Carreteras, aeropuertos, investigación... El demócrata busca que haya más puestos, mejor pagados, reduciendo la dependencia exterior y afirmando su supremacía.
Cuando Elcano concluyó su circunnavegación al globo, los viajes no suponían ya un reto. No era suficiente con sobreponerse a los designios de la Tierra, debíamos poder cambiarlos. Llegó la megalomanía de las grandes obras. El canal de Corinto, el de Suez, el de Panamá, el túnel del canal de La Mancha...
Es por todos conocido que el sector público no puede hacer frente por sí solo a las enormes demandas de modernización de la infraestructura en Latinoamérica. Para ello debe recurrir a la financiación directa local o extranjera privada, a los organismos multilaterales de crédito o últimamente a las asociaciones público-privadas.
Al comparar la calidad y el nivel de las infraestructuras de Latinoamérica con los del resto del mundo, no sólo está claramente rezagada frente a los países desarrollados, sino que sigue por debajo de Asia Oriental y de Europa del Este. Según un reciente estudio, el país más avanzado de la región es Panamá, que ocupa el puesto número 40 a nivel mundial.
China quiere que sus empresas ganen experiencia y savoir-faire en esta otra Europa del centro y este del continente, a fin de reducir las barreras que dificultan su acceso a los mercados de los países más desarrollados. En buena medida, aquí, en algunos países, puede librarse de las estrictas reglamentaciones que impone Bruselas y los costes son menos elevados que en el oeste de Europa.