Lorenzo Santamaría, madera de rock

Lorenzo Santamaría, madera de rock

Aunque se hizo famoso con baladas como 'Para que no me olvides', Lorenzo Santamaría siempre quiso ser una estrella de rock and roll. 

Lorenzo Santamaría.Imagen cedida por Lorenzo Santamaría.

"Para mi trabajo soy muy tiquismiquis", me advierte. Esa forma de ser le viene de antiguo, desde que era casi un niño. Lorenzo Santamaría (Lorenzo Rosselló Horrach, Santa María del Camino, Mallorca, 1946) quería ser carpintero como su padre. Entró en el negocio familiar siendo apenas un crío. "Yo era ebanista. Me acuerdo que hice una mesita como regalo a mi hermano mayor, que se casaba. Todavía la conservo". La vocación musical, sin embargo, le llegó con una armónica y unos vecinos que tocaban la guitarra. Un día, se armó de valor y les propuso cantar con ellos.

"Ahí empezó todo. Seguía trabajando. Primero en otra carpintería, luego en la fábrica de gaseosas de unos parientes y más tarde como representante de una marca de discos. Por este último empleo supe que unos muchachos de la isla estaban buscando un vocalista para su grupo. Ellos vinieron a verme a Whisky a go go, la sala en la que cantaba y que era como una cueva. De pronto, vi entre el público a dos o tres tíos con chilaba. Yo me preguntaba: ¿y esos quiénes son? Eran los Z-66 que acababan de volver de tocar un mes en un hotel de lujo de Marruecos. Tras la prueba de rigor, nos presentamos en el local de Palma de Mallorca donde tocaban Los Beta Quartet. El empresario puso una condición para contratarnos: la banda debía tener un vocalista. Y ya no hubo dudas".

Un locutor de la isla, Miguel Soler, los pone en contacto con la discográfica EMI que no duda en ofrecerles un contrato. Para Vicent, Pedro, Leopoldo, Tito y Lorenzo grabar con el mismo sello que The Beatles es casi un sueño. En realidad, los Z-66 gustan mucho: suenan en todas las radios y actúan en locales como Sargent Pepper, propiedad de Mike Jeffery, el representante de Jimmy Hendrix, que los contrata de teloneros para alguno de los artistas a los que lleva. Jeffery fallecerá en un accidente aéreo en Nantes sin poder cumplir el acuerdo.

Hacia 1970, la música española parece cambiar de rumbo. Los grupos dejan de tener protagonismo y su espacio lo ocupa una nueva generación de solistas. EMI propone a Santamaría que abandone los Z-66, como Camilo Sesto ha hecho con Los Botines o Tony Landa con Los Mitos.

"Me costó mucho, ¿eh? Yo la verdad es que no estaba nada decidido porque soy una persona a la que le gustaba estar con sus músicos, con sus amigos. Necesité irme un mes a una casa en la montaña, sin luz ni nada. Me despertaba con las gallinas. Y al final sí, me decidí a cantar en solitario. La primera canción que me propusieron fue Canto al amor, basado en la inacabada de Schubert. En aquel momento también había tenido éxito el Himno a la alegría y pensaron que algo basado en un en un tema clásico funcionaría, pero no fue así. Seguí componiendo en Mallorca y viajaba a Barcelona para presentarlas a la compañía. Escucharon Rosi, que fue el segundo single, una canción veraniega que funcionó mucho porque también era la época de Diablos o Fórmula V. Después grabé Por ese amor y ahí sí que empezó mi verdadera carrera de baladista, no? Aunque a mí me gustaba el rock, por supuesto, pero bueno, yo había decidido más o menos hacer lo que dijera el sello discográfico".

A Lorenzo Santamaría el gran éxito llegará en la primavera y el verano de 1976 con Para que no me olvides, compuesta por el director artístico de la compañía, Ray Girado (Rafael Gil Domínguez, 1947-2015), que también colocará otras canciones pegadizas a Dyango, Miguel Gallardo o Manolo Otero. En el álbum, el segundo de su discografía, se incluye una rareza para la época: Coses de's camp, en mallorquín.

"Fíjate, Para que no me olvides está todavía vigente, es uno de esos temas que se vuelven clásicos, ¿no? Otro es Noches de blanco satén, que he grabado tres o cuatro veces, una balada de esas que perduran toda la vida. Con la siguiente, Si tú fueras mi mujer, también fuimos número uno. Después llegó otro director artístico que me dejó grabar el álbum de rock and roll que yo había querido hacer siempre pero veces los artistas tenemos también nuestras cagaditas, Hay que reconocer que en un elepé como aquél no pegaba una versión discotequera de I love her. No sé por qué accedí a grabarla. Al final, me cabreé con EMI porque con los siguientes discos no hicieron la promoción que me habían prometido y fiché por Fonogram".

Carlos Pintos, el director de esta último sello había llegado a Santamaría "buscando un cantante" porque creía que la oferta musical estaba saturada de "de grupos modernos y muchachos guapitos". Fonogram decide hacer un lanzamiento a lo grande y encomienda la producción de elepé a Juan Pardo, que compone parte del repertorio junto a Pedro José Herrero, el moreno de Pecos. Bailemos, la balada que eligen como reclamo, se queda muy lejos en ventas de los éxitos anteriores de Lorenzo. El siguiente trabajo pasa inadvertido. El artista se ha instalado en Madrid, donde empieza a dar prioridad a la carrera como actor que había iniciado en 1977 junto a Massiel y Ángela Molina en Viva/muera, Don Juan Tenorio.

"Los ochenta fueron una época un poco dura para nosotros, los cantantes que entonces teníamos 35 o 40 años. De pronto, nos sentimos mayores ante tantos grupos con solistas rubitos. Sin embargo, estábamos mejor que nunca y con unas bandas fantásticas, pero los gustos del público parece que iban por otro lado. Un productor de cine me ofreció una película en Barcelona. Nos vimos en Castelldefels con una paella delante. ¿Tú sabes lo que es ir de Madrid a Castelldefels a tomar una paella al sol? Pero, coño, qué hago yo allí, en Madrid, me pregunté y me fui. Después de esta película me dieron otra y otra. Hice como siete u ocho pero también preparé un disco en catalán, en el que incluí una versión de Mediterráneo que había hecho Tony Morlà. La adaptación, era fantástica, buenísima, hasta el punto de que Morlà decía: yo creo que Serrat la compuso en castellano".

El ansiado álbum de rock and roll tendría que esperar muchos años, hasta 1994. Para entonces, Santamaría se había enrolado, junto a Jeanette, Micky, Tony Ronald y Karina, en Entrañables 60, un espectáculo promovido por la COPE para rendir homenaje a la música de aquella década del que se derivarían Mágicos 60 y Míticos 70.

Ahora, sale de gira -la última, dice-, con la que pretende despedirse de las baladas que lo hicieron popular para dar paso al artista que siempre ha llevado dentro, esa alma de viejo rockero silenciada por la industria y las circunstancias.

"En estos años de la pandemia, no he escrito nada, pero he tenido tres mil ideas. Ahora voy a intentar recordarlas. A ver si tengo un hueco porque ya he empezado la gira de despedida y me va a llevar mucho tiempo, pero quiero estar tranquilo para componer. Escribir algo con gancho interesante no es tan fácil y además en mi trabajo soy muy tiquismiquis. Hay cosas que no me van, a lo mejor son comerciales, pero no me van. Con la gira, me despido de Para que no me olvides y de todo el repertorio que la gente conoce. Todavía estoy en forma y quiero demostrar que puedo hacer otras cosas. A fin de cuentas, la música y la carpintería no son tan diferentes, hay una cierta semejanza entre armar una canción y dar forma a un pieza".

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).