Alimentos impostores: seis comidas que no vienen de donde crees

Alimentos impostores: seis comidas que no vienen de donde crees

Casi todo el mundo sabe que las hamburguesas son originarias de Alemania y que los italianos no fueron los inventores de la pizza, pero seguro que hay otros alimentos que te la están dando con queso. Hay algunas comidas que solemos creer que proceden de un sitio cuando en realidad no es así. Aquí tienes seis ejemplos de alimentos que te han estado engañando:

1. Las galletas de la suerte no son chinas

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Yasuko Nakamachi, un estudiante japonés que investigaba el origen de estas galletas con mensaje, afirmó en 2008 en The New York Times que son en realidad una creación japonesa. Según Nakamachi, una fábrica cerca de Kyoto llevaba tres generaciones produciendo galletas muy similares a las que se suelen comer en los restaurantes chinos de Estados Unidos. Su propietario le contó que introducir papelitos con mensaje en productos de confitería y dulces es algo habitual en Japón desde hace décadas.

Ese mismo año, ABC News contaba en un artículo que en China no se consumen este tipo de galletas. Jenny Lee, autora del libro The Fortune Cookie Chronicles, explicó esta cadena que llevó "un montón de galletas de la suerte a China" y se las dio a los chinos: "Quedaron muy confundidos".

2. Pero la palabra kétchup sí nació en China

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Un artículo de 2012 profundizaba sobre este condimento y revelaba que la palabra procede de un dialecto del chino de la provincia de Fujian de hace 500 años y que su significado es "salsa de pescado". Éste ha ido cambiando, pero tchup continúa significando "salsa" en muchos dialectos chinos.

La primera versión del kétchup ni siquiera incluía tomate. Era una salsa fuerte hecha con anchoas fermentadas que los pescadores chinos llevaron a otros países del sudeste asiático, como Malasia o Indonesia. Añadir tomates al kétchup sí es una invención norteamericana. según NPR, la primera receta de esta salsa conocida fue escrita por el científico y horticultor James Mease en Philadelphia en 1812.

3. Los churros no son mexicanos

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La pugna sobre si su origen está en los pastores españoles, los marineros portugueses, o si sus inventores fueron los chinos sigue sin dirimirse, pero lo que sí sabemos es que su origen no está en México, como mucha gente cree (sobre todo en Estados Unidos). Algunas teorías afirman que fueron un invento de los pastores al darse cuenta de que eran fáciles de hacer en una sartén sobre el fuego y los llamaron "churros" por las ovejas churras de la Península Ibérica.

Otra teoría afirma que los marineros portugueses descubrieron unos dulces similares en China y los introdujeron en su país. Se empezaron a preparar también en España, pero dándole forma curva, para hacerlos como un producto propio. Ya fueran los españoles o los portugueses sus inventores, fueron los conquistadores quienes los llevaron hasta América Latina.

4. La tarta de manzana no viene de Estados Unidos

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Muchos restaurantes la ofrecen como "Pastel americano de manzana", pero quizá deban cambiarle el nombre. Al parecer, fueron los británicos los primeros en cocinarlo como una tarta dulce. La primera vez que se menciona al pastel de manzana es en un documento histórico redactado por el poeta Robert Greene cuando escribe "Tu aliento es como el aroma de una tarta de manzana".

5. Los cruasán no son franceses

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Su nombre sugiere que su origen está en el país vecino, pero este bollo con forma de media luna fue elaborado por primera vez en Viena en el siglo XVII. Un siglo más tarde, la reina María Antonieta, nacida en Viena, introdujo estos dulces en Francia. Fue durante el siglo XX cuando los reposteros galos popularizaron esta sabrosa maravilla.

6. Los espaguetis con albóndigas no son italianos

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Según el museo Smithsonian, este plato es una invención italoamericana. Los italianos aportaron las albóndigas, para ellos llaman polpettes, que normalmente tienen el tamaño de pelotas de golf y que suelen comerse como un plato de carne en salsa o en sopa. Cuando los inmigrantes italianos llegaron a Estados Unidos a finales del siglo XIX, empezaron a hacerlas más grandes, como pelotas de béisbol, y a combinarlas con pasta y salsa marinera, ya que el precio de la carne las hacía más accesible.