Venezuela, entre la agonía y la esperanza

Venezuela, entre la agonía y la esperanza

Un policía en Caracas. Carlos Garcia Rawlins / Reuters

Somos muchos los ciudadanos que miramos desde lejos la hambruna, el crimen y el sufrimiento del pueblo venezolano y nos preguntamos: ¿por qué no acaba ya? ¿Por qué Juan Guaidó aún no ha conseguido solucionar el problema? ¿Cuántas más personas tendrán que sufrir o morir para que el mundo ponga fin a este drama?

El pasado fin de semana tuve otra vez la oportunidad de marchar con centenares de venezolanos acompañado del alcalde Ledezma por las calles de Madrid defendiendo una causa en la que creo profundamente. Es cierto que en una situación tan dura y compleja como la actual, pedir paciencia no es fácil. Decirle al pueblo de Venezuela que esta vez sí vamos a conseguir echar a Maduro del Palacio de Miraflores puede sonar a discurso enlatado y muchas veces repetido, pero de verdad debemos confiar en todo lo logrado durante los últimos meses. Lo que no podemos pretender es que en dos meses solucionemos todos los despropósitos y arranquemos todos los parásitos incrustados en las instituciones venezolanas tras décadas de chavismo.

Por ello, si queremos poner fin a la dictadura, lograr el reconocimiento del gobierno de transición y celebrar las ansiadas elecciones libres, el apoyo internacional es fundamental, especialmente el de Estados Unidos y Europa. Pero no podemos olvidar que existen altos mandos militares abrazados a Maduro que están dispuestos a todo con tal de seguir en el poder, incluso llevar al país a una cruenta guerra civil.

No quiero descartar la intervención armada porque si Maduro sigue dejando morir al pueblo de Venezuela, no nos podemos quedar de brazos cruzados.

En este contexto, Guaidó parece el líder que la oposición venezolana llevaba tiempo buscando. Desde que asumió el cargo de presidente encargado, ha demostrado cordura, templanza y responsabilidad al ir poco a poco recabando apoyos internacionale y crear el caldo de cultivo que permita el día de mañana la salida de Maduro por la puerta de atrás y directo a un tribunal para juzgar sus crímenes.

Con todo, no quiero descartar la intervención armada porque si Maduro sigue dejando morir al pueblo de Venezuela, no nos podemos quedar de brazos cruzados. Lo que sí quiero dejar claro es que una decisión así no se debe tomar a la ligera y que debemos ser excesivamente prudentes. Una guerra civil no mejoraría la situación y ninguna intervención militar tiene suficientes garantías para ser todo lo rápida y eficaz que muchas personas han insinuado públicamente.  Dicho de otra manera, las prisas por echar al dictador no pueden llevarnos a una situación que incluso empeore la actual y encima enquiste el conflicto en el tiempo.

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