Sexualización para denunciar la sexualización

Sexualización para denunciar la sexualización

La elección de la imagen para promocionar la película 'Cuties' ha sido un error garrafal.

Imagen promocional de la serie 'Cuties'. Netflix

Dicen que cuando el río suena agua lleva. Las redes de medio mundo han reaccionado airadamente ante la imagen que promociona uno de los últimos estrenos de Netflix: un grupo de niñas de 11 años en poses sexualizadas con muy poca ropa. Se trata de Cuties, Guapis en castellano, Mignonnes en su idioma original. Una película que pretende hacer una lectura crítica de la presión a la que se ven sometidas las adolescentes a la hora de cumplir los mandatos de una sociedad machista. Por un lado, la imposición de la tradición que obliga a las mujeres a ser sumisas, por otro la supuesta libre elección de tener un cuerpo destinado solo a la seducción. La idea era buena. El propósito loable. Entonces, ¿qué ha fallado para generar semejante rechazo y que en algún país ni siquiera llegue ni a estrenarse?

La elección de la imagen para promocionar la película ha sido un error garrafal de Netflix. Si la intención de Cuties era denunciar la sexualización de las niñas, el fotograma elegido no sólo no se entendía, sino que alimentaba aún más lo que pretendía cuestionar. Algunos críticos de cine reprochan que no se puede opinar sin ver la película. Pero quien pasea por la calle o navega por Internet tiene todo el derecho del mundo a opinar sobre lo que ve: una imagen que objetifica a unas menores y que se suma a los cientos de imágenes similares que ya ha visto antes. A las personas no se les puede exigir el visionado de la película, pero Netflix sí tiene la responsabilidad de comunicar bien. La ausencia de un título o subtítulo explicativo tampoco ayuda a interpretar correctamente la escena. Quizás la plataforma no le haya dado la importancia que merece un cartel de estas características, por puro desconocimiento del tema o porque también se ha querido aprovechar del morbo que genera.

La fórmula de poner el foco en la parte sometida ya se ha explotado durante muchos años. Quizás lo que ahora necesitamos las mujeres es que se nos represente con otro tipo de relatos.

Para quienes decidan invertir algo de tiempo en ver la película se encontrarán con otro problema. Para criticar la sexualización de las niñas, lo que hace la directora Maïmouna Doucouré es, precisamente, reproducirla. La estrategia de ponernos la cruda realidad delante para que despertemos es del todo lícita, pero lo que plantea dudas es si el uso de menores (por muy actrices que sean) se justifica. Uno de los vídeos que más indignación está causando es el del grupo de actrices bailando de forma sensual y provocativa para un público adulto con encuadres que las deshumanizan. Culos. Tetas. Bocas abiertas. Si ver a las mujeres retratadas de esa manera duele, verlo en niñas te revuelve.

Nadie duda de que la intención de la obra sea buena, lo que plantea controversia es la estrategia. Desde el cartel, hasta la sexualización de las niñas pasando por que a las mujeres se nos sigue representando solo como víctimas. La fórmula de poner el foco en la parte sometida ya se ha explotado durante muchos años. Quizás lo que ahora necesitamos las mujeres es que se nos represente con otro tipo de relatos. Que nos muestren valientes, fuertes y superando los obstáculos. También genera dudas que en este tipo de denuncias nunca se visibilice a quien causa los daños. Se podría haber hablado de la prostitución, la pornografía, la industria musical, la moda o la publicidad como agentes implicados. Pero en lugar de proponer soluciones la mayoría de las veces nos quedamos en el drama como embobados. Sin duda Maïmouna Doucouré logra ponernos en la piel de esas niñas, que sintamos su dolor y vivamos la injusticia. Después de ver el cartel y la película se nos queda un nudo en el estómago… pero los responsables se siguen yendo de rositas.