'Berlín, Berlín' y '¡Por fin solo!' o el humor y la brecha generacional

'Berlín, Berlín' y '¡Por fin solo!' o el humor y la brecha generacional

Dos propuestas para septiembre.

Carles Sans en 'Por fin solo'Elena Infante

De lo que una persona se ríe no es algo natural. Uno aprende a lo largo de su vida y pone los cimientos durante la infancia y adolescencia. De ahí el conflicto generacional en cuanto a lo que hace gracia. Esta reflexión surge después de ver dos recientes estrenos de Berlín, Berlín en el Teatro Alcázar y ¡Por fin solos! en el Teatro Reina Victoria. Ambas hacen reír, chistes, anécdotas y situaciones no les faltan para ello. Pero al apelar a un pasado concreto y a su contexto, es probable que los más jóvenes se sientan lost in traslation

Berlín, Berlín de Patrick Haudecoeur y Gérald Sibleyras recurre al siglo XX y a la Guerra Fría, en la que se encontraban inmersos el bloque de democracias liberales y dictaduras de derechas, y el de los países comunistas y dictaduras de izquierda. Bloques separados por el Telón de Acero por encima del que los gallitos de estos dos bloques, EEUU y la antigua URSS, se enseñaban de cuando en cuando los dientes nucleares.

El conflicto se concretaba en Berlín y su famoso muro que cayó en los años ochenta del siglo pasado. Del que apenas quedan algunos vestigios para que los turistas se hagan las fotos de rigor para sus Redes Sociales. Un muro que se creó para que los berlineses que por el azar habían caído del lado comunista no pudieran pasar libremente al lado occidental y desertar del paraíso que se les prometía en la tierra.

Ese muro ha sido motivo de muchas ficciones y de muchos estudios. Sobre todo, por los intentos que ha habido para saltárselo y llegar a Occidente. Donde, parece ser, los del otro lado, los del Este, pensaban que se ataban perros con longanizas. Como lo piensan la pareja de pringados que protagoniza esta comedia. Que quieren saltarse el muro para ir a casarse en París bajo la Torre Eiffel.

La vía de escape que han encontrado es un túnel que comienza en la casa de una anciana. Anciana y familia que son la boca del lobo pues pertenecen a la temida y eficiente Stasi, el servicio de inteligencia de la República Democrática Alemana. Situación que permite el embrollo, el vodevil, la confusión, las salidas y las entradas con el ánimo de hacer reír.

También habla del pasado la comedia de ¡Por fin solos! de Carles Sans , el guapo de Tricicle o eso cree él, al que se ha unido el televisivo José Corbacho en la dirección teatral. En esta obra se repasa historia personal de su autor, director y único actor protagonista hasta que la compañía se disolvió en 2018.

Es un espectáculo en el que se ha buscado aquello que puede hacer gracia o, como poco, ser simpático al espectador. Recurriendo a lugares comunes de las relaciones entre hombres y mujeres, los homosexuales, lo escatológico y presuntamente divertido de que te pongan un supositorio o de que te exploren la próstata, las referencias a Sara Montiel, la traída y llevada movida, el taxi maloliente y el taxista más y hasta La Trinca. Referencias que le quedan lejos a las audiencias más jóvenes que ya no cogen taxis, sino ubers o cabifys. Un público que verán lo que les cuenta como batallitas del abuelo.

Obras que se caracterizan por estar hechas con mucho oficio. La primera, tiene un buen y gran elenco, grandes también en número de los que es rarísimo ver en el teatro en la actualidad. A lo que se añade una `escenografía relativamente compleja para poner en situación al personal. Con la dirección eficaz y eficiente de Gabriel Olivares, un incansable currante del teatro.

La segunda de las obras, solo tiene un actor, el citado Carlos Sans. Rematadamente bueno tanto en lo gestual, como en colocar la frase, la palabra, el chiste. Lo primero ya se sabía. Lo segundo llamará la atención y sorprenderán las dotes que tiene para la stand-up comedy. Y poco más, ya que la escenografía es un fondo de colores chillones, alguna vez molesto por intenso, que de vez en cuando cambia a una foto proyectada para recordar los números de Tricicle o la situación que está describiendo.

Todos estos aspectos las hacen buenas para aquellas personas que quieren pasar una tarde de teatro agradable. Echarse unas risas con la pareja y los amigos, incluso en soledad. Puro teatro de entretenimiento. Que plantea diversión antes de ir a cenar o de tomarse unas copas. Un pasar la tarde noche de un viernes o un sábado. Placeres que quizás aprecien más las gentes de cincuenta en adelante.

Serán estas personas las que además tendrán las referencias culturales necesarias para entender o sobrentender muchas de las cosas que se dicen o se cuentan y poder sonreírse o reírse con ganas. Porque, entre otras cosas, conocen de primera mano las referencias y crecieron en el contexto en el que ambas se desarrollan. Digamos que están en la onda o en consonancia. A las que no les chocaran algunas de las cosas que se dicen o se hacen en esas obras, pues le siguen resultando, todavía hoy, lo normal. Pero que, con perspectiva contemporánea, quizás, podrían no entenderse o no vérsele la gracia.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.