Los nudos gordianos del conflicto Israel-Palestina que son la causa de la actual crisis

Los nudos gordianos del conflicto Israel-Palestina que son la causa de la actual crisis

El ataque múltiple de Hamás, calificado como "terrorista" por gran parte de la comunidad internacional, no tiene justificación, pero sí un origen. Y es este. 

Un palestino ondea su bandera en una protesta ante la cárcel israelí de Ofer, cerca de Ramala (Cisjordania), contra unos bombardeos a Gaza en 2012.Majdi Mohammed / AP

La agresión múltiple lanzada contra Israel por Hamás el pasado sábado, de proporciones desconocidas hasta ahora en el conflicto, ha sido calificada por gran parte de la comunidad internacional como "terrorismo". Una milicia armada que ataca por todos los frentes posibles a civiles (también a militares) a los que mata y secuestra. El derecho internacional es claro al respecto y sus actos no tienen justificación, pero lo que sí tienen es un origen: el conflicto palestino-israelí, largo de 75 años. Muchas causas acumuladas que nos han traído hasta aquí y que, hoy por hoy, no tienen solución. 

Si se habla de la "fatiga de guerra" en Ucrania, porque la contienda no se resuelve rápido y llega a los 20 meses, qué no habrá de decir de un choque de décadas atrancado, donde hace casi diez años que las partes ni siquiera se sientan a la mesa de negociación, donde los aliados occidentales han perdido las ganas de empujar, donde la radicalización va al alza y donde la acumulación de daño es diaria.

El estado de Israel ha cumplido esta primavera sus primeros 75 años de vida. Nació sobre la base legal de una resolución de la ONU pero también sobre los pilares del dolor y la guerra, que acabó expulsando a más de 700.000 palestinos de sus hogares. Lo que a un lado de la línea verde se considera una conquista, en el otro se llama la nakba, la catástrofe. Ahí empieza todo, lo que nos ha traído a este 2023. Israel es un estado moderno y próspero, "la única democracia de Medio Oriente", como la suelen llamar sus sucesivos Ejecutivos, un aliado en lo comercial y lo defensivo de Estados Unidos o la Unión Europea, mientras Palestina es un país apenas reconocido como observador en la ONU, sin soberanía territorial, sin fronteras definidas, un estado en ciernes ocupado por las Fuerzas Armadas de Israel y su Policía de Fronteras, además de cerca de 600.000 colonos que residen ilegalmente en Cisjordania y el este de Jerusalén (son datos de Naciones Unidas), sin capacidad de decidir sobre sus recursos naturales o sus santos lugares, con más de cinco millones de sus nacionales aún en la diáspora como refugiados. 

El origen

La comunidad internacional recomendó la partición de Palestina, que en ese momento dominaba el Mandato británico (1917-1948), tras el hundimiento del Imperio Otomano. Había que fijar fronteras entre dos nuevos estados, uno judío y otro árabe -entre los que debía establecerse una colaboración "franca" en materia económica y aduanera-, mientras que creaba una zona de control internacional para Jerusalén y parte de Belén.

La nación judía, absolutamente nueva, sería la mayor, con 14.000 kilómetros cuadrados, 558.000 habitantes judíos y 405.000 árabes por vecinos; la árabe, por su parte, tendría 11.000 kilómetros cuadrados y unos 10.000 judíos entre sus 820.000 habitantes. Habría una zona de exclusión internacional "equilibrada", con 100.000 residentes de cada lado.

33 naciones dijeron sí a este reparto -entre ellas, EEUU y la URSS-, 13 votaron en contra y 10 se abstuvieron -entre ellos, Reino Unido-. Corría el 29 de noviembre del 47. En mayo del 48, Londres debería abandonar su mandato y la partición tendría efecto desde su retirada, pero la resolución no decía a las claras cómo debía aplicarse el plan, así que los británicos alegaron la "imposibilidad de aplicar el texto" para justificar por qué no facilitaron la creación del nuevo escenario. Se fueron y dejaron el problema en carne viva. Historiadores como el israelí Ilan Pappe (The Making of the Arab-Israeli Conflict, 1947-1951) sostienen que los meses de transición "sólo sirvieron para que el personal de la metrópoli hiciera las maletas, pero sin arreglar la casa que dejaban".

Si el mediador no ayudó, los contendientes tampoco. La resolución, que cristalizó de un debate intenso de casi un año, quedó en nada, nunca fue aplicada. Las naciones árabes la rechazaron porque suponía perder un territorio mayoritariamente musulmán en los últimos siglos, una tierra en la que el 67% de los habitantes era árabe, además de recibir menos tierras que los judíos; los representantes israelíes se quejaban de la “pequeñez” de sus posesiones, de su discontinuidad territorial y las complejidades de su defensa, pero aceptaron, porque la resolución permitía el nacimiento del perseguido hogar para los hebreos.

Las semanas previas al adiós inglés fueron de práctica preguerra. La ONU no respondía ante la sucesión de atentados, emboscadas y escaramuzas diarias, por ambas partes. Reino Unido insistía en lo "inaceptable" de la resolución para árabes y judíos, mientras se retiraba de cuarteles y fortalezas. El 15 de mayo de 1948, un día antes de que expirase el mandato británico, David Ben Gurión leía en Tel Aviv la declaración de independencia israelí. En aquella sesión histórica se derogaron las leyes anti-inmigración: en los tres años siguientes llegaron 700.000 personas, poco menos que una Jerusalén entera.

David Ben Gurion, leyendo la declaración de independencia de Israel, en 1948.GPO via Getty Images

Las naciones árabes respondieron entonces declarando la guerra y en la noche del día 15, tropas de Egipto, Transjordania, Siria, Irak y Líbano comenzaron a avanzar hacia Israel, el país recién creado. La orden era "la eliminación absoluta del estado hebreo". Los palestinos perdieron toda posibilidad de formar una nación, con tierras invadidas y ciudadanos huyendo a los territorios vecinos. Y así hasta este octubre, cuando sus principales anhelos siguen sin cumplirse. 

Soberanía

Palestina no ha levantado cabeza desde 1948. Tras ese cisma llegaron las guerras de los Seis Días (1967) y la de Yom Kippur (1973), que afianzaron la ocupación de su territorio y la ausencia de instituciones soberanas. Hoy el Estado palestino está reconocido formalmente como "observador" y no miembro de pleno derecho en la ONU, una decisión tomada en noviembre de 2012. Esta naturaleza, que también ostenta el Vaticano, le permite acceder a organismos y agencias de Naciones Unidas y es la que le ha abierto la puerta, por ejemplo, a la Corte Penal Internacional (donde espera condenar a Israel por supuestos crímenes de guerra) o la UNESCO (que le está reconociendo lugares como Patrimonio de la Humanidad).

Desde entonces, más del 90% de los países del mundo han reconocido individualmente la soberanía de los palestinos sobre su territorio, aunque faltan las grandes potencias y los países occidentales, los que pueden de veras inclinar la balanza a su favor. España, por ejemplo, ha votado que el Congreso inste al Gobierno a reconocer el estado, pero el reconocimiento explícito no se ha producido, por más que sea una promesa del presidente Pedro Sánchez recogida en su programa electoral con el PSOE.

Los palestinos aspiran a tener un estado en Gaza y Cisjordania, con Jerusalén Oriental como capital. Es un reparto que cuenta con el respaldo de la mayor parte de la comunidad internacional. El mayor espaldarazo de palabra lo tuvo cuando así lo reivindicó públicamente el que fuera presidente de EEUU, Barack Obama, en 2009: "La situación de los palestinos es intolerable. Sufren las humillaciones diarias que acompañan a la ocupación. Nunca daremos la espalda a su derecho legítimo a vivir con dignidad y un estado propio", dijo. 

Sin embargo, cada vez que el tema se trata en alguno de los eternos e infructuosos procesos negociadores con Israel -ahora congeladísimos- surge el mismo dilema: ¿se permitirá que Palestina controle su frontera más al este, con Jordania, o se quedará Israel con el dominio militar del Valle del Jordán? ¿Será Palestina un estado militarizado, plenamente soberano para vigilar y controlar sus fronteras? ¿Habrá continuidad entre los tres territorios que han de conformar el estado, estando como están separados Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este? Son detalles clave en los que Israel nunca ha estado dispuesto a ceder hasta ahora y que se ven aún más lejos con el primer ministro, Benjamin Netanyahu, apoyado por un gabinete de ultranacionalistas y religiosos

Un grupo de palestinos celebra en Ramala (Cisjordania) la entrada de Palestina en la ONU como estado observador, en 2012.Majdi Mohammed / AP

Ocupación

Tras la guerra del 67, Israel ocupó los territorios palestinos. De Gaza sacó los últimos colonos en 2005 -aunque sigue controlando todo su perímetro por tierra, y vigilando desde el aire y desde el mar, sometiendo a la población a un durísimo bloqueo, roto en estos cuatro días que ha tardado en Ejército en reaccionar al salto de Hamás- pero en Cisjordania y el este de Jerusalén siguen residiendo cerca de 600.000 personas en asentamientos reconocidos como ilegales por Naciones Unidas. 

La Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) sostiene que, de los 2,3 millones de personas que viven hoy en la franja, la mitad está en paro (la cifra sube a los tres cuartos de los jóvenes), al menos dos millones necesita ayuda humanitaria para subsistir y otros tantos malviven por debajo del umbral de la pobreza. Hay luz no más de cinco o seis horas al día, el 90% del agua no es apta para consumo humano y la inseguridad alimentaria afecta casi al 60% de los hogares. Ya decía el organismo internacional que que, en 2020, la franja sería "inhabitable". Han pasado tres años de ese pronóstico. 

En el caso cisjordano y jerosolimitano, se han creado grandes bloques de población, con profusión de servicios y recursos naturales esquilmados a su propietario original, que cortan casi cualquier continuidad territorial, por ejemplo, con la hipotética capital del estado por venir. Netanyahu ha sido el líder que más los ha expandido, pero se ha hecho siempre, con la derecha y con la izquierda. 

La colonización va mucho más allá de las viviendas, porque cada ciudad se rodea de polígonos industriales y fábricas, además de complejos de ocio, que extienden la ocupación, y que tienen que ir acompañados de carreteras seguras para los judíos, más bases militares y puestos de control que garanticen su seguridad. Bocado tras bocado que se da a tierra internacionalmente reconocida como palestina, para lo que no hay reparo en demoler casas o en ocupar campos de labor si es necesario para alojar a los judíos, muy religiosos habitualmente, y que tienen subvenciones y facilidades del Estado para instalarse en estas zonas ocupadas. 

Y luego, centro de ese territorio, hay distintas zonas, marcadas como A, B y C, en las que varía el grado de profundidad de la ocupación. Son las que siguen:

Área A. La Autoridad Palestina tiene el control total sobre la seguridad y sobre asuntos civiles. Supone el 18% del territorio y engloba las principales ciudades y los territorios de alrededor, sin asentamientos. En teoría los israelíes tienen prohibida la entrada a estas zonas, aunque en la realidad pueden entrar con bastante facilidad. Las Fuerzas de Defensa Israelíes suelen realizar incursiones para arrestar a posibles militantes.

Área B. Los palestinos tienen el control civil y comparten con los israelíes el control militar. Constituye el 21% del territorio e incluye principalmente pequeñas ciudades palestinas, pueblos y algunas tierras, pero ningún asentamiento.

Área C. Israel tiene el control civil y militar total. Supone algo más del 60% del territorio palestino e incluye todos los asentamientos (ciudades, pueblos, barrios), tierras, todas las carreteras que conectan los asentamientos con Israel (exclusivas para israelíes), así como áreas definidas como “zona de seguridad”, que incluye entre otras todo el terreno adyancente al muro de separación. Junto a los colonos, malviven unos 150.000 palestinos, la mayoría beduinos.

Por todo ello, los activistas propalestinos llevan años hablando de una política de "apartheid", usando el término sudafricano (en afrikáans que significa literalmente "separación"). Desde el año pasado, es una etiqueta que emplea hasta Naciones Unidas. En un informe elevado a su Consejo de Derechos Humanos, en marzo de 2022, se habla de un sistema político "que prima los derechos políticos, legales y sociales fundamentales" de un grupo por encima de otro, en la misma zona geográfica, y en base a su identidad racial-nacional-étnica, cumple la definición legal del apartheid. Y eso es lo que ha visto que hace Israel. 

Define que el sistema político y jurídico actual es "profundamente discriminatorio" y "privilegia a los colonos judíos israelíes que viven en los 300 asentamientos ilegales israelíes de Jerusalén Oriental y Cisjordania". Recuerda a los tres millones de palestinos de Cisjordania que "viven bajo un régimen opresivo", entre muros, puestos de control y amplia presencia policial, y otros dos millones en Gaza.

Un niño palestino pasea con su globo ante soldados de Israel desplegados en la ciudad cisjordana de Hebrón, en 2013.Bernat Armangué / AP

Refugiados

La "pérdida de la patria ancestral palestina causó la dispersión de una tercera parte del pueblo", afirma la Autoridad Nacional Palestina. Según datos del Gobierno palestino avalados por la ONU, 726.000 personas tuvieron que dejar sus hogares en 1948, horrorizados con la contienda, buscando un lugar más seguro, expulsados por tropas israelíes o directamente muertos.

Casi 500 aldeas y ciudades quedaron arrasadas, con la consiguiente confiscación de tierras, que pasaron a manos de Israel (logró anexionarse un 26% más de la tierra que le habían otorgado en el Consejo de Seguridad, esto es, un 80% del total). 190.000 palestinos más se refugiaron en Gaza, bajo el control egipcio, y 280.000 se mantuvieron en Cisjordania, con el amparo de las autoridades jordanas.

Aquellos más de 700.000 exiliados son hoy, dos generaciones después, más de cinco millones de refugiados, concentrados sobre todo en Jordania, Siria, Líbano y Palestina. En el mejor de los casos, Israel ha dicho en alguna ocasión que aceptará el retorno de 50.000 el día que llegue -si llega- un acuerdo de paz. Naciones Unidas tiene reconocido el derecho al retorno de todos o, en su defecto, una compensación.

Otros 100.000 palestinos, hoy el 19% de la población de Israel, se quedaron dentro de las fronteras del nuevo estado y tardaron años en lograr la nacionalidad. Aún hoy 200.000 árabes residentes en Jerusalén Este carecen de pasaporte, sólo tienen permiso de residencia, una ciudadanía rebajada que les obliga a permanecer siempre en la ciudad, sin moverse. De lo contrario, pierden su estatus.

Desplazados palestinos en la guerra de 1948, en una imagen de Naciones Unidas.UNRWA

Jerusalén

Los palestinos aspiran a tener en Jerusalén Este la capital de su futuro estado. Actualmente, desde 1967, la parte árabe de la ciudad triplemente santa está ocupada por Israel, que domina por completo cada calle palestina, en las que viven unas 250.000 personas. Dos tercios de la actual Jerusalén son antiguo suelo árabe, indica la ONU. La famosa línea verde que dividía en los mapas los dos lados de la ciudad no es más que una avenida importante cargada de tráfico. No hay mezcolanza de las dos poblaciones más que la que obligan determinados servicios, no es Jerusalén una ciudad porosa ni de convivencia.

Siendo una cuarta parte del censo jerosolimitano, los árabes no reciben más que el 10,8% de la inversión, según datos de la formación de izquierdas Meretz. Entre 6.000 y 8.000 menores no asisten a clase, porque ni hay aulas públicas suficientes para ellos ni llega la ayuda de instituciones solidarias o religiosas. El 67% de la población de Jerusalén Este se encuentra por debajo del umbral de la pobreza, según el Instituto Nacional de Seguridad Social israelí. Datos que llevan al menos cinco años sin actualizarse por las autoridades locales y que podrían ser aún más altos. 

Jerusalén sería la capital de dos Estados, Israel y Palestina, en el caso de que las negociaciones ideales avanzaran finalmente, pero el reparto final es una incógnita. Existen no menos de nueve propuestas para el municipio y otras 17 para la Ciudad Vieja, que alberga los santos lugares como la mezquita de Al Aqsa y Cúpula de la Roca, el Muro de las Lamentaciones o el Santo Sepulcro.

Benjamín Netanyahu, el premier actual, ha endurecido su discurso e insiste en que Jerusalén es la capital "única e indivisible" de su estado, aunque la comunidad internacional interpreta que es Tel Aviv, y no Jerusalén, la capital del país.

Y el añadido de Hamás

Hamás, en el centro del ataque que pone el conflicto de nuevo en primera línea, es una organización palestina que se declara como yihadista, nacionalista e islamista. No reconoce a Israel como Estado. El objetivo del Movimiento de Resistencia Islámica es crear un Estado palestino fundamentalista islámico. La organización radical se distancia de la opositora Organización para la Liberación de Palestina (OLP), precedida de Yaser Arafat, porque a diferencia de la ella, niega el reconocimiento del Estado israelí.

Hamás se compone de varios grupos militares, entre ellos las Brigadas Qassam, que han realizado varios atentados suicidas contra Israel en los últimos años. Además, la organización cuenta con un partido político y organizaciones de ayuda humanitaria. Este grupo, denominado como terrorista por parte de Israel, la Unión Europea, Estados Unidos y algunos países árabes, fue fundado en diciembre de 1987, en los territorios palestinos tomando como inspiración a los Hermanos Musulmanes, otro grupo armado radical, egipcio en este caso, y que incluso llegó poder tras las Primaveras Árabes

El 25 de enero de 2006, Hamás se impuso en las elecciones parlamentarias y ya entrado 2007, tomó el control de la Franja de Gaza, tras intensos enfrentamientos contra el movimiento palestino Al Fatah. Una desunión que se arrastra desde entonces, aunque ha habido intentos de acercamiento, y que ha complicado también las relaciones entre los separados territorios palestinos y sus gentes. 

Desde ese momento, este territorio es visto como enemigo desde Tel Aviv e Israel le impuso un bloqueo por tierra, mar y aire, que ha dejado a aislado a toda su población. En la práctica, este cierre impide todo movimiento de palestinos hacia o desde esa región, salvo en un reducido número de casos humanitarios excepcionales. Desde ayer, como represalia, no entra ni agua ni alimento ni combustible

El actual líder de Hamás es Ismail Haniya. Fue elegido en 2017 y reelegido en 2021. El 14 de junio de 2007 el presidente de la ANP, Mahmud Abbas, lo destituyó y fue sustituido por Salam Fayyad, exfuncionario del Fondo Monasterio Internacional. Haniya no admitió la destitución y continúa gobernando de facto la Franja de Gaza.