La controversia de la donación de óvulos: de perfiles genéticos a ganar 1.200 euros por altruismo

La controversia de la donación de óvulos: de perfiles genéticos a ganar 1.200 euros por altruismo

La compensación económica de esta práctica hace que el perfil de mujeres donantes sean estudiantes o mujeres jóvenes con trabajos precarios.

Proceso de inseminación artificial.Getty Images/iStockphoto

Laura tenía 21 años cuando una amiga de la carrera le dijo que donara óvulos. “Yo no tenía ni idea ni de que eso existía, pero lo hice evidentemente con la finalidad de sacarme un dinero para mis gastos y poder mantenerme”, añade. “Me dieron 1.000 euros que me vinieron genial”, detalla. Esta sevillana estaba en Madrid estudiando sin beca y se debatía si entrar a trabajar en una tienda de Inditex u optar por esta técnica. “Al final, me ganó lo de estar haciendo una buena acción para alguien. Poder ayudar también me motivó a hacerlo además del dinero. Prefería ganarlo así que por estar dos meses en una cadena de fast fashion o en un restaurante de comida rápida haciendo hamburguesas”, señala.

El proceso no fue sencillo. Recuerda dolores de regla muy fuertes tras la extracción e incluso una regla irregular unos meses después y también cambios hormonales. “Tuve cambios a nivel de vello, de coger peso, algo así como cuando tomas las pastillas anticonceptivas”, recuerda. “No es lo más agradable del mundo y, de hecho, no repetí ni me plantee volver a hacerlo”, apunta. Tuvo varios trámites burocráticos, distintas pruebas y análisis tanto genéticos como de salud, así como una inyección diaria de hormonas hasta llegar a la intervención quirúrgica de la extracción. En total, un proceso que se alargó unos dos meses. “Te tienes que pinchar durante casi dos semanas todos los días porque tienes que pasar de uno o dos ovocitos a unos diez o veinte. No me concretaron cuántos me extrajeron”, reconoce.

Aunque no considera su experiencia como traumática, ya que lo hizo por libre elección, sí que apunta a que su motivación fue económica y que si “no pagasen 1.000 euros no lo habría hecho”. “Tampoco le recomiendo a nadie que lo haga”, admite.

Su caso no es el único. De hecho, el de una joven con estudios superiores o universitaria es uno de los perfiles más frecuentes —y con los que más se promocionan estas clínicas, que llegan a anunciar tener óvulos de "jóvenes con estudios"—. Según María Isabel Jociles, catedrática de Antropología de la UCM e investigadora en técnicas de reproducción asistida con donación, antes de la crisis de 2008 la mujer donante de ovocitos era otra, pero la crisis cambió el escenario.

“Principalmente, las donantes en España antes de la crisis de 2008 eran mujeres inmigrantes, a partir de ahí, cambió el perfil a mujeres españolas. Esto ya dice algo, por qué en la crisis cambia el perfil de las donantes”, apunta.

Además del de la estudiante joven que quiere generar unos ingresos extra, hay otros. “La persona que trabaja de teleoperadora de fijo discontinuo y en el momento en el que tiene disponibilidad de tiempo quiere tener un salario un poquito mejor, porque suelen cobrar poco”, apunta Jociles, quien recuerda que la “motivación para donar es económica, pero durante el proceso empiezan a ver que tiene una importancia altruista”.

España, el caladero de óvulos de Europa

La situación es especialmente llamativa en España, donde la compensación económica que se da por la ovodonación oscila, según datos del Ministerio de Sanidad consultados por Civio, entre los 800 y los 1.200 euros, frente a los 45 euros de la donación de esperma. Pese a no ser la compensación más alta —en Bélgica se pueden dar hasta 2.000 euros por donación, según Civio—, la diferencia con el SMI es mayor que en otros países. De hecho, pese a que el SMI esté en 1.080, las clínicas siguen ofertando hasta 1.200 euros por donación, además de otros incentivos.

“En España es el país europeo donde hay más donaciones de óvulos, por eso somos un lugar de atracción de turismo reproductivo o donde hacer donaciones transfronterizas, que llaman otros”, añade Jociles.

“Por ley, no puede pagarse la donación, pero sí se permite una compensación económica que ronda los 1.000 euros y hay clínicas que llegan a 1.100 o 1.200. Además, hay consultas va aumentando unos 100 euros por cada nueva donación. Tiene incentivo para repetir, puedes llegar a ganar 1.400, según el centro”, explica Anna Molas, investigadora posdoctoral en antropología de la salud en el Grupo AFIN-UAB, quien apunta a que en muchos países de Europa no se llega a suplir ni la demanda de este tipo de tratamientos.

Jociles admite que si la compensación no alcanzase estas cifras probablemente España no se encontraría en este ranking. “Comparativamente es más alta en comparación con el SMI, ahora ha subido, pero las últimas entrevistas que hicimos fueron del 2018 o 19 y ahí la compensación llegaba a 1.200 y el SMI estaba en 800 o 900”, explica sobre su investigación.

Para Molas, otro factor que juega un papel importante es el del anonimato, eliminado en países de Europa como Francia. “Así se puede delimitar en el tiempo. Es decir, hago esto ahora porque tengo cierta necesidad económica o por la causa que sea, pero no va a haber consecuencias, el día de mañana nadie va a ir a buscarte”, explica y recalca que ese mensaje lo dejan muy claro desde las clínicas fomentando eslóganes como “dona vida”.

"Principalmente, las donantes en España antes de la crisis de 2008 eran mujeres inmigrantes, a partir de ahí, cambió el perfil a mujeres españolas. Esto ya dice algo, por qué en la crisis cambia el perfil de las donantes"
María Isabel Jociles, catedrática de Antropología de la UCM e investigadora en técnicas de reproducción asistida con donación

Anuncios hechos a medida

Para ganar nuevas donantes, la publicidad juega un papel fundamental. En todos los mensajes que lanzan estas clínicas privadas, se apela al altruismo. Tal y como indicaba un estudio de 2022 publicado en la revista Social Science & Medicine, “juegan con la idea de que las mujeres ayudan a otras mujeres”, de hecho, destacan que en España se opte por un mensaje de “hermandad mutuamente maravillosa”.

“Esta relación recíproca 1-1 que no tiene por qué ser así. De hecho, hoy en día, con tecnologías como congelar óvulos, que se puedan repartir entre tres distintas, que una parte se envíe al extranjero”, explica Molas, quien recuerda que además las donantes desconocen gran parte del proceso así como de las causas de infertilidad.

La promoción gana tanta importancia porque la mayoría de los tratamientos, en torno al 90%, se dan en el ámbito privado. “En Madrid, por ejemplo, ha habido durante unos años un hospital público en la Comunidad de Madrid en Alcalá de Henares que la practicaba, aunque era una donación cruzada, que la paciente que quería ser madre tenía que buscar un donante, que si no era de la propia familia tenía que darle algún tipo de remuneración... Y ese ovocito se cruzaba para ser anónimo”, explica Jociles.

Otro factor importante es el target al que va dirigido la publicidad. Dados los datos que recaban las distintas redes sociales y las plataformas como Google, permiten la publicidad segmentada a jóvenes en edad fértil, con determinado rango de ingresos y con determinada nacionalidad. Esta segmentación hace que las clínicas busquen determinado perfil del donante en función de los óvulos que tengan almacenados.

"Las clínicas van a coger a las donantes que, además del criterio de salud, puedan manejar con las pacientes que tienen. Hay algunas que dicen que ya tienen donantes u óvulos congelados de Perú o Ecuador y si vas teniendo esa nacionalidad te dicen que no directamente. Según el genotipo que tengas, tienes menos salida o más. Muchos de los pacientes, por ejemplo, son del este de Europa", explica Molas, quien recuerda que está regulado que se tengan que tener determinados genotipos comunes entre la donante y la paciente.

"Las clínicas van a coger a las donantes que, además del criterio de salud, puedan manejar con las pacientes que tienen. Hay algunas que dicen que ya tienen donantes u óvulos congelados de Perú o Ecuador y si vas teniendo esa nacionalidad te dicen que no directamente"
Anna Molas, investigadora posdoctoral en antropología de la salud en el Grupo AFIN-UAB

Esto hace que en plataformas como Instagram se publiciten anuncios como que se buscan donantes de óvulos jóvenes nacidas en la Unión Europea para ganar “hasta 1.300 euros”. “Con una publicidad así, lo que están queriendo decir es que no quieren más donantes de Latinoamérica, que lo que les está faltando son personas blancas europeas. Esa es la intención que creo que tendría, más bien una exclusión que una inclusión”, señala Molas.

Esta perfilación de la donante llega a tal punto de que haya aplicaciones de reconocimiento facial que, mediante un selfie se cotejen los datos de la paciente con los de las donantes de la clínica buscando la que más se le parezca físicamente.

Además de los anuncios propiamente dichos, existen una serie de contenidos que se promocionan mediante blogs y páginas web dependientes de las propias clínicas que determinan la visión que tienen las donantes sobre el proceso.

“Bajo esta lógica de ayudar a una mujer, en las 11 páginas de clínicas catalanas que analicé se mostraban como maneras de enseñar a hablar del proceso. Porque se demanda que, pese a la compensación económica, la motivación sea altruista. De algún modo, se enseña cómo actuar a estas personas. No es como un trabajo, que puedas exigir o decir ‘me das 3.000 euros y yo hago esto’, sino que tiene un rol de voluntaria, que está porque quiere, que sea más dócil o más fácil de manejar”, explica Molas.

También cuenta que había toda una serie de contenidos relacionados con el estilo de vida, la salud, etc. “Había toda una narrativa de lo que era la donación más allá de ayudar, sino qué tipo de mujer era la donante, incluso blogs que publicaban temas de nutrición, autocuidados, empoderamiento, mensajes feministas, plasmando dentro de la donante todos estos mensajes que están de moda”, señala la antropóloga, que recalca que la intención de esto es “hacer el proceso más guay y hacerlo menos médico”.

Efectos secundarios frecuentes y, algunos poco estudiados

Ambas expertas coinciden que en la publicidad y los contenidos promocionados por las consultas, se habla poco o nada de los efectos secundarios que tienen las donantes tras el tratamiento. Sin embargo, sí que están en el consentimiento informado, de obligado cumplimiento para cualquier procedimiento quirúrgico.

Jociles, por su parte, recuerda que la donación “no es una cuestión inocua”. “No deja de ser una intervención en tu cuerpo en la que te meten un montón de hormonas que provocan dolores, engordan, se sienten mal...”, enfatiza.

“Más allá de la estimulación ovárica que sí se comenta más, no se ha hablado de muchos más. En cualquier caso, más allá de si lo explican bien o no, los riesgos que se mencionan en el consentimiento son durante el proceso o inmediatamente después, que están en ese momento de la extracción o la hormonación, pero hay muy poca investigación a día de hoy sobre los riesgos a largo plazo”, señala Molas, que apunta que hay ciertos estudios que han relacionado un supuesto riesgo de endometriosis o algunos tipos de cáncer con la donación de ovocitos. Pero Molas se muestra cautelosa: “No se puede afirmar ni desmentir”.

Uno de estos estudios es el publicado en 2017 en Reproductive Medicine Online, en el que se reportaron cinco casos de cáncer de mama entre donantes de óvulos. “Cuatro de ellas era treintañeras y ninguna de las cinco presentaba riesgos genéticos de sufrir la enfermedad”, señalan sobre él en The New York Times. Una de las investigadoras de este estudio, Jennifer Schneider, reivindicó en el citado medio que se tendría que controlar la salud de las donantes: “En mi opinión, a las donadoras de óvulos se les debería tratar como a cualquier otro donante de órganos… se debería de monitorear su salud”.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es