En busca del gen radioactivo

En busca del gen radioactivo

La periodista Laura Piñero cuenta en 'Aquellos años accidentales' el nacimiento de DRO, GASA o Twins, las primeras discográficas independientes.

'Aquellos años accidentales'.CÚPULA

"El Aviador Dro odia al pasado y a todos aquellos individuos u organizaciones que pretenden una regresión a él", proclama la hoja publicitaria que acompaña al primer vinilo editado por DRO a principios de 1982. Ninguna compañía ha querido editar su Sinfonía del refugio atómico ni El retorno de Godzilla, las canciones de ese primer single. No parece haber sitio para ese tipo de música en las listas de ventas, en la radio o en los programas de entretenimiento de la televisión, donde, sin embargo, es habitual encontrarse a artistas como Rocío Jurado, Julio Iglesias o Los Pecos. El país, sin embargo, está cambiando: la UCD se desintegra, Naranjito anuncia el Mundial de Fútbol, los golpistas del 23F van a juicio y los aires de lo que será La Movida comienzan a señalarse en el horizonte.

La industria discográfica recela de una nueva generación de jóvenes, desconectada ya de la dureza del franquismo, que apuesta por nuevas formas de expresión. Sin demasiado entusiasmo, a los departamentos artísticos de estas empresas comienzan a llegar a maquetas de grupos como Nacha Pop, Sissi, Ejecutivos Agresivos o Alarma. Enamorado de la moda juvenil ha convertido en populares a Radio Futura, aunque su productor sea el veterano Honorio Herrero, el mismo de Cecilia, Gonzalo o Martes y Trece.

¿Quiénes fueron los pioneros en agitar un mercado discográfico que, desde la llegada de CBS y Ariola, a principios de 70, parecía inalterable? Por lo que cuenta Laura Piñero (Cartagena, 1985) en su libro Aquellos años accidentales, la lista debería abrirse con Servando Carballar, con DRO, y Paco Martín, con MR, "aunque visto con la distancia de cuarenta años, no parece relevante si fue uno u otro el primero".

Escarmentados tras un contacto fugaz con Movieplay, la compañía con la que graban dos singles como ganadores de uno de los primeros concursos de rock que se organizan en Madrid, Carballar y sus compañeros de Aviador Dro deciden “autoeditarse”, por emplear un término muy de hoy. Pagan a plazos, o con acciones de la futura empresa, las grabaciones en el estudio de Jesús Gómez y llevan el máster para su impresión a Iberofón, la fábrica que abastece a la mayoría de editoras. Ellos mismos se encargan de recoger los vinilos, insertarlos en las carpetas y distribuirlos por las tiendas y los medios. Con ligeras variaciones, ese modus operandi será también el de GASA y Tres cipreses, otros sellos que nacen por esas mismas fechas.

"Yo creo que, aunque tuvieran la idea por separado, enseguida se dieron cuenta que el vecino estaba creando algo parecido", señala Laura Piñero. No son los únicos, Paco Clavel, por ejemplo, se organizó para autoeditarse su single con una fábrica de discos que había en Navarra, también lo hicieron Los Nikis antes de llegar a DRO. Mes arriba, mes abajo fueron muy, muy seguidos y lo más interesante, además, es cómo supieron hacer fuerza conjunta después. Cuando tuvieron la idea no estaban mirando a España, sino a los sellos ingleses y franceses que tocaban y publicaban lo que a ellos les molaba. Ostras, dijeron, si existen independientes en Reino Unido, ¿por qué no hacerlo aquí? Ese fue su modelo.»

Tras un breve periodo de indiferencia, las grandes discográficas, sin embargo, reaccionan en un doble sentido. En un primer movimiento, se hacen con las empresas más veteranas, desde Columbia a Hispavox. Después, ponen el ojo en los artistas de las independientes, como Loquillo y Los Trogloditas o Gabinete Caligari que acaban por engrosar el catálogo de la multinacional EMI. Estos movimientos coinciden con la aparición de un cuarto sello, Twins, que revoluciona el mercado con el lanzamiento de Hombres G.

"Paco Martín los descubre en un concierto y se queda prendado de David Summers y de cómo el público reacciona a esas canciones. Contaba David que ese concierto fue desastroso: estaba borracho y fallaron los instrumentos. Aún así, Paco Martín vio que el grupo tenía algo muy especial. Les firmó el contrato en una servilleta en el en el camerino, tuvo que hipotecar su casa para publicar su primer disco, pero ¿qué pasó? Que reventaron el mercado. Los Hombres-G no se lo creían cuando Paco les llamaba para decirles que eran disco de oro y que no paraban de llamarlo para conciertos… No, nadie lo esperaba. Eso cambió la historia de Twins que, con Hombres G, Celtas Cortos y otros, se convirtió en un sello muy potente".

A pesar de la prosperidad del negocio, Martín pone a la venta Twins al mejor postor. De esa operación, valorada en 175 millones de pesetas, nacerá a finales de los ochenta una nueva compañía que, aunque engloba a GASA y Tres Cipreses, mantendrá el nombre de DRO. El nuevo imperio empezará a venirse abajo en 1991 y a la que pudo ser la Virgin española no le queda más remedio que empezar a coquetear con las multinacionales, que han logrado dominar el mercado discográfico español. Warner paga por DRO casi 400 millones a finales de 1992, el año de la EXPO, las olimpiadas y el AVE. Es el fin del gen accidental.

Muchos de los participantes en aquella aventura fundan nuevas compañías de vida efímera, otros siguen vinculados al negocio. El caso más ilustrativo puede ser el de José Carlos Sánchez, Charlie, que empezó en DRO alternando varios trabajos, entre ellos el de conductor de metro, fue uno de los componentes de Alphaville y terminaría presidiendo Warner Music Spain hasta el verano de 2020. Lejos de jubilarse, acaba de fundar su propio sello, Metales preciosos.

"Sobre un micrófono imaginario abierto, como el de la radio", Laura Piñero ha escrito Aquellos años radiactivos con la voluntad de rendir homenaje a unos rebeldes que, durante algo más de una década, además de dar luz y color a la cultura española, renovaron la industria musical española. También a periodistas como José Manuel Costa, Diego A. Manrique, Rafael Revert, Jesús Ordovás o Joaquín Luqui, que los alentaron.

"Hay gente que me pregunta si este es un libro sólo para los amantes de la música o de esa época -explica la autora momentos antes de entrar en el estudio de la SER, donde trabaja—. Yo creo que es otra forma de contar la historia de España, desde el vinilo al mp3, que te puede llegar a enganchar y que abarca muchos periodos y un montón de estilos. A mí me fascinó el relato de estos personajes, ya sean protagonistas, secundarios o anónimos, que realizaron la gesta de plantar cara a las grandes compañías y a las multinacionales. En cualquier otro país como EEUU, ya habrían hecho varios documentales sobre ese fenómeno".

Hoy nadie lo duda: los años accidentales fueron apasionantes. El trabajo de Laura Piñero les hace justicia.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).