Jose María Purón, 800 razones para una sonrisa

Jose María Purón, 800 razones para una sonrisa

Uno de los autores más prolíficos de la música española.

Chema Purón en 1979.RTVE

Nana Mouskouri, Richard Cocciante o José Luis Rodriguez ‘El Puma’ han cantado sus canciones. Al cabo de más de cuatro décadas de profesión y, con casi 800 composiciones firmadas, Jose María (o Chema) Purón es uno de los autores más prolíficos de la música española.

Durante muchos años, Purón (Logroño, 24 de marzo de 1951) trabajó de sol a sol para atender a la larga lista de artistas que esperaban sus composiciones. “Como no soy de los que se se les ocurre una idea en una cafetería y la escriben en una servilleta –explica– me encerraba en el estudio para que cuando llegaran las musas me encontraran en el tajo.”

Aunque se había sentido atraído por la música desde que de niño acudía a los conciertos de la banda municipal de su ciudad, no consiguió grabar su primer disco hasta casi los treinta. Junto a un amigo tocaba las canciones de Los Brincos y los Beatles en el colegio. Después se enroló en varias bandas riojanas. En Madrid, se matriculó en Derecho, para complacer a su padre, y en Publicidad.

“En el hostal de estudiantes donde vivía empecé a escribir canciones para entretenerme. A la vuelta del servicio militar, un grupo de mi tierra me pidió algún tema para presentarse en la discográfica Movieplay. Allí les dijeron que estaban interesados en conocerme y concertamos una cita. Me contrataron para trabajar en el departamento de promoción e incluso llegué a ser uno de los responsables de un subsello, Mediterráneo, que distribuía en España música americana, especialmente country y jazz”.

Con Hispavox y Belter, Movieplay era en ese momento una de las compañías netamente españolas más importantes del mercado. Quizás la que más artistas de izquierdas acogía en su catálogo. Además, distribuía los primeros discos de Víctor Jara, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Desde su departamento de promoción, Purón trabajó en el lanzamiento de Lluis Llach, Nuestro pequeño mundo, María Jiménez o Pablo Abraira.

“Fue un lujo poder trabajar allí. Enseñaba lo que componía a algunos artistas y a varios periodistas musicales. Todos me animaban a que grabara un disco. En la compañía, sin embargo, me lo quitaban de la cabeza. “Si estamos muy contentos con tu trabajo, decían, has llegado incluso a ser jefe...”. Sin embargo, la idea de saltar al otro lado me quemaba por dentro. Sentía que ya era mayor, tenía 26 años, me había casado, vamos que se me pasaba el arroz. Cada vez lo veía más complicado. Hasta que un día dije: ahora o nunca.

Fui a ver a Manolo Sancho, el director de la compañía, y le anuncié que me despedía, que quería probar suerte. No estaba dispuesto a vivir toda la vida con la duda de qué hubiera pasado si me hubiera atrevido a grabar un disco. Sancho intentó quitármelo de la cabeza: “¿Pero no ves lo mal que está el mundo de la música? En promoción llegarás muy alto.” Me mantuve en mis trece. Había disfrutado mucho con mi trabajo pero tenía la sensación de estar en el lugar que no me correspondía. Firmé el finiquito y el contrato como artista en el mismo acto”.

Movieplay editó Alma, el primer álbum de José María Purón, en el otoño de 1977. Varias canciones del disco sonaron con insistencia en las emisoras: Y serás capaz, Mírala que sola está, Al amanecer... El artista riojano encabezaba una nueva promoción de cantautores, heredera de los Serrat, Andión, Aute o Víctor Manuel, que habían combatido la dictadura. Apenas un año después, Televisión Española eligió su canción Mi sitio para que representara a España en el Festival de la OTI.

“Todo había ido muy rápido –recuerda–. Apenas tenía experiencia como solista. En el año que había transcurrido desde la salida del primer disco, no había hecho más de ocho o diez conciertos. Recuerdo los nervios, la responsabilidad de cantar ante 300 millones de personas en todo el mundo. Además, el festival se celebraba en Chile, a solo cinco años del golpe militar, con el toque de queda aún vigente.

Aquí, en cambio, estábamos estrenando democracia. Tuve muchas presiones para que diera el campanazo y me negara a ir. En una entrevista se me ocurrió decir que yo iba a cantar a Latinoamérica y a España, pero no a Pinochet. En Chile, los periódicos sacaron en primera que el representante español no venía a cantar al General. Imagínate, en cuanto puse el primer pie allí, tenía a los militares detrás de mi día y noche”.

En el siguiente elepé, A la orilla del mar, trabaja con músicos experimentados como Luis Cobos, Josep María Bardagí y Rafael Ferro y dedica una canción a su primer hijo que todavía sigue siendo una de las favoritas en su extenso repertorio. Poco antes de la llegada del PSOE al poder, en el verano de 1982, publica el trabajo que cierra su discografía, En ti, el más maduro, con canciones muy pegadizas, Ahora que no estás o Sigue con él.

El país está cambiando pero en el negocio de la música las cosas no parecen ir a mejor. El director de su editora musical, Canciones del mundo, le habla claro: “Chema, me dijo, los artistas están sujetos a modas, a la edad, a la imagen, a un montón de cosas. En cambio, como autor, podrás tener setenta años y seguir escribiendo canciones. Es una carrera más estable”. Le hice caso y me dediqué exclusivamente a la composición. Creo que acerté”.

Mocedades canta al año siguiente una de sus creaciones, Con lo que yo te quiero, que todavía sigue envuelta en un pleito porque un artista argentino la grabó y la registró como propia. Enseguida, José Luis Rodríguez ‘El Puma’ le pide algunos temas. La colaboración entre ambos se extendería durante varias décadas.

“De las 800 que he escrito, no sabría elegir una. Quizás Razones para una sonrisa, la hice para mí pero luego la grabaron El Puma y muchos artistas. Es muy sencilla, pero cuando la cantas en un escenario al público le llega. A dónde voy sin ti, me encanta. Aparte de la satisfacción de que Francisco la llevara a la OTI, han pasado casi treinta años y la gente la sigue recordando. Hace poco, mis hermanos fueron de vacaciones a Cuba y se la escucharon a un grupo de la calle, me hizo mucha ilusión ver el vídeo. Cada vez es una de mis canciones que más se cantan en los karaokes. La compuse en inglés pensando en Nana Mouskouri, Everytime. Cuando Paloma San Basilio me dijo que la quería le puse la letra en español. He tenido la suerte de trabajar con voces maravillosas. Con el artista que más he trabajado ha sido con El Puma, que ha grabado más de cuarenta, pero ha habido otros intérpretes maravillosos, Cocciante, Francisco, Serafín Zubiri. La voz de Lucía Pérez se ensambla perfectamente con mis canciones, es un lujo. He tenido la suerte de dirigir la una Nana Mouskouri o a un Richard Cocciante. Imagínate”.

Ahora compone más de tarde en tarde. Lo último ha sido un himno para el Xacobeo que ha grabado Lucía Pérez. No descarta meterse cualquier día en el estudio, incluso le da vueltas a grabar un disco y, cada vez que puede, sube al escenario para matar el gusanillo. Durante la pandemia ha montado una web en la que aparecen todas sus canciones, su biografía. Estos días anda ordenando fotos.

“En otros países se valora más al compositor. Los artistas más grandes siempre dicen que lo son gracias a las melodías que han grabado. Aquí, en cambio, la gente piensa que las canciones caen como el maná del cielo o que las escriben los cantantes. No hay una cultura en la que se valore el trabajo del autor. Después de tantos años, sin embargo, te llevas sorpresas, te das cuenta de que lo que haces tampoco pasa tan desapercibido. Fíjate, la prueba es que ahora estamos hablando, que me hayas llamado. Después de cuarenta años de carrera, hay mucha gente que conoce mis canciones, mi nombre, lo asocia a algún éxito. Eso me anima”.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).