Emergencias humanitarias 2024: cuando el dinero no llega para mejorar el mundo y queda salvar vidas

Emergencias humanitarias 2024: cuando el dinero no llega para mejorar el mundo y queda salvar vidas

Naciones Unidas rebaja su petición de fondos para este año, no porque las guerras, los terremotos o las inundaciones sean menos o haga menos daño, sino porque los países no aportan y se ciñe desesperada a lo básico: impedir que la gente muera. 

Kenzi al Madhoun, un niño gazatí de cuatro años herido en un ataque de Israel, atendido en el hospital Al Aqsa de Deir al Balah, el pasado 1 de noviembre.Abdel Kareem Hana / AP

"Tememos lo peor para el próximo año". El jefe de ayuda humanitaria de las Naciones Unidas, Martin Griffiths, no puede ser más claro. 2024 vendrá plagado de más conflictos armados, más devastación por la crisis climática y más erosión en derechos y condiciones dignas de vida. Y, sin embargo, la ONU ha rebajado su petición de fondos. ¿No es acaso contradictorio?

No, es endemoniadamente realista. La oficina de Griffiths ha asumido que, por más que llame al mundo a arrimar el hombro, el dinero no está llegando, por lo que ha preferido hacer llamamientos muy concretos, con un análisis integral de las necesidades, centrado en las emergencias, que le permita al menos ir a lo más básico: salvar vidas. "Es la prioridad abrumadora", sentencia con desconsuelo en la voz, reconociendo que el número de personas que necesitarían ayuda crece sin parar, y no llegan. 

En total, la ONU ha reducido su petición de ayuda en casi un 20%, en un contexto en el que apenas ha recibido un tercio de los fondos solicitados para el 2023. Ahora lanza un SOS sólo para quienes se encuentran en circunstancias de mayor riesgo para sus vidas. La salud, la estabilidad, la dignidad, parecen quedar como derechos de primer mundo por la falta de compromiso de los que tienen el dinero que hace falta. "Hay que reafirmar la humanidad", sentencia el diplomático británico. 

Se calcula que alrededor de 300 millones de personas (una de cada 23) necesitarán asistencia urgente el próximo año, según cálculos de las distintas agencias de la ONU y de alrededor de 1.900 organizaciones asociadas a ella y presentados en diciembre. Si los juntáramos, formarían el cuarto país más poblado del mundo. Sin embargo, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios plantea que sólo podrá ayudar a 128 millones de personas, para las que pide 46.000 millones de dólares, en comparación con los 57.000 millones de dólares que solicitaba para 2023.

"No es porque no haya necesidad -insistió Griffiths en Doha, cuando presentó sus propuestas-, sino porque hemos tenido que priorizar las necesidades urgentes para salvar vidas como nuestra actividad principal (...). El apoyo de la comunidad internacional no está a la altura de las necesidades". Si ni quiera hay respuesta para este ruego al mínimo, "la gente lo pagará con sus vidas". "Los trabajadores humanitarios salvan vidas, combaten el hambre, protegen a los niños, asisten en epidemias, brindan refugio e instalaciones sanitarias en las situaciones más inhumanas. Y, sin embargo, el apoyo no cubre las necesidades", enfatiza. No puede ser más claro. 

El responsable de la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, durante una visita a Lomoputh (Kenia), una zona castigada por el cambio climático. en mayo del año pasado.Brian Inganga / AP

El número de personas obligadas a abandonar sus hogares por conflictos o emergencias climáticas se encuentra en niveles récord para este siglo, superando los cien millones de refugiados y desplazados internos. Unos 258 millones de personas más en 58 países que enfrentan violencia armada, inundaciones o sequías severas padecen ahora una grave escasez de alimentos, incluidos casi 14 millones de niños en riesgo inminente de muerte. África, con 74,1 millones de personas necesitadas, encabeza la lista, seguida de Oriente Medio y el Magreb (53,8), Asia-Pacífico (50,8) y América Latina (38,9 millones). "Las perspectivas son sombrías", dice la ONU.

Pero a pesar de los desastres naturales extremos de este año, incluidos los terremotos en Turquía y Siria, y el ciclón Freddy en el sur de África, o las guerras en Palestina, Sudán y Ucrania, los países no han logrado donar ni un a aproximación digna a lo que se pedía como necesario. Las donaciones siempre son inferiores al total solicitado, la ONU lo sabe pero pide siempre lo que entiende justo, pero es que la financiación para los programas de ayuda de la ONU cayó en 2023 por primera vez en 13 años: hasta finales de noviembre, habían recibido un total de sólo 20.000 millones de dólares, 4.000 millones de dólares menos que el año anterior. 

No es sólo que no cubran, es que incluso logran menos que el pasado año, pese a que han tenido que recalcular porque han empeorado distintos rincones del planeta, con guerras como la de Gaza o desastres naturales como las inundaciones en Libia. Por eso se habla de "esfuerzo heroico" para seguir trabajando el año entrante. 

"No es porque no haya necesidad, sino porque hemos tenido que priorizar las necesidades urgentes para salvar vidas (...). El apoyo de la comunidad internacional no está a la altura de las necesidades"

Eso deja a las Naciones Unidas con unas opciones imposibles. En Siria, donde continúa un conflicto viejo de 13 años, el programa de alimentos de la organización ha reducido el número de beneficiarios en un 40% y ha reducido a la mitad las raciones proporcionadas; en enero, su principal línea de trabajo se queda sin dinero. En Afganistán, que se enfrenta a una crisis económica, el número de personas que reciben ayuda cayó de 13 millones a tres millones entre mayo y noviembre. Diez millones de beneficiarios de golpe. A Honduras ha llegado el 15% de lo pensado y a los venezolanos exiliados, el 19. En Yemen, el 80% de las personas a las que se dirige el plan de asistencia no tienen ni agua ni saneamiento adecuado y en Nigeria, sólo el 2% de las mujeres que esperan servicios de salud sexual o reproductiva los reciben realmente. 

Datos insoportables que Griffiths iba mezclando con quejas: el "olvido" a lo que pasa en Sudán; el "invierno desesperado" que afronta Ucrania; los niños, de los que uno de cada cinco vive en un conflicto o huye de él; los derechos humanos "violados" y multiplicados por la falta de ayuda; el clima que "compite con los conflictos como generador de necesidades" y que no acaba de atajarse; los brotes de enfermedades, como el cólera matando en 29 países. "Las consecuencias son trágicas", dijo la ONU al anunciar el último llamamiento. Todo, por esta "crisis severa y ominosa" de financiación. 

Griffiths reconoció que este tijeretazo le había costado a él y a su gente noches de insomnio, pero no hay otra. Una de las principales prioridades para 2024 será Gaza, donde la guerra de Israel con Hamás ha desplazado a la mayoría de los 2,2 millones de habitantes del enclave y destruido gran parte de sus viviendas e infraestructura civil. Los combates en Sudán, donde unos diez meses de guerra han dejado a 30 millones de personas necesitadas de apoyo, significan que se espera que ese país y Oriente Medio consuman cerca de un tercio del presupuesto total de ayuda para el próximo año.

  Listado de emergencias de la ONU, 2024.OCHA / ONU

El llamamiento de la ONU reclama, a su vez, 3.900 millones de dólares para ayudar a Ucrania; 4.000 para Etiopía -que está saliendo de una guerra civil en la región de Tigray-; 3.200 millones para Afganistán; y cerca de mil más para Myanmar, donde el conflicto ha desplazado a cientos de miles de personas. A ellos se suman los 1.200 millones que irán a Palestina, cinco veces más de los pedidos el año previo. 

Hay un especial cuidado en los éxodos, en los que las personas han tenido que dejar sus casas y marchar, sobre todo, a países vecinos: se necesitan 5.500 millones para los sirios, 1.500 para el conflicto sursudanés y 1.300 para el sudanés, otros mil para la diáspora ucraniana... 

La ONU destaca que esfuerzo que ha hecho ajustando objetivos, de forma muy dolorosa, pero eso necesita de contrapartidas: hace falta un esfuerzo proporcional de los gobiernos y otras agencias multilaterales, como el Banco Mundial, para satisfacer unas necesidades humanitarias más amplias, esenciales aunque no sean puramente existenciales, que es lo mínimo que se despacha. "Ustedes también deben responder", dejó sobre la mesa Griffiths.

Una mujer desplazada sostiene a su hijo, con desnutrición, en un hospital de Umm (Tigray), gestionado por MSF.Nariman El-Mofty / AP

La recaudación de fondos para las Naciones Unidas, incluso tras la rebaja de pretensiones, promete ser una lucha. La financiación para la adaptación climática cayó un 15% en 2022, informó el mes pasado el programa ambiental de la ONU, mientras que en un evento en este diciembre del Fondo Central de Respuesta a Emergencias de la ONU que buscaba mil millones de dólares no se logró más promesas de 419 millones. 

Los desafíos de recaudar dinero para programas de ayuda multilateral son crecientes. Se pone poco sobre la mesa y pagan siempre los mismos. Los países europeos y norteamericanos constituyen repetitivamente el top ten de donantes del fondo de respuesta de emergencia y, en 2023, representaron más del 80% de las contribuciones aportadas. Esfuerzos que salvan vidas, que marcan la diferencia. 

China, que es la segunda economía más grande del mundo, puso menos de medio millón de dólares, esto es, menos de la mitad de la contribución de Islandia. Pekín prefiere centrarse en acuerdos bilaterales con los países que lo necesiten, que le den influencia diplomática, un camino que sigue también Rusia. La ONU da datos sonrojantes de otros estados: Arabia Saudí había prometido un millón de dólares pero no lo ha entregado, y Singapur, uno de los 15 países más ricos del planeta, había aportado 50.000 ridículos dólares. "Es hora de redoblar nuestros esfuerzos", repite Griffiths, que pide a los líderes que sean "más humanos, más reflexivos y generosos". 

Una tendencia que se consolida

La radiografía de situación dibujada por la ONU no es un problema de 2023, sino una tendencia. "El sistema de ayuda humanitaria global está sometido a una inmensa presión para seguir el ritmo de unas demandas cada vez mayores", concluye l informe La acción humanitaria en 2022-2023: la emergencia climática agudiza otras crisis, realizado por el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Médicos Sin Fronteras (MSF), conocido este diciembre, también. 

En los dos años analizados, se expone que la ayuda humanitaria internacional aumentó en 10.000 millones de dólares (un 27%), pero "la magnitud de las necesidades hizo que el déficit en la financiación humanitaria alcanzara un máximo histórico hasta los 22.100 millones de dólares". Sólo se cubrieron el 58% de los llamamientos lanzados a nivel mundial, y alrededor de un tercio recibieron el 50% o menos de la financiación solicitada. 

Un grupo de personas recibe ayuda humanitaria en Zaporiyia, Ucrania, el pasado abril.Andriy Andriyenko / AP

La concentración de la ayuda en un "número reducido de crisis" continuó siendo la norma: 10 crisis recibieron casi dos tercios de toda la ayuda humanitaria internacional, siendo Ucrania el principal receptor (con 4.400 millones de dólares) y Afganistán el segundo, con 3.900 millones. Además de sobre esta tendencia, el informe pone el acento en otras "constantes preocupantes "como que la reiteración de crisis crónicas hace que muchas queden relegadas al olvido; o de la pérdida de peso de la ONU, derivada de la falta de voluntad de algunos de sus miembros más poderosos, como legítimo representante de la comunidad internacional y de su capacidad para hacer frente a los problemas actuales".

"Venimos observamos una dinámica por la que la atención a una crisis, ayer era Ucrania, ahora Gaza, acaba provocando la desatención del resto tanto en esfuerzos diplomáticos para ponerles remedio como en el volumen de fondos activados para atender a las víctimas”, explicó Jesús A. Núñez Villaverde, codirector del IECAH. Una realidad que genera una enorme impotencia en el mundo de la cooperación, en esos lugares donde el foco no suele estar. "La guerra en Gaza y la impotencia de la ONU es la última y dramática prueba del desajuste disfuncional de Naciones Unidas que necesita actualizar su estructura reformar sus procesos de toma de decisiones y dotarse de los medios necesarios para cumplir eficientemente sus múltiples tareas", añade.

El informe de MSF y el IECAH precisa además el papel de España en este escenario: los fondos de ayuda humanitaria española aumentaron un 47% respecto al año anterior, lo que la sitúa en 158,48 millones de euros. El mayor porcentaje se destinó a las consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania. La población saharaui, los Territorios Palestinos Ocupados Venezuela, Siria, Níger, Colombia, Afganistán y Mali destacan como los países a los que se han destinado una mayor cantidad de financiación.

Ante el estreno de todo un nuevo año, las perspectivas son de un tiempo "increíblemente desafiante".