Compra pública agroecológica para cambiar el sistema alimentario
La voluntad política es apostar por un modelo de restauración colectiva nada saludable para los niños y niñas que lo consumen.
Estos días oímos hablar de las reclamaciones de las personas que producen nuestros alimentos, que reivindican un precio justo por sus productos. Todas las miradas están puestas hacia las grandes cadenas de supermercados, que copan la cuota de mercado de la distribución alimentaria y presionan los precios a la baja, con el fin de aumentar su cuota de beneficio, llevando a la insostenibilidad económica y social de la agricultura y la ganadería en nuestro país. Parece que toda la capacidad de maniobra está en manos del libre mercado y no podemos más que hacer pequeños ajustes al sistema.
Sin embargo, ni el sector productivo, ni el Gobierno, ni los medios de comunicación ponen la atención en la capacidad que tiene la compra pública en fomentar una producción alimentaria que potencie el desarrollo rural e incentive una agricultura y ganadería agroecológica. En la actualidad, hay infinidad de centros escolares públicos, hospitales, centros de atención a personas mayores e innumerables dependencias públicas que gestionan servicios de restauración colectiva, en los cuales se podría potenciar un consumo de alimentos ecológicos, de proximidad y temporada. La compra pública sería entonces una herramienta potentísima para planificar la transición hacia un sistema alimentario agroecológico.
El caso de los comedores escolares es paradigmático. Hace ya 10 años que Amigos de la Tierra publicó su Informe sobre la situación de la alimentación escolar en España. Desde entonces han surgido muchas iniciativas que ponen en evidencia la viabilidad de un modelo de restauración colectiva saludable para las personas y para el planeta. Del Campo al Cole, con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso, hemos producido el Documental Alimentar el Mañana para visibilizar estas experiencias y poner en valor su potencial transformador.
La realidad es que existe una gran diversidad de soluciones que atienden a la diversidad de cada territorio. La normativa escolar en cada comunidad autónoma es diferente, también lo es el sector productivo y la sensibilidad de la comunidad escolar en torno a la alimentación. Nosotros hemos investigado bien esta situación y gracias al trabajo conjunto con Carro de Combate, hemos publicado dos informes en los que ponemos de manifiesto que la voluntad política hasta la fecha es apostar por un modelo de restauración colectiva nada saludable para los niños y niñas que lo consumen, nada saludable también para el planeta.
Si repensamos la compra pública alimentaria en clave agroecológica son varias las claves del cambio. Debemos impulsar los reformas e implementaciones normativas que garanticen una compra con criterios de ecología, proximidad y justicia social. En España ya contamos con referentes, como es el caso de Navarra o el Ayuntamiento de Barcelona. También es importante el apoyo al sector productivo, debemos poner en marcha canales de distribución cercanos y estables, que den un salto de escala hacia centrales de compra que garanticen una variedad y suministro para la restauración colectiva y ofrezcan una garantía de precio y demanda para el campo. En Cataluña, Canarias y Pamplona ya están trabajando en ello.
Por último, es importante la articulación de la sociedad civil y la toma de conciencia colectiva en torno a una dieta de salud planetaria. En los próximos años debemos transitar hacia un menor consumo de carne, que provenga de granjas agroecológicas, y un mayor consumo de fruta, verduras y legumbres, que sean de temporada y proximidad.
En este sentido, iniciativas como las que apoya la Fundación Daniel y Nina Carasso en su futura convocatoria de proyectos Sistemas Alimentarios Territorializados para la transición hacia una alimentación sostenible enfocados a la compra pública ecológica y restauración colectiva son más necesarias que nunca.
El reto es grande y la emergencia climática también, ya que en los próximos años debemos reducir de forma rápida y eficiente la cantidad de emisiones e impacto ambiental generados por la alimentación. El cambio es ineludible, ya se está abriendo camino. Si somos capaces de ampliar la mirada e incluir la compra pública, el camino hacia un modelo alimentario justo y agroecológico estará más cerca.