Si alguien pensaba que las experiencias sensoriales en la mesa eran cosa del siglo XXI está claro que se equivocaba; de hecho, ni del XX: lo de la comida con formas artísticas -como los helados- ya lo trabajaron los arquitectos del Renacimiento, según nos explicó la guía a lo largo del recorrido.
Creo que podría afirmar que el arte como fin en sí mismo hoy contribuye al puro entretenimiento y disfrute sin más. Como medio, sin embargo, puede suponer una suerte de proceso mental, cambio de actitudes, comportamientos, esquemas y roles, tanto para los que lo producen como para los que asisten.
Cuando yo leí la vida de ese conde de Sandwich, adoré inmediatamente a Woody Allen. Pero Ferran Adrià ha dado un paso más. Allen se inventó una vida, pero Adrià la ha encarnado. Y eso tiene muchísimo más mérito.