Las decisiones adoptadas por la UE se toman al paso de los acontecimientos, con una visión cortoplacista que asusta. Eso lo notan la ciudadanía, las instituciones y los mercados, cada cual en los efectos que le implica respectivamente: el desempleo, la bajada de salarios y la precarización de las condiciones laborales; el desgaste; y el beneficio especulativo. La inexistencia de competencias de la UE para hacer frente a la crisis ha abierto la puerta a una deriva en la que el interés comunitario y las instituciones han ido desapareciendo o limitándose a aplicar lo decidido por los Ejecutivos nacionales y, en particular, por el alemán.