Ucrania en la UE: más allá de las armas y el dinero, un compromiso político ineludible

Ucrania en la UE: más allá de las armas y el dinero, un compromiso político ineludible

Los líderes europeos han decidido abrir la negociación de adhesión con Kiev por la necesidad de dar respuestas a su invasión y vencer a Rusia a toda costa. No será fácil, ya se anuncian retrasos y la unidad no es absoluta, pero la meta está clara. 

Volodimir Zelenski, entre Charles Michel y Ursula von der Leyen, el 3 de febrero de 2023 en Kiev, durante la cumbre UE-Ucrania.Ukrainian Presidential Press Office via AP

"La Historia nos exige completar la Unión". Habla Josep Borrell, jefe de la diplomacia comunitaria. Tan breve y tan claro. La invasión rusa de Ucrania, que ahora cumple dos años, ha puesto al viejo continente ante un espejo en el que no quería mirarse: el de la seguridad, el de los retos defensivos, el de la ampliación al este. Tabúes, asuntos complicados que se iban relegando por otras prioridades y urgencias y que ahora, a golpe de bombas, se han convertido en retos insoslayables. 

La Unión Europea ha estado con Kiev desde el minuto uno. Ha aprobado hasta 13 paquetes de sanciones contra Rusia y ha aportado más de 85.000 millones de euros en ayuda financiera y humanitaria, militar, préstamos o garantías. También, en un paso insólito, los fondos de los contribuyentes europeos han ido a pagar armas. En paralelo a todo ello, también se ha impulsado el proceso de adhesión al club comunitario, que va más allá de todo eso. Es el aval final, el espaldarazo absoluto, la constatación de que cada ucraniano es uno de nosotros. Está costando, será largo, pero es de justicia, dicen en Bruselas, tanto para dar respuestas a la invasión como para vencer a Rusia a toda costa.

Cuatro días después de la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, Ucrania pidió formalmente su entrada en la UE. Era su gran apuesta y, a la vez, un grito de auxilio, una petición de protección. La Comisión presentó su dictamen sobre la solicitud en junio de 2022, y todos los Estados miembros de la UE concedieron a Ucrania el estatuto de país candidato a la UE ese mismo mes. "Kiev es el corazón de los valores europeos hoy", repite desde entonces la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen. 

El paso más firme, el inicio real del camino de adhesión, se dio el pasado diciembre, cuando los jefes de Estado de Veintisiete acordaron abrir un proceso de negociaciones para una eventual adhesión de Ucraniay de Moldavia. El acuerdo se logró a pesar de la amenaza previa de un bloqueo por parte de Hungría, que según el primer ministro, Víktor Orbán, se mantuvo al margen de esa "mala decisión". Toda una "victoria de Ucrania y una victoria de toda Europa, que motiva, inspira y fortalece",  como dijo su presidente, Volodimir Zelenski, al saber de la luz verde. 

Así daba comienzo una nueva etapa en la que tanto Ucrania como Moldavia deben que cubrir una carrera de obstáculos para cumplir los requisitos políticos y económicos que les permitan convertirse en futuros miembros de la Unión Europea. En esto está Kiev. Sin embargo, esta semana, justo la del aniversario, ha recibido un revés por parte de la CE. Von der Leyen ha frustrado sus esperanzas de dar pasos formales antes de las elecciones europeas de junio

Para formalizar el proceso, la UE debe acordar el llamado "marco de negociación", que establece las directrices y principios básicos de las conversaciones. Ese marco se esperaba para ya, se iba a enviar a las capitales porque se necesita el visto bueno de los estados miembros para avanzar, a través de una conferencia intergubernamental con Kiev, que será el inicio de facto de la negociación de membresía. La alemana dijo el miércoles que aún se trabaja en ese marco y que "llevará tiempo" desarrollar determinadas partes. "Se supone que hacia principios de veranos estaremos listos", tranquilizó.

El problema no está en Ucrania, que está subiendo los peldaños, pasando fases en su hoja de ruta, pero la división interna en la UE, sobre todo con Hungría o Eslovaquia amenazando con causar problemas en cada uno de los 35 capítulos o temas que componen las negociaciones, ralentiza las cosas. El Gobierno de Zelenski se ha enfadado notablemente por este retraso, que envía una mala señal en un momento complicado, cuando Rusia conquista ciudades y lleva el empuje en el frente de batalla. Lo que quiere es estímulo y abrigo. 

Fuentes de la Comisión Europea llaman a la calma, insisten en que estamos ante un proceso de años, que puede tener pequeños retrasos, pero que las expectativas de que la adhesión se va a producir son "realistas", que el dossier sobre el que se justifica la entrada de Ucrania "no está demasiado verde" y hay que ir superando "paso a paso, con el máximo consenso".

No hay que perder de vista que la entrada de Ucrania en la UE tendría un efecto particularmente grande en la arquitectura comunitaria, porque por su tamaño y población -casi 44 millones- se convertiría en el quinto estado más grande. Es un desafío incorporar a una potencia agrícola mundial -ya está habiendo choques por las medidas de apoyo a sus productores- que es relativamente pobre y será, sin duda, una importante receptora de fondos. 

Y, sobre todo, que esta incorporación nada tiene que ver con la apertura al sur de los 80 o al este, en los 90. Nunca en la historia se ha iniciado un proceso de adhesión de un país en guerra abierta y sin garantías de protección de la OTAN, porque no es uno de sus miembros. Su deseo de entrada en la Alianza Atlántica fue enarbolado por Vladimir Putin como uno de los motivos por los que lanzó su "operación militar especial", por verlo como una amenaza para la Federación Rusa. 

La guerra ha cambiado los cálculos de la UE sobre el coste/beneficio de admitir a nuevos estados en su seno. Han cambiado las reglas del juego porque tiene el afán expansionista de Putin a las puertas, ya no con amenazas, sino con hechos, y sin dejar de mirar a miembros que ya son parte de la familia europea, como los exsoviéticos Polonia, Estonia, Letonia y Lituania. Asegurar ahora un lugar a Ucrania dentro de la UE es de máxima prioridad. 

No vale cualquier Ucrania. Tiene que ser, insiste Bruselas, una que cumpla con todos los requisitos que se le piden a los demás aspirantes, porque para ser socio de pleno derecho hay que serlo, merecerlo. El país, en mitad de la contienda, está llevando ya a cabo una fase de metamorfosis que fortalecerá su poder judicial, su prensa libre, la lucha contra la corrupción, reformará su administración para agilizarla y su sistema de seguridad para modernizarlo y, en fin, construirá instituciones sólidas capaces de trabajar con otros estados a la par, con una estabilidad macrofinanciera suficiente. 

Para marzo se espera un importante informe que explique lo que se está haciendo y lo que no en buena gobernanza y garantías de respeto al estado de derecho. Se presentará en una cumbre de líderes, en Bruselas. Por ahora, se ha aplaudido siempre la "poderosa dinámica de reforma" que está aplicando Kiev. 

Toca cambio

Europa siempre defiende las ampliaciones como un "juego de suma positiva", en el que todos ganan, el que entra y el que se ensancha. Sin embargo, la ilusión por la incorporación de los ucranianos -que apoyan en más de un 90% su suma a los Veintisiete- no está exenta de realismo. Añadir a un país de las características de Ucrania supone un reto de modernización de sus estructuras, de mejoras de movilidad e interconexión, de integración económica y de ayudas de cohesión, de presupuesto y de política monetaria.

Todo cambio supone poner en riesgo el buen funcionamiento de lo que ya está establecido y reduce la homogeneidad lograda con los actuales socios. Ucrania, como los demás aspirantes, es un actor ajeno que entra de nuevas y obliga a ajustes, un nuevo reto también para la maquinaria de la toma de decisiones. Hay que decidir las políticas de forma rápida y eficiente a la vez que se supera el reto de integrar al nuevo

La explanada de la sede bruselense del Parlamento europeo, con imágenes de Volodimir Zelenski y Roberta Metsola.Omar Havana / Getty Images

Por eso es lógico que sobre la mesa se haya puesto, también, la reforma de los Tratados de la Unión. Francia y Alemania son defensores de cambiar por ejemplo las mayorías con las que se tienen que tomar decisiones ahora, acabando con la unanimidad y apostando mejor por la proporcionalidad del voto, la mayoría cualificada. Justo la necesidad de ir todos a una ha generado importantes dolores de cabeza a Ucrania, que ha visto pender de un hilo el proceso de incorporación a la UE y las millonarias ayudas de sus aliados por la negativa del ultraderechista Viktor Orbán. Uno contra 26, suficiente para parar cualquier cosa. 

Es cambiar la UE, ni más ni menos. De ahí que los menos dispuestos a hacer reformas se hayan quejado notoriamente de las prisas de Bruselas en acelerar el proceso ucraniano, cuando hay otros estados como los de los Balcanes esperando desde hace años, con plazos menos raudos. Que no hagan favores, dicen los menos optimistas, porque países que han degradado los valores fundacionales de la UE como Polonia o Hungría podrían estar mirando, dispuestos a sumase a la rebaja de exigencias. Que se revise primero bien el presupuesto y lo que supone para los miembros que ya lo son. 

La aceleración del papeleo en el caso de Kiev tiene tres explicaciones. Por un lado, es muy peligroso dejar a Ucrania desatada de Europa, en riesgo de permanente inestabilidad. Por otro, la UE tampoco tiene mucho más que ofrecerle ya a Kiev, tras el esfuerzo en dinero y medios defensivos que le ha suministrado. La adhesión es la ayuda final, global, anímica, el amparo de un igual. 

Y, al fin, si Ucrania ve visos reales de entrar en la UE, puede olvidar por un tiempo sus aspiraciones de hacer lo propio en la OTAN, rebajando por ese lado la tensión con Putin. Hay que evitar como sea un enfrentamiento mayor. Bruselas entiende que tener a Ucrania dentro conlleva también la hipótesis de que quizá un día tendrá que defenderla, si Moscú insiste en sus agresiones y ya está dentro del club, para lo que puede pasar perfectamente casi una década. Asumir la obligación de ponerse ante un adversario con armas nucleares es una pesadilla, por eso la esperanza es que el conflicto acabe antes. 

Mientras tanto, cobra fuerza la idea de una Europa "de la geopolítica" en la que la seguridad sea central, la UE se convierta en un actor diferente en la materia y se revitalicen sus ejércitos y su industria. 

La inversión política de la UE en la adhesión de Ucrania es demasiado fuerte para revertirla. No hay marcha atrás. Lo que sí hay es un enorme trabajo por delante, por ambas partes, y una necesidad de consenso en la apuesta, más allá de los matices. "Europa está en la mirada de todos los ucranianos que luchan por un futuro mejor. Juntos, podemos ganar esta batalla. Juntos, podemos completar nuestra Unión. Juntos, podemos acoger a Ucrania en nuestro hogar europeo común. Este es el sueño de los héroes y de los mártires de Ucrania. Y es también nuestro sueño. Juntos, somos Europa", dice Von der Leyen.