¿Hemorragia o indiferencia? Cómo el voto joven puede cambiar por las protestas proGaza en EEUU

¿Hemorragia o indiferencia? Cómo el voto joven puede cambiar por las protestas proGaza en EEUU

Hay división de opiniones entre los que entienden que las acampadas por Palestina sólo llegarán a la epidermis de un electorado clave para los demócratas y quienes auguran un batacazo por el castigo en estados clave. Se vota apenas en noviembre.

Protesta proPalestina en el campus de la Universidad de Los Ángeles, el pasado 1 de mayo.CAROLINE BREHMAN / EPA / EFE

Las protestas en los campus estadounidenses pidiendo el fin de la guerra en Gaza y que Washington corte sus lazos con Israel no decae. Acapara menos titulares mundiales porque la lucha se ha trasladado a otros escenarios, como Europa, y porque la actuación policial, severa, ha forzado a bajar la máquina, pero ahí siguen las tiendas, las proclamas y, sobre todo, los reproches a un hombre: Joe Biden. 

El presidente de EEUU ha sido bautizado como "Genocidio Joe" y recibe calificativos tan poco cariñosos como "terrorista", "asesino", "desalmado", "inhumano", "insensible", "depredador"o "cómplice de crímenes de guerra". Palabras todas sacadas de las pancartas que se pueden leer en las pancartas de Columbia o Los Ángeles, en un golpe de revista de prensa. 

La duda es si ese desencanto, convertido en rabia, en parte de los jóvenes de EEUU acaba convirtiéndose en rechazo al demócrata en las elecciones de noviembre, cuando los sondeos dan como favorito a su contrincante republicano, Donald Trump, constatando que los márgenes serán estrechos y todo voto cuenta para quedarse en la Casa Blanca. 

Durante meses, el mandatario ha estado resistiendo los llamamientos de distintas facciones dentro de la izquierda demócrata para que deje de apoyar abiertamente a Israel. Ya es común la frase esa de que "Biden lleva a Israel en su ADN político" y no va a fallar nunca a su mayor aliado en Oriente Medio, pero con el paso de los meses, siete, y la acumulación de muertos en Gaza, hasta 35.000, la postura de su Administración ya se entendía insostenible. 

Así, poco a poco, llegó un cambio de discurso, con críticas abiertas a Tel Aviv y llamamientos, no muy vehementes, a la apertura de corredores humanitarios, la entrada de ayuda humanitaria o más precisión a la hora de disparar. En paralelo, se seguía impidiendo la aprobación de resoluciones de condena en Naciones Unidas. Luego se han dado pasos tímidos: una abstención que permite una resolución, sanciones propias a colonos que atacan a palestinos en Cisjordania y una oposición clara a que los de Benjamin Netanyahu ataquen Rafah, donde 1,3 millones de personas se refugian. 

La pasada semana, ante el avance de esa ofensiva, Biden amenazó por primera vez con no enviar más armas ofensivas. Y luego se conoció un informe del Departamento de Estado en el que afirma que Israel ha usado sus armas en Gaza de una forma "incompatible" con el derecho internacional. Son los primeros pasos, nuevos, diferentes, pero que no suponen un giro en los acontecimientos. 

Pero, en general, Biden ha estado con Israel, como se esperaba, a pies juntillas, desde aquel abrazo que dio a su homólogo israelí a los diez días del ataque de Hamás del 7 de octubre, en la misma pista de aterrizaje. Una postura que supone un claro riesgo político, ya que los votantes más liberales –particularmente los jóvenes y las personas de color, que constituyen una parte clave de su coalición electoral– se han vuelto cada vez más críticos con lo que consideran una política tolerante, si no solidaria, con las acciones agresivas israelíes en Gaza.

Las encuestas muestran que Biden se encuentra en una dura lucha por la reelección en noviembre, por lo que incluso un ligero debilitamiento del apoyo en los estados en disputa podría marcar la diferencia entre la victoria y otros cuatro años de Trump en la Casa Blanca. El americanista Sebastián Moreno cita Wisconsin, Michigan y Pensilvania, por ejemplo, estados en los que Biden ya ha visto cómo en las primarias se le restaban apoyos por la crisis palestina, con hasta 47.000 personas votando opciones "no comprometidas" por no votarlo a él. 

"Hablamos de estados en los que, en las elecciones de 2020, sacó a Trump apenas 21.00 votos, por ejemplo, un margen que se disuelve como un azucarillo si los jóvenes deciden cambiar", explica. Sabiendo el radicalismo de derechas de los republicanos actuales, el analista se inclina no tanto por que el voto cambie de bando, sino por que "los jóvenes se queden en casa y no vayan a votar, ese es el verdadero peligro cuando la participación puede ser clave". 

"Esos estrechos márgenes crea más posibilidades de que la guerra de Gaza tenga importancia", resume. Pero entiende que, por ahora, es un riesgo que Biden parece dispuesto a correr. No hay más que ver su reacción a las protestas en los campus: en vez de mostrarse solidario con el malestar que pueden tener unos estudiantes cansados de ver muertos en los medios y en sus redes sociales, ha denunciado que sus protestas fomentan el antisemitismo y han propiciado el acoso de estudiantes judíos, obviando que no es una cuestión de religión y que numerosas plataformas de estudiantes hebreos se han sumado a las concentraciones. El demócrata ha resaltad más el perfil violento de contadas protestas y no la ola de solidaridad con un pueblo olvidado

Aún así, la presión es importante. Los republicanos, al sentir la vulnerabilidad del presidente, han pasado al ataque, alegando que Biden es incapaz de mantener la ley y el orden y está haciendo la vista gorda ante el antisemitismo. Trump, el presunto candidato presidencial republicano, llamó a los manifestantes "lunáticos furiosos y simpatizantes de Hamás" en un mitin, por ejemplo. "Yo digo que eliminemos los campamentos de inmediato, venzamos a los radicales y recuperemos nuestros campus para todos los estudiantes normales que quieren un lugar seguro donde aprender", defendió.

A la mañana siguiente, después de varias noches de represión policial contra los manifestantes -ha habido unos 2.500 detenidos-, fue cuando Biden hizo una aparición apresuradamente programada en la Casa Blanca para condenar la supuesta anarquía de algunas protestas, incluido el vandalismo, la invasión de propiedad privada y la interrupción de las actividades universitarias. "Somos una sociedad civil y el orden debe prevalecer", afirmó. Sobre los sentimientos de los jóvenes, nada. Cuando fue preguntado directamente si las protestas iban a modificar su posición sobre la guerra respondió sencillamente: "No".  

Y eso ha enfadado a los propios estudiantes y a la parte más roja de los demócratas, de nuevo sus dos almas a la vista. Hay correligionarios de Biden que le piden que bloquee el envío de armas a Israel hasta lograr un alto el fuego, que al menos presione por uno temporal, que fuerce de alguna manera al Gobierno ultra de Tel Aviv a no matar hasta a 400 personas por día, como ha sido el caso. 

El Colegio Demócratas de América, una organización centrista que apoya a Biden, criticó a su propio partido, sin ir más lejos. "Cada día que los demócratas no logran mantenerse unidos para un alto el fuego permanente, una solución de dos Estados y el reconocimiento de un Estado palestino, más y más jóvenes se sienten desilusionados con el partido", dijo en un comunicado. No ha llegado la sangre al río, o sea, no hay cisma, que estamos en año electoral. 

Lo que preocupa

Tradicionalmente, las elecciones estadounidenses no se han decidido sobre cuestiones de política exterior, a menos que los soldados estadounidenses estén muriendo en el extranjero, y las cuestiones de ley, orden, economía y tranquilidad interna pueden ser las más destacadas, particularmente para el tipo de votante estadounidense de clase media que vive en ciudades universitarias o envía sus hijos a universidades prestigiosas. Por eso Biden habló de libertad de expresión, bien, pero también de mantener el control. 

Puede que no sea tan fácil, que no todo quede resuelto con esa concesión a las críticas republicanas y a los padres de los estudiantes, porque ellos también votan y deciden e inclinan balanzas. Sin ayuda humanitaria, sin alto el fuego aunque sea temporal, con fotos que llegan de Gaza de municiones que han reventado casas y que llevan el "Made in USA" bien legible, es complicado convencer a un sector de la ciudadanía muy sensible, cada vez mejor organizado en un mundo asociativo complejo, que va del ecologismo al feminismo, pasando por la discriminación racial, que se ha unido por una causa común. Las graduaciones de estos días han sido un ejemplo de cómo esa pelea no se abandona, ante la relativa indiferencia presidencial. 

Vayamos a los datos: la participación de los jóvenes de 18 a 29 años en EEUU en las elecciones de 2020 fue del 55%, muy buena para su lejanía habitual. De ellos, el 61% votó por Biden y el 36% por Trump. La diferencia fue abismal y determinante, como pasó con las mujeres, la población negra, las personas son titulación universitaria y los grupos minoritarios menos afortunados. El demócrata fue esperanza para todos ellos tras cuatro años de hundimiento con el magnate. Ahora mismo, los sondeos indican que Biden aún saca ocho puntos a Trump en voto joven, pero es que a estas alturas de campaña ya le sacaba 23 en 2020. 

"Por eso no debería caer en un error de cálculo, en pensar que estas protestas no le van a afectar a sólo seis meses de las elecciones y cuando no hay visos cercanos de que su actitud o el desarrollo de la guerra en Gaza vayan a cambiar", dice Moreno. En los sondeos más recientes, Biden ya rezagado respecto a los datos de hace cuatro años, con diez puntos de apoyo en este sector, aunque aún supera a Trump, con el que los jóvenes no comulgan. 

Carteles contra Biden en la acampada de los estudiantes de Chicago, el pasado 4 de mayo.Scott Olson / Getty Images

Sin embargo, los asesores de Biden van de medio en medio en EEUU insistiendo en lo contrario: como dice gráficamente una fuente a POLITICO, los que protestas son "un subconjunto de un subconjunto" del electorado no va a tener una "influencia real" en el resultado, pese a la "enorme cobertura mediática" que tiene y ha tenido. Es el mensaje que se filtra a todos los analistas: no hay preocupación porque la mayoría de los votantes jóvenes no determinan su voto por Palestina. Una encuesta reciente de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard desvela que la economía es el principal problema para los menores de 29 años, cuando la política exterior sólo lo es para un 8% y, en particular, el conflicto palestino-israelí, para un 2%. Un 51% de ellos apoya un alto el fuego en Gaza y sólo un 10% se opone. Un 60% más estima que el país va "por el camino equivocado", frente a sólo un 9% que lo ve "en la dirección correcta". 

"Hasta hace dos semanas, no había visto una evidencia de que esto esté en camino de convertirse en un fenómeno cultural", afirmó al citado medio John Della Volpe, director de encuestas del instituto, que se especializa en encuestas de la Generación Z. "Uno de los hallazgos más esclarecedores [y] algo sorprendente de la encuesta de la semana pasada fue que, a pesar de lo que estamos viendo... este no es un tema que la mayoría de los jóvenes estén priorizando en este momento", constata. 

Aún así, otra fuente de la Casa Banca citada por el Washington Post reconoce que hay "desencanto" estudiantil e "insatisfacción" en parte de los demócratas -votantes y representantes-, y que es es un lastre, pero tratan de minimizarlo y confían en que no afecte. Por ejemplo, sostienen que se trabaja en la campaña iniciada en marzo bajo el nombre Estudiantes por Biden - Harris, que justo busca apoyos en los campus y vía online, en las redes sociales, y en una línea de propaganda paralela para jóvenes que no estén en la universidad. El presidente está echando mano de  talentosos con buena prensa en el Partido Demócrata, como Alexandria Ocasio Cortez o Maxwell Alejandro Frost para conquistar a las nuevas generaciones en sus mítines. 

En el caso de los jóvenes republicanos, que no son desdeñables, no hay mucha vuelta de hoja: el 71% aprueba todas las acciones de Israel contra Gaza, por lo que todo lo que haga EEUU con su mayor socio de Oriente Medio será bien visto.

La comunidad negra, un aparte

Dentro de unos días, el presidente Biden tiene previsto hablar en el Morehouse College de Atlanta, una universidad históricamente negra donde los administradores ya están expresando preocupación por la seguridad del campus. Y es que dentro de la protesta general, la de los negros propalestinos merece capítulo aparte. Su defensa de Gaza es aún mayor que en otros colectivos, porque los lazos con la causa contra el apartheid israelí son antiguos y robustos, hay mucha comunicación con el grupo BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones). 

Un manifestante afroamericano participa en una performance sobre los muertos de Gaza, el pasado 28 de diciembre en Nueva York.Selcuk Acar / Anadolu via Getty Images

Son relevantes porque hasta ahora los negros apoyaban a los demócratas, fuera cual fuera su programa y su candidato, porque era el único partido que realmente les daba espacio, que abordaba sus preocupaciones y los temas raciales. El partido que ha puesto a un afroamericano como Barack Obama en la Casa Blanca. Ahora, sin embargo, dice Moreno que "se cuestionan ese apoyo sin fisuras" porque "quieren más y los de Biden no se lo acaban de dar, tampoco con esta guerra". Ya hay más de mil pastores de iglesias de esta comunidad que desde sus púlpitos han reclamado un alto el fuego en Gaza, según ha contabilizado el New York Times; reclaman a la vez el retorno de los rehenes israelíes en manos de Hamás, porque una cosa no tiene que ver con la otra. 

Cuando comenzó la ofensiva de Israel, el 95% de los norteamericanos negros ya se mostró en contra de dar un apoyo inquebrantable a la Casa Blanca y a Israel, desveló el Fondo Carnegie para la Paz Internacional (Carnegie Endowment for International Peace). En un 87%, votaron mayoritariamente por Biden hace cuatro años, apenas un 12% a Trump. Las encuestas actuales han recortado en 20 puntos esas diferencias. 

En agosto, los demócratas se reunirán en Chicago para la convención de su partido para volver a nominar formalmente a Biden para la presidencia, lo que podría convertirse en un punto focal nacional de intensas protestas no vistas desde la convención demócrata de 1968 en la misma ciudad durante el apogeo de la guerra de Vietnam. No, estas protestas no son como las de entonces, que se cobraron al candidato y presidente Lyndon B. Johnson, pero si no hay alto al fuego ni acuerdo alguno ni línea roja a Israel para entonces, puede calentarse la ciudad, con un 30% de ciudadanos negros. 

En la Casa Blanca siguen pensando que pueden capear el temporal, que no habrá hemorragia de votos, que se perderá si acaso un apoyo minoritario, que la disyuntiva es tan perniciosa para los jóvenes -Trump o Biden- que contarán con ellos como lo han hecho históricamente. Pero cuidado: como han demostrado las primarias en varios estados, hay un riesgo y a medida que continúa la represión contra los manifestantes estudiantiles y siguen cayendo muertos en Palestina, esa oposición se está solidificando. Que no voten o voten a otro está sobre la mesa y Biden no tiene margen que perder.