Repensar el misterio de la consciencia

Repensar el misterio de la consciencia

Entrevista con el profesor Antonio Penedo-Picos.

Andriy Onufriyenko via Getty Images

Pese a los avances científicos, la consciencia sigue siendo un misterio. ¿Y si hubiéramos avanzado en círculos? ¿Y si estuviéramos persistiendo en el error? El pensador Antonio Penedo-Picos, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y admirado maestro de quien esto escribe, sugiere que hemos naufragado y que quizás sea ya hora de avistar tierra. Esta conversación es un viaje breve pero turbulento a través de la apasionante filosofía de la mente.

Susan Blackmore, autora de Conversaciones sobre la conciencia, pregunta a todos sus entrevistados lo mismo: ¿cree en el concepto de zombi filosófico? Yo le preguntaré, más bien, ¿tiene verdadera importancia saber si podrían existir esos zombis filosóficos (humanos sin consciencia) o eso ya empieza a ser una cortina de humo?

Hablar de personas sin consciencia es proponer una irrealidad ontológica. Si Descartes dijo “Ego cogito ergo sum sive existo” es porque de lo que le era imposible dudar era de que tenía consciencia y eso lo diferenciaba de las res extensae, sin ella. A mi entender, esta especulación no solo distrae sino que cancela la verdadera comprensión de qué es la consciencia y de que por ella somos personas. La consciencia es una propiedad que albergan los seres biológicos, los únicos seres vivos.

La pregunta anterior nos lleva al pan-psiquismo, visión por la que siento simpatía, pero a mí al menos me conduce a otro callejón sin salida. ¿Se puede articular un pan-psiquismo con base científica o sería otro intento infructuoso del materialismo?

La consciencia no es material. No tiene masa, ni carga ni longitud. Piense este pensamiento: dos más dos son cuatro. ¿Dónde está la materialidad? ¿En las neuronas? ¿Se pueden localizar en sus dendritas los restos físicos de ese pensamiento como sí se pueden encontrar los restos de la digestión de un cadáver de hace tres mil años? Mientras no comprendamos que información y materia son magnitudes inconmensurables (la una desde la otra y viceversa) y no generemos una nueva epistemología, seguiremos encallados en una reedición tras otra del fisicalismo, como le sucede a Markus Gabriel, que ha entrado en un bucle escolástico porque el modelo del realismo materialista no tiene previstas categorías heurísticas para entender qué es la mente y la consciencia.

En efecto, el universo es también un ente consciencial, pero la astrofísica actual no puede explicar lo que se encarga de expulsar sistemáticamente (aunque Sir Roger Penrose…). Nunca llegarán así a una teoría del todo. La consciencia es la que hace reales a los entes, no al revés.

Usted es muy escéptico con la inteligencia artificial y tampoco creo que esté de acuerdo con John Searle, para quien la consciencia es un simple fenómeno biológico, como lo es la fotosíntesis, y se puede pasar de un estado de consciencia a uno de inconsciencia igual que el agua pasa de estado líquido a sólido. ¿Estamos alimentando el problema duro de la consciencia al negarlo?

Esa es la clave: ¿qué hemos llegado a entender por Naturaleza y Biología tras las sucesivas restricciones del término desde la Ilustración y el aceleracionismo reductivo del siglo XIX, empecinadamente positivista? Se necesita un cuerpo con neuronas para tener un estado de conciencia habitual, pero no se necesita cuerpo ni cerebro para ser entes conscienciales. Las ciencias antiguas, egiptoindoeuropeas lo sabían y eran ciencias. Hablo, por ejemplo, de los presocráticos y de la circulación científica entre Grecia y Egipto para formarse los primeros. Algis Uždavinys lo explica. La ciencia moderna empezó a recusar estos saberes por considerarlos charlatanería y superstición y la posmoderna ya ni trata de ellos. Estamos ante una verdadera involución gnoseológica. Si hay una superstición radical es nuestra comprensión actual de lo natural y lo biológico. La nueva superstición se llama “creencia en la materia”. Eso sí es un acto de fe.

Siguiendo esta línea de razonamiento, ¿qué papel desempeñaría en este relato la consciencia de un bebé y la de los animales? ¿Cómo aceptamos esa tendencia que ahora llaman realismo especulativo sin caer en el misticismo o el esoterismo?

¿Por qué misticismo y esoterismo son una caída? ¿Se lo han preguntado a fondo y han dedicado décadas a investigarlo? Los recién nacidos solo tienen de recientes el comienzo de su ontogénesis. No son tabulae rasae como sostuvieron Locke, Hume o Berkeley: es falso. Nacemos con toda una herencia filogenética de millones de años. Si eso se acepta en nuestra estructura osteomuscular… ¿por qué no se acepta que en la arquitectura psíquica del ser recién nacido acontece igual? ¿Hablamos de Jung? Esos saberes repudiados tenían, desde hace milenios, previstas y verificadas muchas respuestas sobre el misterio de la vida y la consciencia.

Concluyo: mientras nos pensemos como átomos o moléculas aleatoriamente mutadas que, por sorpresa, adquirieron autocoherencia orgánica y, sin más, comenzaron a pensar y sentir… perseveraremos en un bucle que, si le soy sincero, ya empieza a cansar porque ha periclitado: es vía muerta. ¿Estamos, en realidad, al tanto de muchas y muchas más investigaciones vanguardistas en las universidades y ámbitos de investigación en nuestro planeta?

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).