'Amahl y los visitantes nocturnos' y 'La vida es juego', primeros pasos teatrales

'Amahl y los visitantes nocturnos' y 'La vida es juego', primeros pasos teatrales

Si gustan o no al público, lo tendrá que decir el público; aplaudir, aplauden, pero se muestran parcos en palabras cuando salen.

Una escena de 'La vida es juego'Sergio Parra (Compañía Nacional de Teatro Clásico)

Navidad e infancia van de la mano. Tal vez porque en estas fechas se celebra el nacimiento de un niño. Quizás porque toda la sociedad se entrega con ahínco a mantener la misteriosa ficción regaladora de Papá Noel y Reyes Magos a dicha infancia. O será porque los niños y niñas no tienen cole en una época en que las bajas temperaturas hace que se tenga que estar en casa o en espacios cerrados sí o sí.

El caso es que las ciudades se llenan de propuestas escénicas a las que se pueda ir con la chavalería. En el caso de Madrid, dentro de la abundantísima oferta de este tipo de teatro, destacan dos por su alto sesgo cultural lo que no impide que también estén pensadas teniendo en cuenta el disfrute familiar. Curiosamente ambas tienen un alto componente musical.

Una es la ópera en concierto semiescenificado de Amahl y los visitantes nocturnos de Gian Carlo Menotti en el Real Teatro de Retiro, perteneciente al Teatro Real. La otra es La vida es juego de Jorge Padín en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia, al sede madrileña de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC).

La primera conclusión que se saca es que el teatro familiar o para todos los públicos se entiende como algo excéntrico. Algo que no puede ocupar los grandes cosos como el Teatro Real, aunque ya lo haya hecho, o como la sala grande del Teatro de la Comedia.

Incluso, en el primer caso, los saca del centro de Madrid y los lleva no a la periferia pero casi, a un lugar cercano a la M-30 y, desde luego, no un lugar de referencia navideño y, hasta que hagan público, tampoco es referencia escénica ni teatral. Algo que no hace la CNTC, que aunque los mande a la sala pequeña, sí les recibe en su sede y de mayores, quién sabe, puede que salten a la sala grande.

La segunda conclusión tiene que ver con su duración. Se trata de dos pequeños espectáculos en duración de aproximadamente una hora. Es decir, se piensa que es difícil mantener la atención de los más pequeños o de una familia con todos sus componentes por más tiempo.

Conclusiones que niegan la evidencia de que se está llevando en masa a los niños a los musicales como Aladdin, El Rey León o School of Rock que duran más de dos horas y media. Y, en general, no se les hacen bola. Y, por otro lado, tres de ellos en salas que están en todo el centro de Madrid. Transmitiéndoles una idea muy concreta y comercial del teatro.

En cualquier caso, y recordando que no se debe juzgar el libro por su cubierta sino por su contenido, hay que decir que sobre el papel se trata de dos grandes espectáculos. Amahl y los visitantes nocturnos porque, como las óperas semiescenificadas que se ven en el Real, tiene una orquesta al completo, coro, cantantes competentes y una mínima escenografía. Incluso más que la que suelen tener otras óperas en concierto que produce el Teatro Real.

Una escena de 'Amahl y los visitantes nocturnos'Real Teatro de Retiro

Con todo eso hacen un espectáculo grande, es cierto, que no es para los más pequeños, aunque lo protagonice un niño. Ni, aunque ese niño pobre, enfermo y desposeído de casi todo, menos de ingenio y capacidad de ver, disfrute de la magia de los Reyes Magos, los visitantes nocturnos del título, que con mucho acierto y el uso de sombras chinescas nos hace entrever su joven director de escena, Alberto Trijueque.

Y no es para los más pequeños porque su inquietud natural les impide callar y escuchar. Tienen necesidad de saber y preguntan interrumpiendo su apreciación de la música y la de los que tienen a su alrededor. Y, no lo disfrutan, hasta el final, con la propina que le da el equipo artístico con una canción para cantar y bailar. En este punto se lo pasan en grande.

Por tanto, es un espectáculo para niños y niñas más mayorcitos. A los que se debe avisar que deben escuchar tanto lo que se toca como lo que se canta. Y que seguramente disfrutarán más los niños y niñas que estudian música, alegres de ver a gente tan joven en una orquesta y en un escenario. Porque, excepto Lucía Marín, la directora de la orquesta, el resto lo son. Bien jóvenes y, como ya se ha dicho, la niña soprano principal es un/a chaval/a.

Frente a esta propuesta, La vida es juego pretende acercar la chavalería a los clásicos. Para ello tunean los textos para hacerlos más cercanos a su edad y a nuestra época. Desde el título, en el que La vida es sueño de Calderón se convierte en La vida es juego, hasta los entremeses que se representan. El más reconocible es El retablo de las maravillas de Cervantes, en el que solo los tontos no ven lo que se proyecta en una tela en blanco.

Una escena de 'La vida es juego'Sergio Parra (Compañía Nacional de Teatro Clásico)

Todo ello cuelga de una historia. La de intérpretes ancianos institucionalizados, es decir, ingresados en un asilo, y empastillados, que juegan al teatro como niños en ausencia de Juanito, el enfermero que les cuida. Porque no pueden dejar ese juego que ha sido toda su vida. Y en ese jugar recuerdan escenas de distintas obras clásicas y entremeses. Y las alternan con otros paratextos, músicas y canciones que permitan encuadrar las obras usadas en la historia.

Sí, es un espectáculo sencillo y ligero, que el equipo artístico prefiere definir como artesanal. Una forma de hacer que domina esta compañía, Ultramarinos de Lucas. Como corresponde a alguien que lleva más de veinticinco años haciendo teatro infantil y juvenil y muchos premios a sus espaldas. Y, que esta vez, han sabido convertir en un libro muy bellamente ilustrado que ha editado por Kalandraka y que servirá de regalo y a colegios e institutos para hacer representaciones de fin de curso y jugar con los clásicos.

Si ambos espectáculos gustan o no al público, lo tendrá que decir el público. Aplaudir, aplauden, pero es cierto que se muestran parcos en palabras cuando salen. Lo que sus mayores intentan salvar preguntando, a lo que la mayor parte de las veces no obtienen respuestas o las respuestas buscadas. Más bien reciben miradas que se podrían interpretar como "¿pero no lo has visto?".

El crítico solo puede decir que son espectáculos bien hechos, que están pensados, de los que sale con la impresión de que no acaban de conectar con las butacas. Tal vez porque su público está aprendiendo a ser espectadores y espectadoras de teatro y de conciertos.

Están dando sus primeros pasos con la escena y que, igual que no se nace sabiendo andar, no se nace sabiendo apreciar un espectáculo. En ambos casos hay que aprender. Algo que probablemente saben los equipos artísticos de estas dos propuestas. A las que hay que agradecer que conociendo la necesidad de aprendizaje de su público no se pongan didácticos y hayan decidido tirar por el lado del juego escénico. De la música y la palabra en movimiento, actuadas.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.