Otros vídeos publicados por los espectadores a los conciertos de Quevedo mostraban cómo cantaba con su voz “natural” y que poco tenía que ver con la que se escucha en Quédate de la popular sesión del argentino Bizarrap. Esto ha hecho que también se cargue contra el autotune, el programa de afinación vocal que nació para buscar petróleo y que se popularizó con la música de Cher.

Esta herramienta, utilizada en los estudios de grabación de todo el mundo, consigue “arreglar” las voces de los cantantes y modular las ondas para llegar a las notas buscadas. Sin embargo, se puede forzar hasta obtener una voz más artificial que es la propia de la música urbana y el reguetón.

Quevedo no es el único que utiliza autotune ni que ha protagonizado titulares por hacerlo. Lo utilizan prácticamente todos los cantantes del género urbano, lo hacen grupos de indie, el kpop y hasta Kiko Rivera.

“Al final la técnica o la tecnología que se utiliza para grabar un disco no me influye en que sea mejor o peor, me puede gustar más o menos”, sintetiza el periodista musical de Ara, Jordi Garrigós.

Para él, el autotune “tiene cosas que está bien y otras que no tanto”. “Está bien en el sentido de que es un elemento que democratiza la música, quiere decir que cualquiera sin un supertalento puede dedicarse a crear melodías vocales y que quede resultón”, explica, pero por contrario saca una parte negativa. ”La uniformidad, que en el momento en el que 30 canciones de las 50 más escuchadas de Spotify España son con autotune en la voz, lo que hace es que todas las voces suenen igual y para mí eso sí es un problema porque le quita personalidad”, señala.

De hecho, del top 10 mundial en Spotify 7 tienen esos efectos en la voz y pertenecen al reguetón o género urbano, algo que para Garrigós también es signo de falta de originalidad. “En el tema de la música urbana y el reguetón que utiliza los mismos rpm, los mismos bombo y caja y la misma velocidad y encima utiliza autotune, lo que hace es que todo suene exactamente igual”, indica. “Mi opinión personal es que se está utilizando demasiado y que eso va a gastar el programa. Va a pasar con el reguetón también. No sé cuánto tiempo las listas de éxitos van a aguantar una uniformidad tan bestia en el tipo de canciones”, avisa.

No sé cuánto tiempo las listas de éxitos van a aguantar una uniformidad tan bestia en el tipo de canciones
Jordi Garrigós, periodista musical de 'Ara'

El periodista musical y colaborador de Cadena Ser, Iñaki de la Torre coincide con Garrigós y recuerda que se trata de algo cíclico y que, aunque sea lo que cope hoy las listas de éxitos pasará. “Funciona de modo pendular, porque dentro de 0 a 8 años o cinco, a lo mejor ya llevamos un tiempo de reguetón nos cansaremos de ese tipo de compás y entonces pasaremos a otro tipo de compases, nos hará mucha gracia y será el triunfador”, advierte.

Ahora es el autotune, pero los efectos tanto en la voz como en los instrumentos no son nada nuevo en la historia de la música. Tal y como recuerda Garrigós, “son tendencias” que se han repetido a lo largo de la historia de la música popular. “En la música electrónica siempre se han utilizado voces robóticas, o en los 80 se puso de moda el pedal de guitarra chorus y en los 90 el de distorsión. La tecnología ha ido avanzando en la música popular y creando tendencia”, destaca. 

El catalán cree que este debate de modernidad sobre la música electrónica y grabada se generó con grupos como Kraftwerk, pioneros en la música electrónica y en el uso de sintetizadores. “Ahora es hegemónica, pero no lo será siempre, a la gente que no le gusta porque evidentemente despersonaliza la voz les diría que va a terminar con su hegemonía, luego veremos lo que viene si les gusta o no”, indica.

De la Torre va más allá y cree que no hay que juzgar a un cantante solamente por su excelencia vocal, ya que hay artistas de primer nivel que desafinan. “Muchos cantantes españoles desafinan como desaforados, lo que pasa que no se ponen autotune, que me parece muy bien, pero desafinan. Hay mucha gente que desafina y que no sabe cantar bien y canta mal. Te podría decir decenas de músicos españoles que desafinan”, recalca y cree que la queja con estos artistas jóvenes viene de las personas de su generación criadas en el pop y el rock. 

Hay mucha gente que desafina y que no sabe cantar bien y canta mal. Te podría decir decenas de músicos españoles que desafinan
Iñaki de la Torre, periodista musical y colaborador de Cadena Ser

Aunque si hay una artista que popularizó el uso de esta herramienta fue Cher, quien según De la Torre utilizaría para “corregirse algunas notas”, pero ella o su productor supieron sacarle partido a un “punto cachondo”.

Recuerda que en canciones tan clásicas como Smoke on the water de Deep Purple o Satisfaction de los Rolling Stones, alabadas por la gran crítica, los sonidos originales de los instrumentos también están distorsionados. “Te está estropeando un sonido aposta igual que hacen con la voz”, indica. “Si tan pulcros somos todos, el Smells like teen spirit de Nirvana, la primera guitarra que oyes tiene dos efectos y cuando arranca a toda caña con la batería, tiene cuatro efectos”, recalca.

“Algunos efectos están están pensados para imitar el sonido natural de una sala. Por ejemplo, la reverb, lo que trata es de que al reproducirse en el oído, estás en la sala donde estaban tocando, que hace como eco y otros simplemente diversión, locura. No le doy la razón ni a unos ni a otros”, zanja.

Además de esta herramienta y su uso —o abuso— de ella, los directos de Quevedo y su playback han generado indignación entre muchos que ya criticaron en su momento los conciertos de Rosalía y los calificaron como un karaoke y no un concierto.

De la Torre explica esto en una evolución del concepto de espectáculo en vivo, aunque recalca que “artísticamente no es un concierto”. “Un tipo que le dan botones se pone a cantar pegando botes y lo pasa bomba, pero no es un concierto en sentido artístico, musical, es una performance, es una rave. No es ni mejor ni peor, es diferente”, señala y apunta que todo lo que no utilice instrumentos tradicionales entra dentro de la “electrónica”. “Nunca un batería se metió en un estudio de grabación a grabar una batería de reguetón”, añade.

El modelo clásico de conciertos con instrumentos en directo está estipulado por el pop y el rock. “Cuando tocas esos géneros, estás tocando con instrumentos manejables que no son programados, como una batería auténtica y no una caja de ritmos. Eso depende de la habilidad de los músicos si eso suena mejor o peor.  Además eso cambia mucho el cómo es el concepto de bueno o de malo y de enérgico, por ejemplo”, explica el colaborador de Cadena Ser.

“Desde ese momento ya da igual que tengas a un tío en playback o no lo tengas allí dándole al teclado, disparando a las bases. Lo que va a sonar va a ser igual”, sintetiza. “En los demás géneros depende del ímpetu de los músicos. Cuando Los Secretos cantan Déjame no te vas a saber igual que cuando te lo cantan en el disco. No notarías lo mismo porque están dándole una cadencia, porque a lo mejor agarran un estribillo que normalmente no alargan, porque meten un arreglo o porque en la versión original hay, por ejemplo, vientos que en directo no tienes y los haces con otro instrumento”, ejemplifica De la Torre. 

Tal y como recuerda el periodista, la dinámica es uno de los elementos fundamentales de la música en directo. Es decir, si los músicos tocan más fuerte o más intensamente en un estribillo, en un solo...

Este es uno de los elementos del directo que se la eliminado, pero se han mantenido otros como lo que el periodista califica como “ver al muñeco”. “Se puede tocar Brown Sugar, pero si la toca Mick Jagger y no un grupo de versiones mejor”, ejemplifica. “No cambia el ímpetu, con lo cual vas a oír la misma grabación, pero con 30.000 personas al lado gritando que están viendo al muñeco”, explica.

“Ir a un concierto de pop y de rock necesariamente va a ser diferente que la experiencia de oírlo en disco y el público ya sabe y lo espera, ahora el público ha cambiado”, detalla. “A la gente joven, le da igual si el cantante canta en playback o no”, apunta. “La tercera cosa por la que vas a un concierto es por la comunión de gente, porque tienes un montón de público y es mucho más animado oírlo con 30.000 personas voceando la canción que en tu casa”, señala.

Basta con ver los vídeos de los conciertos de Quevedo para comprobar que por mucho que este elemento de la interpretación en directo se haya perdido, el público disfruta de este concierto igual o más que en los tradicionales. 

“Es evidente que una persona de mi generación se fija como hago yo cuando cubro conciertos de grandes artistas en la formación que llevan, la música pregrabada que llevan. Son maneras distintas de vivir un concierto, todas son legítimas”, señala Garrigós. “Puede que ahora la que impere más sea la diversión, la experiencia con tus amigos, el acercamiento con el ídolo, que demostrarnos que saben tocar muy bien las canciones, que es algo que ya no le importa absolutamente a nadie”, apunta y recuerda que Dua Lipa llevaba coristas que podían doblar su voz y que eso es similar a llevar la música grabada.

Puede que ahora la que impere más sea la diversión, la experiencia con tus amigos, el acercamiento con el ídolo, que demostrarnos que saben tocar muy bien las canciones, que es algo que ya no le importa absolutamente a nadie
Jordi Garrigós, periodista musical de 'Ara'

“Si quieres ir a un concierto a escuchar una banda clásica con instrumentos clásicos y voces bien afinadas, perfecto. Si quieres ir a un concierto a ver a un tío botar sin cantar su canción, me parece perfecto. Lo importante es que la gente se relacione con la música a su manera y disfrute y consuma música”, explica y recuerda que en los conciertos de rap de los 90 también se daban elementos así y se tiraban las bases o se hacían los skratches de forma que le “chirriaba”.

“Esto ahora se ha intensificado al máximo, las bandas de acompañamiento no tienen importancia para nadie. La música es más o menos importante, pero la forma de vivirla no necesita de los mismos elementos que antes. Es una cosa muy personal, generacional”, señala. “Es tan legítimo ir a ver a Quevedo botar con Quédate, como irte al Liceo a ver El Cascanueces, como irte a un bar indie a ver un power trío de pop, cada uno que haga lo que quiera”, sentencia.

Son muchos los que se cuestionan qué es lo que tiene Quevedo para haber logrado este éxito colocándose incluso por encima del rey de este género, Bad Bunny.

Su mega éxito con Bizarrap roza ya los 319 millones de reproducciones en Spotify y ha liderado listas como Billboard Global 200, Billboard Global (sin contar EEUU), y Los 40, en España.

La carrera del canario se limita a una veintena de canciones prácticamente autoproducidas, sin un gran sello detrás, con muchas colaboraciones y que empezaron a ver la luz en la pandemia. Algunas son Luna, No me digas nada o Gris.

El éxito Quédate responde a varios motivos: por un lado haber sido publicado antes del primer verano de normalidad después de dos años, contar con el productor del momento, Bizarrap, y ser presentado en uno de los eventos más populares entre los jóvenes, La Velada del Año de Ibai Llanos, donde sí interpretó sus temas con voz en directo.

Ha cogido lo mejor de lo que ahora mismo se está escuchando y un elemento que ha funcionado toda la vida
Iñaki de la Torre, periodista musical y colaborador de Cadena Ser

A estos elementos, De la Torre suma una producción muy bien medida a nivel musical. “La de Quevedo tiene unos elementos muy bien pillados. Uno el modo de cantar, la letra y tal que es la clásica del reguetón sexual, lo canta con la voz del reguetón, que parece que se les ha dormido la boca, como los heavys que parece que les están retorciendo la bragueta... Y le pone un ritmo disco, más recto, más animoso y más fácil de bailar porque el reguetón es muy salado, muy gracioso, pero no es enérgico, es muy entrecortado”, explica.

El periodista explica que esta fórmula —utilizada en otras sesiones de Bizarrap como la de Villano Antillano— no es nada nuevo, pero sí que es una forma de captar al público joven y conseguir que sea pegadiza. “Se le pone la música disco porque se sabe muy bien cuándo bailar.  El disco es pum, pa, pum, todo Abba es así. Ha cogido lo mejor de lo que ahora mismo se está escuchando y un elemento que ha funcionado toda la vida. Pero eso lo ha hecho Cher, lo ha hecho Sidonie…”, explica.

Por el momento queda esperar para ver cómo evolucionará la industria y si esta fórmula clásico-moderna de composición y este nuevo modelo de conciertos en una escena con cada vez más festivales han llegado para quedarse. Por el momento, el canario que ha cogido el nombre artístico de uno de los poetas más reconocidos del siglo de Oro comparte la corona de la canción del verano con Rosalía.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es